Capítulo 2. Un paseo por Tokio

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Cuando despertó se encontraba desubicada, hasta que vio la enorme cama de sábanas impolutamente blancas y el suave y esponjoso albornoz cubriendo su cuerpo. Estaba en su hotel, en Tokio. Sonriente, rodó sobre la cama para ponerse en pie e ir a arreglarse. Era la una del mediodía, una hora perfecta para ir a comer ir a comer algo y disfrutar de un buen paseo por la ciudad.

Su hotel se encontraba en pleno centro de Tokio, concretamente junto al parque Yoyogi, un remanso de paz que irónicamente está emplazado junto a uno de los lugares más transitados de la ciudad, Shibuya.

Su hotel se encontraba en pleno centro de Tokio, concretamente junto al parque Yoyogi, un remanso de paz que irónicamente está emplazado junto a uno de los lugares más transitados de la ciudad, Shibuya

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Ella adoraba esos contrastes. Cómo en pocos minutos se podía pasar de estar paseando entre árboles y vegetación junto a un templo cuasi milenario, en un silencio que resultaba casi terapéutico, a verse rodeada por miles de personas en pleno centro tecnológico de la ciudad, donde rascacielos interminables eran adornados con coloridos carteles de neón. Un verdadero horror vacui que resultaba entre impactante e hipnótico. Así era Tokio, un caos de contrastes que verdaderamente amaba.

Ya en pleno corazón de la ciudad se dirigió a uno de sus restaurantes favoritos donde preparaban el mejor ramen que había probado jamás

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Ya en pleno corazón de la ciudad se dirigió a uno de sus restaurantes favoritos donde preparaban el mejor ramen que había probado jamás. Hizo su pedido en una máquina de la entrada donde se pagaba directamente, cogió el ticket y se sentó en uno de los taburetes de la barra del restaurante. Este era muy pequeño, tipo habitáculo de madera, pero había mucha gente dentro degustando sus comidas. Podía resultar algo claustrofóbico, pero merecía la pena.

En unos minutos su ramen y una fanta de melón aparecieron en la pequeña cinta transportadora que había frente a ella. Desde luego era difícil no sorprenderse con semejante servicio, daba igual las veces que visitara Japón, definitivamente era otro mundo.

 Desde luego era difícil no sorprenderse con semejante servicio, daba igual las veces que visitara Japón, definitivamente era otro mundo

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