Conocerse

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Fargan: 12 años.

Auron: 9 años.

David era nuevo en la escuela, hace poco se había cambiado ya que anteriormente las condiciones de su antigua escuela no eran las mejores.

Al llegar lo primero que vio fue una aglomeración terrible de gente en la entrada, porque claro, era el primer día de clases y eso solo significaba una cosa; el que llegaba elegía su asiento.

Rápidamente corrió hacia la entrada y se abrió paso entre la gente para entrar a la escuela, literalmente, era una carrera, el que ganaba sería el que se llevaba el mejor sitio.

Sin darse cuenta, chocó con un chico menor a él y cayó al suelo.

—¡Más cuidado, niño! —le dijo un profesor.

David se levantó y vio como el chico se sacudía su ropa y lo miraba con una mirada un tanto asesina.

—Perdón... —se disculpó, pero algo tenía ese chico, esos ojos, aunque fueran cafés, eran hermosos.

—Ten más cuidado... —su voz era muy aguda, le dio un poco de ternura que el pequeño se quejara.

—¡Señor Romero, tiene que irse a su salón!

—¡Ya voy! —agarró su mochila que estaba en el suelo y corrió hacia su salón, en donde pasaría su primer día de clases.

—¡Ya voy! —agarró su mochila que estaba en el suelo y corrió hacia su salón, en donde pasaría su primer día de clases

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David conoció a dos chicos: Guillermo y Samuel. Guillermo era casi igual a David, un poco juguetón, no le importaban las clases, le importaba divertirse y sobre todo, le encantaban las bromas.

Samuel era totalmente lo opuesto, era bastante inteligente, siempre sacaba las mejores notas y si alguien lo hacía enojar o le hacían una broma, olvídate de una disculpa.

—Samuel es un poco estricto, pero después de unos 3 o 4 meses ya después se relaja... —le decía Guillermo.

Nuevamente, volvió a ver a ese chico jugando con otros dos chicos, uno con cabello rubio y otro con lentes.

—David, ¿qué estás mirando? —preguntó el de ojos verdes.

—Esos chicos de allí. —les apuntó para que Guillermo los viera.

—¡Apuntar es de mala educación! —Samuel apareció de repente, siempre que alguien hiciera algo irrespetuoso allí estaba para decirle que era de mala educación.

—Samuel, relájate...

Sin darse cuenta, David comenzó a alejarse de los otros dos que estaban discutiendo y lentamente se acercaba hacia el pequeño que jugaba alegremente con los demás.

—¡A que no me atrapas, Rubén! —otra vez su voz, su voz tan angelical y tierna que a David le hacía irse del mundo real.

—Hola... —dijo suavemente.

El pequeño se detuvo y el otro llamado Rubén también.

—Hola, tú eres el que me chocó...

—Sí, perdón, quiero disculparme, no volverá a pasar.

—¿En serio vienes a hablar con gente menor que nosotros, David?

—¡Cállate, Guillermo!

Los pequeños ya se estaban asustando, les daban miedo los niños grandes y sobre todo si eran del grado mayor de su patio.

—¿Cómo te llamas, pequeño? —dijo David, acercándose un poco más al chico para inspirarle confianza.

—R-Raúl...

—Yo me llamo David, ¿qué tal te va Raúl?

—Bien, es-este es mi amigo Rubén, le decimos Rubius...

—¡David, ya acabo el recreo, ven al salón! —Guillermo lo estaba llamando, los niños entraban a sus salones y algunos profesores ya venían en camino.

—Bueno, un gusto haberte conocido, Raúl.

—¿Vendrás el otro recreo? —preguntó el más pequeño.

—Claro, trataré de convencer a Guillermo para ver si viene también...

David se fue con Guillermo, no sin antes despedirse del pequeño Raúl con un abrazo, cosa que impresionó tanto a Rubén como a Guillermo, incluso al mismo David.

—Bueno, nos vemos...

Durante todos los recreos, David y Raúl se juntaba para conocerse más, y a veces venían Rubén y Guillermo, hasta Samuel.

Día 1: Conocerse ✔

Un poco cortito, pero no tenía muchas ideas.

Palabras: 593


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