Capítulo 4

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01 abril 2055, 01:40 22 Arena

Cogí silenciosamente mi arma, mi móvil y salí con cautela del lujoso dormitorio. Marqué el único número que me sabía de memoria y en nada y menos contestó.

- ¿Arena?

- 5 hombres en el exterior y uno en el interior – Especifiqué en un susurro.

- ¿Cuánto?

- Caja fuerte con cerradura, demasiado fácil – Dije más para mis adentros que para él.

- ¿Cuánto? – Insistió.

- No lo sé, hoy ha ganado 750.

- Vale, 20 minutos.

La llamada se cortó, dándome la señal para empezar a buscar la llave. La busqué por toda la casa, esquivando al único guardia que se encontraba en la puerta principal, pero no la encontré. Me puse el vestido y cogí mi bolso en el momento en el que me pareció oí un ligero golpe. Me dirigí hacia el despacho. La caja fuerte era una enorme puerta metalizada que había encontrado detrás de una cortina de terciopelo verde. Estaba intacta, impoluta, como si justo antes de mi llegada la hubieran limpiado.

Habían pasado unos 4 minutos y estaba impaciente. Cogí dos de las horquillas que sujetaban mi peluca e intenté abrir la caja, pero estaba claro que lo mío era la interpretación por esa misma razón formaba parte de un equipo, yo los engatusaba, les hacía confiar y luego ellos se encargan de lo demás, abrir cajas fuertes, transportar la mercancía... Un disparo hizo que me sobresaltara y al darme la vuelta algo afilado rozaba mi yugular, impidiendo así que yo hiciera cualquier tipo de movimiento.

<Pillada> es lo único que se me vino a la mente. El jodido tipo se había levantado con insomnio y me había pillado manos en la masa. <Pero un momento...> Los brazos que sujetaban el arma no eran los del cuarentón, al contrario la piel aceitunada recubierta de tatuajes era bastante firme.

Dos hombres entraron al despacho. El primero era alto y musculado, no exageradamente, simplemente se podía ver que estaba en forma. Su corto cabello era rubio y sus ojos azulados, algo más mayor que yo, intuí. El de su lado era un poco más alto y mucho más corpulento y ancho. Su cara era menos agradable y mucho más seria. Era algo más mayor que el otro o al menos eso transmitía su abundante barba castaña y su cabello por los hombros.

- Te hemos hecho parte del trabajo zorrita – Me susurró mi opresor al oído.

- Mi jefe me matará si no le llevo su recompensa – Dije tragando saliva cuidadosamente para que la navaja no rasgara mi preciado cuello.

- Y yo te mataré como lo hagas. Bien, quizás yo no, pero te aseguro que él sí que lo hará – El rubio señaló con la cabeza al tercer hombre que se encontraba pegado a mi espalda, ese mismo que sujetaba el arma de la cual dependía mi vida. Se encontraba tan cerca que sentía como su cuerpo subía y bajaba al compás de su respiración junto al mío.

- Deberíamos matarla, un problema menos – Añadió el barbudo sin escrúpulos mientras forzaba la caja fuerte, haciendo palanca con una barra metálica.

- No, necesitamos su ayuda – La mirada penetrante del rubio me recorrió entera – Puede que no sea muy fuerte, pero será mejor que nada. Nos ayudarás a sacar las máximas garrafas posibles.

- ¿Y porque iba a hacer yo eso? – Espeté. La impotencia se estaba apoderando de mí por momentos.

- Como no hagáis entrar en razón a la niña, lo haré yo por las malas – Amenazó de nuevo el de la barba agarrando una garrafa de agua con cada mano.

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