Capítulo 1

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02 abril 2045, 02:43 Saúl

- ¿Cómo se han podido escapar? – Cerré el puño con fuerza, hasta clavarme las uñas, y lo estampé en la mesa para llamar su atención - ¿A caso sois una panda de inútiles? – Les espeté mirando uno a uno a aquellos seis tipejos que tenía delante de mí - Era una puta chapiadora y tres tipos. ¡Tres!

- Saúl... Se dividieron y los perdimos de vista. Seguimos a uno de ellos por las afueras, pero terminó desapareciendo en el barrio comercial, esas calles están plagadas de gente – Trataron de justificarse - Lo perdimos de vista.

- ¿Y la furgoneta? ¿Cómo lograron volver al barrio viejo sin cruzar el puente? – Pregunté carraspeando.

Mis hombres me miraron con cara de inútiles. Estaba decepcionado.

- Las únicas maneras de cruzar son... - Pensó Carlos - por las afueras, el mar o ...

- El metro – Acerté - ¡Carlos, Montes y Álvaro! Venir conmigo. Vamos a hacer una visita a los hermanos Méndez. En mi ausencia sacarle todo lo que podáis a María, si Arena planeaba algo, ella lo sabrá.


01 09:02 28 Aníbal

Apoyé la cabeza sobre la mano y dejé escapar el aire. Mis manos estaban llenas de rozaduras. Trabajo. Todo lo que ahora poseía había sido gracias a mi esfuerzo, a mi madurez.

- ¿Aníbal? ¿Me está escuchando esa cabecita tuya? – Él me sonreía. Inocente. Dándole vueltas a su tila. Ahí sentado, enfrente de mí. Con su correcta postura, firme y segura.

- No, perdona.

Cogí la taza que me sirvió el mayordomo.

- ¿Estás bien? – Preguntó con su marcado acento francés. Sus ojos celestes me miraban fijamente, sin vergüenza alguna.

- Si, si – Asentí escondiendo mis manos.

Era un joven alto y de complejidad delgada. Piel pálida pero firme, ojos claros y cabello corto, liso, negro y bien peinado. Sus manos eran tan delicadas y delgadas que me parecían incluso femeninas debido a la facilidad y ligereza con la que las movía al hablar.

- Te hablaba de lo disgustada que está Kenia por lo de las donaciones.

- Cierto... Lo había oído. No lo pude creer. Si recuerdo bien dijiste que amaba ayudar con sus donaciones.

- Sí, pero al parecer sus padres no opinan lo mismo. Les entiendo. Que seamos inteligentes y tengamos ahorradas grandes cantidades no implica derrocharlas.

- ¿He oído mal? ¿Estás insinuando que no debería haber donado nada? – No creía lo que oía. Aquel no era el César que yo conocía – Si no fuera por esa chica mucha gente ya habría muerto en el barrio viejo.

- Perdona querido, no quería decir... Esa gente merece vivir igual que yo o que tú, pero eso no significa que para ello debamos morir nosotros. ¿No crees?


02 03:00 15 Saúl

- ¡Méndez! – Chillé caminando con rabia hacia las barras metálicas que nos separaban de la entrada a la estación.

Como no recibí respuesta le hice una señal a Carlos para que los llamara a su manera, este tomó una tubería que había por allí tirada y empezó a golpear los barrotes como si se tratara de un instrumento musical. No había nada más alejado de la melodía de cualquier instrumento que el estruendo que provocaban aquellos metales al chocar entre ellos.

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