Capítulo 3

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02 02:25 - 22 Arena

Las puertas de la furgoneta se abrieron, dejando entrar varios rayos de sol que me deslumbraron. En cuanto mis ojos se acostumbraron pude ver al hombre de la barba. Me tomó por el brazo y me obligó a bajar de malas maneras.

- ¡Joder! ¡Ten más cuidado! – Le espeté sujetando la venda improvisada de mi cuello.

- A mí no me hables así niña – Dicho eso me empujó para hacerme caer al suelo.

Nos encontrábamos en un garaje, en el que únicamente había una ventana a través de la cual entraba la luz. El suelo era arenoso y las paredes de ladrillo. El rubio, quien parecía el líder o al menos a quien obedecían, cambió la matrícula de la furgoneta.

- Levanta, chapiadora – Me levantó con poco esfuerzo y me tapó los ojos con un sucio pañuelo que se había sacado del bolsillo.

Tiró de mí para que le siguiera. Intenté no tropezar al no ver el suelo. Nos detuvimos poco después cuando el barbudo me quitó la venda para señalar hacia una trampilla situada en el suelo de uno de los callejones.

- Entraré yo primero y tú me seguirás.

Abrió la trampilla y se dejó caer.

- Tu turno – Dijo el rubio dándome un golpecito en la espalda para que bajara.

Al aterrizar en el túnel me tambaleé. El barbudo me sujetó y al estar tan cerca aproveché para intentar huir. Le propiné un rodillazo en la entrepierna que hizo que se doblara por completo.

- Serás cabrona – Exclamó entre rugidos de dolor.

Corrí sin pararme a mirar si me seguían. El túnel parecía infinito. Este desembocaba en el metro. Pero el metro era demasiado grande.

- ¡Vuelve aquí chapiadora! – El rubio estaba pisándome los talones.

Mis pies descalzos estaban doloridos por la rugosa superficie del metro. Aproveché un desvío para despistar a mi perseguidor y seguí corriendo. La venda del cuello cayó, no pude parar a recogerla.

Por fin sería libre. Había un par de personas que me debían favores. Con ellos lograría llegar a Barcelona y una vez allí podría... Tropecé.

- Joder – Maldije al caer sobre el frío suelo.

- Parecías más lista, chapiadora.

Me habían pillado. Joder. Unas botas negras enfangadas se alzaban delante de mí. Tenía que pensar algo ya.

- ¿De verdad has creído que tenías posibilidades de escapar?

No respondí, el silencio debía ser mi aliado. El tatuado parecía tranquilo.

- Vamos, levanta – Cogiéndome por el brazo intentó levantarme. Fingí no poder hacerlo e intenté soltarme. Le di una patada en la espinilla y se encogió tras aullar. Me cogió del tobillo para que no pudiese huir - Mala elección.

- ¡Suéltame gilipollas! – Le espeté forcejeando.

El tatuado me cogió de la peluca y se quedó con ella en las manos.

- Vaya, vaya, ¡pero si en realidad eres rubia! – Añadió esta vez tirando de mi pelo real.

Un par de hombres cruzaron las vías como ni no pasara nada.

- Ayudadme hijos de puta.

- Deja de montar escándalo – me ordenó riendo.

Cogiendo su muñeca para impedirle tirar más de mi cabello me giré para mirarlo a la cara. Sus ojos negros reían victoriosos.

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