Capítulo III

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Capítulo III

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Capítulo III

Cuando Steve finalmente detuvo la moto habían llegado a un mirador sobre un risco que daba una vista maravillosa de la bahía y del atardecer sobre el agua. Las olas brillaban como millones de pequeños diamantes y rubíes mientras el sol se ponía en el horizonte. Era una postal bellísima. Natasha se quitó el casco y el chico se echó a reír al ver su cabello desordenado y sus mejillas enrojecidas. Se veía adorable. Le acomodó el pelo con una caricia que no lo pareció y se alejó de ella hacia la orilla del risco, mirando el horizonte con las manos en los bolsillos.

Natasha se le acercó en silencio, mirando a su alrededor, fascinada. Su padre las había llevado a la playa sólo una vez cuando eran muy pequeñas y ya nunca más. Apenas sí tenía recuerdos de aquel paseo lejano. Podía decirse que era la primera vez que veía el mar y la verdad es que sentía que nunca había visto algo tan bello... era tanta la inmensidad de la masa de agua que se mostraba ante ella, tanta su vastedad que se sintió mareada y se apoyó por un segundo en el hombro de Steve. La sonrisa que le cruzó la cara fue lo más bonito que él hubiera visto jamás. Pero, se guardó el comentario.

- ¿No habías venido aquí antes? - preguntó mirando a la chica de reojo. Sus ojos brillaban tanto...

- No, nunca. Mi padre nos llevó una vez a la playa, pero éramos muy pequeñas y no lo recuerdo- respondió, sin apartar la vista de la línea del horizonte, apreciando el incendio que parecía gestarse en el cielo.

- ¿Éramos? ¿Tienes una hermana?

- Sí, se llama Yelena...- respondió, soltando su hombro para apoyarse de la baranda de seguridad, imitando a Steve.

- No sabía que tenías una hermana- Natasha alzó la mirada hacia él, sonriéndole.

- Cariño, apenas nos conocemos, hay muchas cosas que no sabes de mí- le respondió, parafraseando lo que él le había dicho antes. Compartieron una risita y volvieron a posar sus ojos en el mar. Abajo, había una pequeña lengua de arena blanca, solitaria y limpia por lo poco accesible que resultaba.

- ¿Quieres bajar? - ofreció Steve, y Natasha lo miró como si creyera que estaba loco.

- No podemos bajar... está prohibido- refutó, mostrándole el cartel que indicaba claramente que no se permitía el paso desde aquel punto.

- Chico malo, ¿recuerdas? Anda, es prácticamente la primera vez que ves el mar, no puedes irte sin tocarlo, sin mojarte al menos- ella se lo pensó por unos momentos, sopesando las consecuencias de aquello. Podían lastimarse en la caída, incluso matarse... pero, ¿no había pensado ella antes en que sería realmente glorioso morir en un momento así de perfecto?

- Está bien, vamos- Steve sonrió. Le gustaba su arrojo. No era una muchachita remilgada como las que solían seguirlo. Ella era decidida y no se ponía en el plan de una damisela en peligro que debía ser rescatada. Eso le encantaba.

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