Capítulo XI

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Capítulo XI

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Capítulo XI

Natasha despidió a su hermana con un gesto y una media sonrisa, luego de que la niña se montara en el autobús escolar. Una vez la perdió de vista y se encontró sola, miró a su alrededor, como perdida, intentando retrasar el momento en el que debería ir con Sarah al hospital y enfrentarse a su madre. Ella aún estaba internada en Cuidados Intensivos y por ello, Yelena no podía visitarla aún. Natasha, por su lado, se debatía en su incertidumbre, decidiendo cómo afrontaría ese momento... su madre casi había muerto por una pelea que ella había propiciado. Si hubiera guardado silencio, al menos por una vez, las cosas no habrían escalado hasta ese punto y todo se habría mantenido en la tensa tranquilidad que llenaba su vida familiar.

Sin embargo, otra parte de ella le decía que aquello era bueno, que era mejor que todo hubiera explotado. Así ya no tenía que mentir y podía, por primera vez desde que la pesadilla había comenzado, pedir ayuda y buscar más opciones. Dirigió sus pasos hacia la casa y de pie en la entrada, estaba Steve, esperándola. Ella le dedicó una sonrisa que él correspondió de inmediato y acortó la distancia entre ambos, dejando un beso en su mejilla. El chico había cortado una margarita del jardín y se la deslizó sobre la oreja antes de apartarse de ella.

– ¿Lista para irnos? – preguntó, entrando juntos a la casa.

– ¿No vas a ir a la escuela hoy? Ya perdiste dos días de clases...– respondió ella, mirándolo con atención mientras caminaban por el vestíbulo hacia la sala.

– No pasa nada por un par de días. Bucky me conseguirá los apuntes y a mamá no le molesta. Sabe que esto es más importante– ella asintió en silencio y saludó a Sarah con un gesto cuando la vio entrar al cuarto, ya vestida con su uniforme.

– ¿Estás lista, linda? ¿Necesitas algo antes de irnos? – preguntó la mujer mientras se cogía el cabello en una cola sobre la nuca.

– Sí, iré por mi bolso y regreso enseguida– comentó la chica, subiendo rápidamente las escaleras.

En cuanto quedaron solos, madre e hijo compartieron una mirada.

– No la dejes sola, Steve. Yo debo quedarme en el hospital, pero tú quédate con ella...– pidió, recibiendo de inmediato el asentimiento de su hijo.

– No te preocupes, mamá. Me quedaré con ella... hoy debe ver a la asistente social, ¿verdad?

– Sí, la señorita Hill la estará esperando y luego los traerá a casa. Debe revisar que este es un ambiente adecuado para ellas– anunció su madre, revisando su imagen frente al espejo– No olvides ofrecerle café o algo, ¿sí?

– Mamá, criaste al chico más encantador del mundo, no te preocupes– respondió él, encogiéndose de hombros y provocando la risa de su madre.

– Eres un bocazas...– exclamó, mirándolo con una ceja alzada, mientras dejaba escapar un suspiro de fastidio.

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