Dame un respiro

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- Muy bien, ya liberamos a Rudania y a Naboris, según mi conocimiento sobre las bestias divinas, nos quedan Vah Ruta y Vah Medoh.- Dijo la albina.- ¿Vamos primero por Ruta o por Medoh?

- Puff, dame un respiro ¿Por qué no descansamos un poco de liberar bestias divinas y hacemos otra cosa? Como pasear Hyrule o algo así.- Sugirió el rubio.

- Pero... La princesa Zelda...- Dijo apenada la albina.

- Si ha podido esperar a que yo despierte por 100 años, podrá esperar un día para que podamos descansar ¿No crees?- Preguntó el rubio.

- Bueno, quizá tengas razón...- Admitió la albina.

- Entonces, te encontré en Akkala ¿No? Debes conocer bien esa área del reino.- Intuyó el rubio.

- La verdad, no mucho, vivo en la aldea Arkadia y todo pero no conozco muy bien Akkala.- Admitió la albina.

- ¿Entonces que zona conoces mejor?- Preguntó el rubio con dulzura.

- Pues... Farone... Crecí en la Aldea Onaona que se encuentra allí...- Nostálgicos recuerdos pasaron por la mente de la albina.

- He estado allí, pero ahí todos parecen tener la piel algo oscura pero tú eres tan blanca como la nieve de la cordillera de Gerudo.- Bromeó el rubio.

- Crecí allí pero no nací allí, nací en la aldea Kakariko, mi padre pertenecía a la tribu sheikah y mi madre... Era una gerudo...- Dijo con nostalgia la albina.- Mis hermanos y yo heredamos los rasgos de papá, cabello y piel blanca, pero... Yo heredé los ojos de mamá.

- ¿Tu madre era una gerudo y murió dando a luz?- Preguntó incrédulo el rubio.

- Bueno... Papá decía que mamá siempre había sido muy débil pero que tenía un alma inquebrantable.- La albina empezaba a derramar lágrimas.

El rubio la abrazó.

- Si no quieres seguir hablando de esto, está bien.- Le tranquilizó.

Ella solo asintió y abrazó de vuelta al rubio.

Poco más tarde estaban viajando por la zona de Farone, subieron una gran colina que había muy al sur, cuando llegaron a la cima se encontraron un lago con forma de corazón.

- Oye, yo conozco este lugar, es el estanque de los enamorados.- Dijo emocionada la albina.

- Es bonito, yo ya estuve aquí, ayudé a aquella pareja de allá a enamorarse.- Dijo el rubio señalando a un hyliano y a una gerudo hablando.

- Papá decía que conoció a mamá aquí, que yo también conocería al amor de mi vida aquí... Pero bueno, yo no veo a nadie, solo a ti y aquella pareja.- El rubio se sonrojó.- ¿Pasa algo?

- Nada, solo un pensamiento muy tonto.- Se excusó el rubio.

- Cuéntame.- Lo presionó la albina.

- Que... Quizás tú y yo... En este lugar...- El rubio seguía sonrojandose, pero la albina entendió el mensaje y lo abrazó.

- Yo también te quiero, Link.- Dijo dulcemente la albina.- Pero nuestra misión ahora es rescatar a la princesa Zelda ¿Está bien?

El rubio asintió apenado.

- Ya hablaremos de esto luego ¿Te parece?- Le dijo ella, él asintió.

Bajaron de la gran colina, el rubio se sentía apenado, había sido una confesión bastante patética, ni siquiera pudo decirle de frente lo que sentía, ella lo había intuido.

Llegaron poco después a la aldea Onaona, la albina respiró el fresco aire de la costa y se dejó caer sobre la arena, había extrañado el hogar que tuvo en su niñez, miró al cielo y se topó con la luz segadora del sol, le encantaba esa sensación de estar en casa.

El rubio se tumbó en la arena junto a ella, la miró por dos segundos y luego, tímidamente tomó su mano, ella confundida lo miró un momento, pero luego la confusión cambió por ternura y entrelazaron sus dedos.

- Oye, Link.- Lo llamó la albina.

- Dime.- Respondió el rubio.

- ¿Por qué?- Preguntó ella.

- ¿Por qué que?- Preguntó confundido el rubio.

- ¿Por qué te gusto?- Preguntó ella con un sonrojo en sus mejillas.

- No has parado de ayudarme, y protegerme, además de que eres muy dulce.- Admitió el rubio.- Me di cuenta cuando estábamos en Naboris, cuando la ira de Ganon te hizo daño me angustié y ataqué a ese monstruo hasta verlo destruido, solo porque te hizo daño.

La albina se levantó de la arena y miró el mar con nostalgia.

- ¿Recuerdas lo que te dije sobre quién soy?- Le preguntó sin dejar de mirar el mar.

- Si...- Afirmó el rubio apenado.

- Que solo soy una cazatesoros que hace lo que sea por dinero.- Dijo la albina.- Pues encontré algo que me importa más que los tesoros.

- ¿Y qué es?- Preguntó el rubio.

La albina se sonrojó y volteó a mirar al rubio, la luz del sol remarcaba la figura de la chica. Ella miró a su contrario por casi un minuto, se le acercó lentamente y lo besó en los labios, él correspondió, pero al cabo de un rato se separaron por una ligera falta de aire.

- Tú, rubio.- Le dijo la albina.

- Entonces ¿También te gusto?- Preguntó incrédulo el rubio.

- ¿El beso no lo dejó claro?- Preguntó con picardía la albina.

- Quizás deberías darme otro para poder asegurarme.- Le dijo el rubio en tono juguetón.

La albina volvió a besarlo.

- Ahora si me queda claro.- Le dijo el rubio.

- Bueno ya.- La albina lo separó de ella con un empujón.- Mejor sigamos nuestro camino, empecemos a ir hacia Hebra para aplacar a Medoh.

- A tus órdenes, señorita~.- Le dijo dulcemente el rubio.

Ambos volvieron a montarse a sus caballos y se fueron de la aldea, tenían que cabalgar mucho para mínimo acercarse a la región de Hebra, les llevaría unos cuantos días.
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In a rainy night (Link x Lectora) BotWDonde viven las historias. Descúbrelo ahora