Inicios

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El silencio reinaba en la habitación, los pares se miraban entre ojos angustiosos a causa de la menor.

Donde antes había acogedoras habitaciones ahora no quedaban mas que salones vacíos. Las hermanas ya habían reunido casi todas sus pertenencias y cosas necesarias para su travesía.

Laira cargó el último cargamento de pieles sobre su hombro y miro a la mayor de sus hermanas.-Este es el último.-

-Pues bien, debemos zarpar antes de que la noche recaiga en la Bahía.- Sentenció la ojiazul.

Eris, como la mayor, habia asumido el cargo, y se lo tomaba muy en serio. Ya que no sólo debía tomar la responsabilidad del viaje, sino del cuidado de todas sus hermanas. No podría permitirse que un fallo ocurriese y recayera sobre alguna de ellas. Pese a ser prácticamente indescifrable en su expresar, no había nada en el mundo que amara más que a sus hermanas y familia.

-Llegó la hora.- exclamó padre.

El camino hacia el puerto se había vuelvo mas largo de lo habitual. A nuestro paso, vecinos y conocidos fueron siguiendo nuestro andar a la distancia, hasta terminar por conformarse en una gran multitud.

Nuestra nueva tarea se remitía a la exploración, nuestro rey, como buen sabio, defendia la idea de que el oro más precioso es el conocimiento. Y por ello desde hace miles de inviernos atrás, las distintas generaciones se aventuraban a nuevos horizontes en busqueda de culturas, riquezas, estrategias e incluso alianzas.

Sus intenciones estaban lejos de tratarse de conquistas, nadie mas que ellos sabían la riqueza que poseían sus tierras ocultas y que nada mas les era de faltar. Sin embargo, el antiguo rey, poseía el deseo de conocer y ver el mundo entero. Y como aquello era practicamente imposible, de ese intenso deseo nació la idea de encontrar la forma de traer el mundo a sus manos. No fué hasta tiempo despues que un viajero le propuso la idea de usar tinta y piel para recrearlo, como quien mira los arrecifes desde arriba.

Y surgió entonces, el propósito de estos viajes, incontables antecesores pasaron largas partes de sus vidas recorriendo los exteriores y recreando todo aquello que sus ojos veían en cuero y cincel.

Hoy, esa tarea caía sobre nuestros hombros.

Eris había pasado las últimas semanas del sol estudiando intensamente las aguas las cuales debíamos atravesar hasta llegar a nuevas tierras, despues de eso, todo correría por nuestra cuenta. Y mentiría si no tuviera temor a lo desconocido, pero aquella sed de aventura que se había instalado en mi ser no me permitiría hecharme atrás aunque quisiese.

Las olas acariciaban con calma la embarcacion que habia sido especialmente construida para nosotras. Era de un color obscuro, forjado de los arboles mas fuertes y resistentes de todo nuestros bosques, en su frente, una fina figura se alzaba tallada llena de runas y tramas que remitían a nuestra cultura.

-Recuerden todo lo que practicamos.-Hablo padre mirandonos intensamente.- Tengan mucho cuidado y regresen a salvo, o yo mismo iré a buscarlas de las greñas.- Habló lograndonos sacar una carcajada.

Todos nos unimos en un abrazo antes de cantar la última plegaria, solo los dioses sabrían cuando volveríamos a encontrarnos. Besos y despedias se compartieron entre todos los presentes, hasta que la presencia del rey calmó el júbilo.-

-El gran día ha llegado, que el sol y el viento las acompañen siempre.- Eurídese nos miró una por una.- y que los dioses las retornen con buenas riquezas.-

-Gracias, señor- Respondimos a coro.

Mis ojos viajaron a su lado, donde Dhaito me miraba con ojos desolados, sonreí en su dirección tratando de apasiguar su tristeza.

Noté como en su mano sostenía firmemente nuestro brazalete de cuero y piedras y mi corazón se enterneció. En nuestra infancia, juramos lealtad y hermandad por el resto de los días, y eso era algo que ni los mismísimos dioses podrían acabar.

-Volveré..- Susurré sin voz

-Te estaré esperando..-



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Tiré con fuerza de la soga que mantenía la vela, el viento iba en popa y no había mas que mantener el curso. A lo lejos, las sombras de Skíatos se perdían entre las nubes del ocaso.

-Esto ya quedó.- Quité el sudor de mi frente.- ¿Y bien, ahora hacia donde comandante?.- Aludí divertida hacia Eris.

-Planee nuestro viaje hacia las tierras bárbaras.- Explicó enseñandonos aquel plano extraño que le había sido entregado por nuestro rey.- Debemos de ir hacia el norte unos quince días, luego viraremos hacia el este hasta dar puerto.-

-¿Hacia las tierras nórdicas, estás segura? acaso ya olvidaste sus historias de serpientes y gigantes, ¡son bestias!.- Cuestionó Dhalia.

-El rey Eurídese me expresó sus deseos de conocer más a fondo estas tierras, y tanto como yo tú debes coincidir en que no habría flota mas apta para tal tarea que la nuestra, ¿O a caso ya reniegas del deseo de los dioses por tus miedos.?- Se acercó a la castaña de forma amenazante.

-Jamás.- Siseo

-Pues demuéstralo entonces, y no olvides que tanto nuestros dioses como los de ellos comparten más allá del cielo.- Pasó de ella chocando sus hombros.- Y muestra algo de respeto, a menos que quieras perder la cabeza a penas pisar tierra.-

Dhalia apretó los dientes y se alejó hacia el otro extremo del barco.

-Bueno, al menos no lucharemos contra los cristianos y sus cruces.- Mencioné divertida para relajar la tensión.

-Tienes toda la razón hermana.- Aster elevó su copa frente a mi y dió un largo sorbo.- Lo menos que quisiera ver en mis últimos momentos sería un trasero cristiano, ¿sabías que hasta algunos llevan sus cruces en las bragas? ¿¡que demonios esperan que haga su Dios alli?!.-

Reí con tanta fuerza que me dolió el estómago.-¿y tu como sabes eso?.- Cuestioné entre risas.

-Nhairob me lo ha contado, aunque creo que su información es mas por cuenta propia que por relatos externos.- rió con sancarrona.



El ocaso terminó por cegar hasta el último rayo de luz, nuestros relevos ya habían sido acordados y ahora debía de tornarme guardia con Dhalia, quien desde la tarde no habia emitido palabra alguna.

Me recosté sobre el lateral del barco, disfrutando de las olas danzantes que se mezclaban con el cielo al horizonte. Y por algun motivo, mi corazón se remivió inquieto ante ello.


Laira (ivar the boneless)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora