Mis dedos jugaron ansiosos con la navaja que bailaba entre ellos, mis hermanas, a excepcion de Eris, nos habíamos visto obligadas a retirarnos del glan salón junto con todos sus ocupantes quienes ahora se encontraban a nuestro al rededor mirandonos de vez en cuando.
Mordisquee mi labio en un acto de nerviosismo. El rey Ragnar y su esposa Aslaug se encontraban teniendo una reunion privada con mi hermana para debatir lo que acontecería con nuestras presencias a continuacion. En pocas palabras, estaban decidiendo que hacer con nuestras cabezas.
Miré exasperada a mi alrederos sintiendome ahogada por tantos pares de ojos examinandonos, ¿es que acaso no tenían nada mejor que hacer?
-Ya llevan un buen rato.-Murmuró Dhalia.- ¿No tendrian que haber salido ya?.-
-Tranquila, Eris sabe controlar la situación.- Aster se recostó sobre el poste que se encontraba a su lado con la mirada fija en el gran salón.
-Lo se, pero eso no implica que podrían tenderle una trampa.- Alegué.- Podrían estarle haciendo cualquier cosa.-
-Descuida, si algo así hubiera pasado ella no dudaría en advertirnos.- La castaña rió levemente.- Además, sus gritos los escucharían hasta el cielo, sabes como se pone cuando coge bronca.-
-Haría temblar la tierra entera.- Rió Dhalia.- como aquella vez que le robaste su daga favorita ¿lo recuerdas?.-
-¡Cómo olvidarlo! aún conservo las cicatrices de sus uñas en mi espalda.-
Lancé una corta carcajada al recordar aquello, eramos tan solo unas niñas y aún así nos defendíamos como todas unas fieras.
Un grupo de jóvenes me distrajo de la conversación, se encontraban a un par de metros de nosotras. Nos miraban con sonrisas burlonas y un disimulo mal logrado.
Agudicé mi oído y les centré toda mi atención.
-Son muy raras, ¿porqué tendrían que taparse hasta la cabeza?.-
-Tal vez sus dioses no se los permiten.-
-O tal vez estén llenas de cicatrices, ¿te imaginas? que horror.-
-Yo pienso que son deformes, de otro modo ¿porqué querrías ocultar tu rostro?- Un coro de risas acompaño al comentario.
Tensé mi mandíbula sintiendome arder.
Una mano se posó en mi hombro, Aster me miraba con seriedad.- Déjalos, no valen la pena.-
-De seguro su madre se parecía a una audumla .-[Vaca de orígenes mitológicos]
oh no, eso si que no.
En menos de un parpadéo yo ya me encontraba de pie dirigiendome con la respiración agitada hacia el grupo donde el bastardo se encontraba.
-¡Laira no!.-
El sonido de mi espada desenfundada acató la atención de todos los presentes, causandoles por sorpresa mi asalto. El grupo de hombres resultó ser tan solo un par de años mayor a mí, pero mi atención se centró en uno en específico.
Tenia el cabello corto y rubio, con pequeñas trenzas que caían por su nuca. Un par de mechones se escapaban en suaves risos que se deshacian antes de llegar a sus celestes ojos.
Apunté en dirección a su cuello con furia.- Ya que tanto hablas a nuestras espaldas a ver si ahora me puedes dar la cara.- Gruñí por lo bajo.
[Narrador Externo]
Laira había tomado desprevenido a Sigurd, quien aún se encontraba con su cuerno de hidromiel a medio beber. Sus hermanos no tardaron en imitar la acción y apuntaron en dirección a la joven amenazante de capas verdes.
Durante unos instantes nadie movió ni un solo músculo,las respiraciones pesadas podían casi cortar el aire.
-Has dañado mi orgullo, y por ello te reto a duelo.- Laira desprendía llamas por sus oscuros ojos.
Sigurd se removió inquieto ante su presencia, mas no demostró temor. Por su voz intuía que la joven no superaba su edad, sin embargo no se permitió subestimarla del todo.
-¿De verdad quieres cavar tu propia tumba, niña?.- Se levantó echándole cara y aprovechando su diferencia de altura para intentar intimidarla.
-Yo no hablaría de eso por mí, vikingo.- Las palabras salían de manera acida de su boca.- Pruébame, si es que tienes los pantalones lo suficientemente bien puestos como para hacerlo.-
Un coro de murmullos se extendió ante sus palabras, la gente se encontraba interrogante ante la respuesta del principe. Sus hermanos le miraron de manera inquisidora y vacilante. Sabía que no tendría otra opción mas que aceptar.
-Ubbe, préstame tu espada.- El recién nombrado se dejó de lado y depositó el frío metal en manos de su hermano.
Aster y Dhalia se acercaron a su hermana de manera preocupada, sabían que no podían entrometerse o de lo contrario se desataría una masacre. Laira debería resolvérselas por su propia cuenta.
El tumulto se abrió paso dejando un área libre para los contrincantes. En menos de un minuto todo aquel que se encontraba rondando por la zona se hallaba atento al duelo que se estaba por desenvolver.
Laira hacía bailar su espada en círculos en un gesto provocador, la diferencia entre los metales se hacía notar, la suya relucía en un brillo azulado y fino, mientras que la de Sigurd se reflejaba como las grises nubes del cielo. Ambos se miraron con ojos chispeantes antes de desatar la pelea.
Nadie supo diferenciar quien atacó primero, pues sus furias se liberaron mas rápido que el tronar de un rayo. Ambos se enfrentaban con agilidad, utilizando hasta el último musculo de sus cuerpos para atacar con la mayor fuerza posible.
La joven tenía el pecho ardiendo en cólera, le habían faltado el respeto a ella y a su madre, la mujer mas dulce y buena de este mundo. Si había algo que lograba descolocarla por completo era que tocaran a sus seres queridos, a ella podrían clavarle mil estacas, pero involucrar a gente inocente y que no se lo merecía la transformaba en un huracán. y Sigurd había dado en el clavo mayor.
Los espectadores iniciaron gritos de apoyo hacia el joven rubio, quien ya tenía su frente perlada de sudor. Por años había entrenado contra sus hermanos, a quienes había vencido en varias ocasiones. Pero aquella muchacha se desplazaba con una destreza casi irreal. En menos de un suspiro Laira le había herido en parte del pecho y brazo derecho.
Jadeante sostuvo su espada en la otra mano y con un grito de coraje encaró hacia ella, logrando golpearla y lastimar su hombro.
La sangre había despertado en ella hasta el ultimo de sus sentidos, si hace momentos se estaba comportando como un animal salvaje, ahora se había vuelto todo un leviatán. En unos rápidos asaltos logró desestabilizar a su adversario, dejándole vulnerable.
En la última de las instancias aprovechó su descuido para arrebatarle el arma de sus dedos de un solo golpe, elevo sus puños y los estampó contra su rostro, derribándole.
El pueblo se sumió en un silencio suprucal cuando Laira sostuvo su espada contra el cuello de Sigurd, presionando con la suficiente fuerza como para crear un minúsculo corte en si piel.
-Me debes una vida ahora-Susurró sobre su rostro con una sonrisa vencedora.
La gente comenzó a moverse inquieta ante el paso de alguien que venía con una marcha apresurada frente a la conmoción que se había creado. Los ojos de Ragnar se dirigieron acusadores hacia la escena.
-¿Que diablos sucede aquí?.-
Eris miró con ojos fruncidos a su hermana menor, y ella se levantó con un suspiro preparándose para riña que se le vendría encima.
Ni los propios dioses podrían salvarle de esta.
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Laira (ivar the boneless)
General FictionLa tierra nórdica se encontraba preparada para la guerra, mas no para un caos entre dos mundos. Y mucho menos, para el encuentro entre dos corazones.