Las espadas chocaban entre si como rayos furiosos, el sonido del metal contra metal lograba aturdir a cualquiera que se le acercase, mas no a las contrincantes.
Las hermanas se enfrentaban con ímpetu, en un duelo que parecía no tener fin, la mayor embestía sin pena alguna soltando gruñidos que parecian mas de un animal que los de una joven. A sus al rededores coros de guerra y aliento se vociferaban en torno al duelo, todo Skíatos se había reunido para presenciar su lucha.
La menor miró con ojos vacilantes a su hermana, en un rápido movimiento había logrado crear un corte en el brazo que sostenía su escudo. Era su oportunidad.
Con sus ultimas fuerzas lanzó su escudo como si de un disco se tratase hacia la cabeza de la otra, logrando que impactara hasta dejarla aturdida. Se impulsó con sus piernas hasta terminar con la distancia que las separaba y en menos de un parpareo la tumbó de rodillas, manteniendo su espada firmemente contra su garganta.
-Muerta- susurro en su oído- Al fin te he vencido, hermana- El tono burlon no pasó desapersivido por nadie, y aunque cualquiera hubiera reaccionado ante esa falta de respeto, sabían que no era necesario.
Los gritos del público se hicieron presentes ante la victoria de la nueva vencedora, nuevamente, otra de las hermanas Erlandson se había proclamado ante los dioses como guerrera.
-Disfrutalo mientras dure- golpeó juguetonamente sus mejillas- Porque mañana volveré a patearte el culo, hermanita-
Laira rió y jaló del brazo de su hermana para levantarla con cuidado- Quiero verte intentarlo- alzó una ceja.
Ambas jovenes unieros sus cabezas en un último saludo de lucha y hermandad. A pesar de compartir lazos de sangre, su unión iba mucho más alla de solo aquello, eran hermanas, amigas, protectoras una de la otra.
-Ve a recibir a tu público, padre debe estar ansiando felicitarte- revolvió su cabello y de alejó en direccion al puesto de curación, mas allá de que sus heridas eran leves, le causaban una terrible molestia.
La menor caminó hacia el lado opuesto, agradeciendo con sonrisas a todo aquel que le alagaba y felicitaba. Sus mejillas comenzaron a teñirse de rosa ante tanta atención, cualquiera podría tildarla de intrépida y valiente, mas ella no dejaba de ser solo una joven apenas.
Cuando porfin encontró el rostro de su padre, corrió a su encuentro. Sus grandes brazos la recibieron con un cálido apreton, expresandole todo el orgullo que sentía gracias a ella. Su madre no tardó en unirse y en acariciar su cabello, algo que a ella le hablandaba el corazón. Nadie, en todo el mundo, poseía un tacto tan suave y dulce como lo tenía su madre.
La audiencia calmó su júbilo cuando la figura del rey se acercó hacia nosotros.
Eurídese llegó a pasos lentos frente a mí, junto a la visionera. Tomó la tinta del cuenco que posía en sus manos y dibujo en mi frente las runas que me proclamaban no sólo mujer, sino como guerrera.
-Leila, hija de Eraldson, hijo de nuestro Gran padre, te reconozco a tí, por el poder de mi pueblo y la gracia de nuestros Dioses, ante nuestro mundo y cualquier otro, como una más de nuestro clan guerrero- Tomó dulcemente mis mejillas y estampó un beso en cada uno de ellas- Felicidades, mi niña-
-Gracias, mi señor- Sonreí dulcemente, a pesar de que nuestra familia tenía una estrecha relación con la del rey, no podía permitirme dejar de lado las formalidades ante tantas personas. Eurídese era casi un segundo padre para mi, me había acompañado en cada trayecto de mi corta vida.
-¡Y ahora, bebamos y celebremos como nuestros dioses mandan!- Y en menos de un suspiro, todo el pueblo se encontraba dirigiéndose al gran salón a festejar.
Unas grandes manos cubrieron mis ojos, sonreí ante lo infantil que siempre me trataba. Gire sobre mis talones y le proporcioné un golpe en sus costillas, logrando que soltara un corto quejido.-¡Oye! ¿Y eso porqué?-
Reí- Recuerda que soy una mujer ahora Dhaito, debes tratarme como tal- Sonreí con superioridad.
-Para mí siempre seguirás pareciendo ardilla-Tiró de uno de mis mofletes- ¿Cuantas nueces vas guardando por aquí, unas diez? apresurate antes de que venga el invierno-
-¡Venga ya!- Le proporcione un saque y comenzamos a pelar de manera divertida como era tan habitual en nosotros. Nuestra amistad remitia a mis primeros inviernos de vida, donde compartíamos cuna incluso antes de generar consciencia, en todo lugar que yo estuve, él siempre se mantuvo a mi lado, incluso al crecer y que nuestras diferencias de edad se hicieran notorias, siempre mantuvimos cercanía.
-¿Aún siguen con sus jueguitos? creí que ya eras una mujer Laira- Exclamó mi segunda hermana mayor con tono vacilante.
Todavía sin soltar la cabeza de Dhaito, me giré en su dirección, notando que tambien se encontraba con Dhalia, su gemela.
-No estamos jugando Aster, sólo le estoy corrigiendo sus malos hábitos- Golpetee su coronilla- ¡perro malo!.-
Mi hermana giró sus ojos de manera juguetona- Ya parad un poco, debemos prepararnos para la ceremonia de esta noche, y recuerda que tú tambien debes asistir, debes recibir tu nuevo deber como mujer.- Palmó mi hombro en forma reconfortante.
-Lo se- Suspiré.- Estoy nerviosa por ello.-
-Los Dioses nunca se equivocan hermana- Habló Dhalia.- Tengo fé en que ellos proclamaron grandes ambiciones para tí, recuerda que eres una Eraldson.-
-Eso espero, gracias- Le sonreí suavemente.
Guardé mi espada en el morral de mi cinturón y miré hacia el cielo que comenzaba a oscurecer.
¿Dioses, qué planéan de mi?
ESTÁS LEYENDO
Laira (ivar the boneless)
Narrativa generaleLa tierra nórdica se encontraba preparada para la guerra, mas no para un caos entre dos mundos. Y mucho menos, para el encuentro entre dos corazones.