quince.

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― no mi niño... no puedes ir.

respondía la rubia
en su lugar;
pero para el pequeño
le restó importancia
y corrió hacia la pierna
de jim, con miradas suplicantes.

― ¡papá! ¿puedo ir?

el irlandés lo miró por unos
segundos y negó lentamente
bajo la tristeza de su alma
y sus comisuras caídas
que se escondían en su bigote.
se hincó para tomar su tamaño
y sus ojos se humedecieron
al decirle:

― cariño... lo siento frederick. lo siento pero no puedes.
tengo que salir del país por motivos laborales...

― ¿te irás muy lejos?

― ...tristemente.

― ¡pero yo quiero ir!

― lo siento amor.

el mayor cargó sus maletas
y caminó hacia la salida,
el castaño sólo lo veía con los ojos tristes.

― te seguiré amando, siempre.

concluía como últimas palabras
antes de cerrar la puerta de la mansión
y luego salir del jardín.

1991Donde viven las historias. Descúbrelo ahora