El escritor que se promocionaba

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Esa noche cenamos en casa. Estábamos Bioy, Macedonio y Borges. Nos fuimos después de comer al salón, dónde se dió el diálogo que aquí refiero.

Borges nos describió (por cuarta o quinta vez) los pormenores de Snorri Sturlson y las eddas nórdicas. Bioy lo interrumpió comentándole que el mismo tema era descripto por Emily Dickinson. La charla se animó un poco y nos pusimos a hablar de los escritores de ahora. Borges nos dijo que el otro día le preguntaron después de una clase cómo había hecho para promocionarse. Le preguntó a qué se refería y el estudiante, con pícara mirada, le dijo que "ya sabe, como se dió a conocer, como vendió los primeros libros". Estuvimos de acuerdo en que la escritura estaba en decadencia. Se tomaba como una mercancía, y un joven hoy en día estaba más preocupado en cuestiones monetarias antes incluso de haber garabateado un verso.

Macedonio habló y callamos al instante. Nos dijo que, como ya habremos imaginado, en un futuro sólo habría promoción. Cada vez más escritores aprenderían sobre publicidad antes siquiera de saber leer. Los escritores sólo iban tener que pensar un título, y las editoriales se harían cargo del resto. El título, apenas anunciado, se lo va a declarar como el mejor del año (con los respectivos derechos cinematográficos ya adquiridos, por supuesto). El mismo acto de escribir sería una ficción: la portada y el título será lo único creado, y el contenido serán páginas en blanco. A la gente no le importaría, o ni siquiera se darían cuenta. Se harían recomendaciones de libros y se otorgaría un premio al mejor del año. Los escritores, en charlas y entrevistas, van a rememorar lo arduo de la escritura, y darán remanidos consejos a los escritores en ciernes. La pantomima continuaría al escribirse libros de crítica y sesudos profesores darían clases sobre los clásicos de la época contemporánea. Nos dijo que el argumento y los debates iban a ser imaginarios, y las influencias literarias darían orígenes a nuevas corrientes, tan imaginarias cómo las anteriores. El escritor, ya reconocido, viviría del trabajo escritoril y ya no tendrá que preocuparse más por hacer promoción (o escribir), nunca más.

Le dijimos que daba para un cuento, que tenía que escribirlo. Nos dijo que no, que era un cuento más al estilo Bustos Domecq. Borges y Bioy empezaron a planear cómo podían escribirlo. Imaginaron una charla imaginaria entre escritores famosos (para que tuviera más peso toda la idea), referida por un personaje desconocido. Este personaje terminaría siendo ellos mismos, y habría un desdoblamiento de la realidad que seguramente la crítica (y esto lo dijeron riéndose) lo denominaría como "borgiano".

Se deleitaron un rato más con la idea, y luego la dejaron de lado con la promesa de escribirlo.

Compendio del entendimiento humanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora