Supo que el momento había llegado al oír los pasos. Pronto saldrían las estrellas. Por supuesto, él no sabía qué era una estrella, nunca había visto una. Pero el otro le habló de ellas. Le había explicado que eran polvo que brilló hacía muchísimo tiempo, y que recién ahora su luz nos llegaba. Le gustaba pensar por la noche en las estrellas. Le gustaría ver una algún día.
Lo que abarcaba su vista en ese momento era todo cuanto conocía: una gran pradera, un bosque y la casa, olvidada por el mundo hacía tiempo.
––Hora de entrar.
Se quedó allí, sin moverse, en un simulacro de desafío. Imaginó qué pasaría si se negaba a entrar, imaginó qué pasaría si intentaba huir. Pero la idea se desvaneció al instante. Había aprendido a no soñar.
Arrastró los pies hasta la ruinosa casa. El pasto y las hojas secas crujían bajo sus pies mientras el frío lo atacaba. En el interior de la casa, entre el polvo y la humedad encontró familiaridad. El Otro tomó un candelabro y juntos descendieron al sótano.
Las escaleras se quejaron bajo el desacostumbrado peso. Las alimañas recorrían las cajas y cristales rotos por el suelo. El Otro dejó la luz y se inclinó, tomando una oxidada argolla de metal y tirando de ella. Una puerta se abrió en el suelo, dejando al descubierto un oscuro escondite. Se hizo a un lado y dejó a su acompañante hacer lo que ya sabía. Con desgana y torpeza pasó este su cuerpo por el hueco en el suelo. Sintió el hogar a su alrededor.Desde la oscuridad miró al Otro. Abrió la boca y la volvió a cerrar. Se aclaró la garganta. Articuló las palabras con lentitud, con la duda del que no lo hace a menudo.
––¿La tengo que usar?
El Otro asintió y sacó el objeto. Se lo puso y se despidieron sin palabras. La trampilla se cerró. Observó a través de las maderas del suelo la tenue luz alejarse. Se recostó en el suelo, escuchando al otro irse. Pensó en las estrellas. Cuando ya solo oía su respiración, se llevó las manos al rostro. Sintió, con resignación, la fría superficie de la máscara de hierro.
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Compendio del entendimiento humano
Short StoryCarlos Xll de Suecia dijo, al escuchar los cañonazos en su primera campaña militar, "esta será desde ahora mí música". Desde que tengo uso de razón mí música es el debacle humano. He interrogado el mundo en busca de respuestas. Ignoro si lo que hall...