Capítulo VIII

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Me desperté en una soledad absoluta. Miré las paredes de mi habitación, pérdida. Mi mente estaba en blanco pero tenía la leve sensación de que lo que había pasado no había sido más que una pesadilla, un anhelante y terrorífico mal sueño.

Era de noche, estaba todo muy oscuro, a excepción de las farolillas naranjas que se encontraban en la calle. Afuera no se escuchaban ruidos, adentro tampoco. Parecía que era la única en este lugar.

Temblé de solo pensarlo.

Me incorporé débilmente logrando sentarme sobre la cama. Estirándome un poco, prendí la lámpara de la mesilla e intenté averiguar que hora podría ser. Al no ver mi móvil, una punzada de terror ya conocida, me inundó. No fue una pesadilla, realmente pasó.

Cogiendo el control remoto encendí la televisión asustada, comencé a hacer zapping en las noticias, quería saber si alguien había encontrado o sospechado de algo.

Nada, no sabía si me sentía aliviada o con un pánico enorme.

La televisión sólo hablaba de amoríos de famosos, deportes y sobre la situación actual del país.

Decidí levantarme y bajar a la cocina. Mi panza hacía sonidos de evidente hambre, sentía un vacío enorme. Después de todo, no había ingerido nada más que el alcohol en los dos días que habían pasado, y lógicamente ya había desaparecido de mi sistema.

Al pasar por la sala de estar me fijé en el reloj de pared, eran exactamente las 3:32 am. Pude vizar también que encima del sofá estaba el chal negro de encaje de mi madre, eso quería decir que ellos ya estaban en casa. Eso pudo haberme alegrado un poco.

Me pregunto si habrán ido a ver como estaba o si simplemente Aslan les había comentado algo sobre mi estado. Mi estómago se apretó y en un segundo había perdido total apetito.

Decidí beber un vaso de jugo natural, quizá apacigüaba la sequedad repentina de mi garganta y de paso, la pulpa alimentaba mi pobre estómago.

La noche se sentía fría, silenciosa, casi un poco aterradora. No pude evitar el fruncir el ceño cuando me percaté de la totalidad de la oscuridad. Me pareció extraño, normalmente en nuestra urbanización dejaban unas luces exteriores encendidas en los jardines de cada hogar, para detectar robos o si algún animal se colaba a las casas a comer de la basura.

Sin embargo, sólo las luces de mi jardín se encontraban apagadas.

Una sensación ligeramente ácida subió por mi garganta. Estaba segura que todo lo ocurrido estaba perturbando mi cabeza nuevamente. Solo necesitaba descansar por ahora y mañana ver que podría hacer.

Ese era mi pensamiento mientras subía los escalones a mi habitación.

Con ese pensamiento tenía pensado volver a la cama y dormir aunque sea iba a intentarlo, lo hubiera hecho, si no hubiera escuchado un móvil sonar repetidamente. A paso lento me adentré a mi habitación, cerrando la puerta tras de mi. El sonido se incrementaba más a medida que me acercaba a mi mesita auxiliar.

Abriendo el cajón, mi piel se crispó, al darme cuenta del móvil que le había quitado a mi secuestrador.

Mi corazón dio un vuelco, cuando cogí el móvil aterrada. Otro vuelco más cuando me di cuenta que aquello que sonaba tanto, no era una llamada entrante como había imaginado. Quizá incluso me hubiera asustado un poco menos. Pero el sonido era producto a 33 mensajes que uno por uno se fueron sumando a la casilla.

Todos decían lo mismo.

"Te encontraré pronto."

Con un grito ahogado, arrojé el móvil con todas mis fuerzas contra la pared, el ruido se sintió en toda la habitación, dejando un eco en mis oídos. Sabía que se había hecho trizas. Pero no me importaba, tampoco me importaba el ruido causado. Mi piel ardía como si el simple hecho de coger ese estúpido objeto hubiera provocado una quemadura de tercer grado en mi mano.

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⏰ Última actualización: Apr 16, 2021 ⏰

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