Prólogo

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                        Nochebuena

                                                       Yoongi

Toda la semana él había frenado el ansia, pero ahora estaba a sólo
unos metros.

El caminar se convirtió en un trote, hasta que el suelo de hormigón resonó los golpes de sus desesperados pies corriendo. Tenía que ver, sólo esta última vez. Corrió por delante de paredes desmoronándose, girando finalmente alrededor de la última esquina.

El garaje todavía estaba allí.

Alivio y decepción batallaron dentro de su cabeza mientras sus ojos recorrían las paredes- el rincón goteante, montones de escombros, bolsas negras y basura, el estante... Era lo mismo, esperándolo, en silencio, como si supieran que regresaría.

Su corazón latía tan violentamente, las ondas de choque aterrizaron justo en la punta de sus orejas, y por un tiempo, las oleosas náuseas detuvieron el pánico.

No debería estar aquí...
Desagradecido y desleal...

Justo a tiempo, recordó respirar y pensó en el rostro durmiente de Jimin.

Una mano agarró la otra mientras Yoongi dejaba que sus ojos vagaran por la ruina, diciéndose a sí mismo que no vendría aquí de nuevo, jamás.

Pero aun así, sus uñas intentaron cavar, demasiado profundo.
Tomó más atención de lo que debería desenrollarlas antes de romper la piel. Tenía que mantenerlas muy cortas, cortar las avenidas para las oportunidades.

Sacudió la cabeza con rabia, tratando de quitarle los estúpidos recordatorios.

Meses de terapia... pero de vez en cuando todavía se sentía atado por las cosas malas.

Regla: el dolor es puro y tan sólido como el cielo y la tierra.
Nunca me decepcionará ni me abandonará.

-Y la regla es mierda y no tiene poder sobre mí- dijo firmemente, contando los latidos de su corazón hasta que desaceleraron.

Por supuesto, él solo quería recordar lo malo que era aquí; no tenía ninguna razón para ser culpable de la visita. Un malestar inquietante le hizo mirar cautelosamente por el callejón, pero no había cabeza acusadora rubia. Yoongi no estaba haciendo nada malo, pero venir aquí hoy sería difícil de explicar.

El año pasado, este garaje abandonado, lejos del mundo, había
sido su único hogar. Ahora tenía un departamento, y estaba feliz, pero...

Pisó cuidadosamente a través de los charcos, hacia el estante donde una vez había colocado sus pertenencias y cosas de gran valor.

-¡Yoongi!

Yoongi saltó, golpeando la pared mientras se daba vuelta para hacer
frente a la voz. Jimin. Por supuesto que era Jimin. Alto y guapo, apareció en la entrada como un guerrero urbano trepando en un poster.

-¿Qué estás haciendo aquí?- Preguntó Jimin –Dijiste que no volverías. ¿Por qué quieres venir a este agujero de mierda?- Se echó las manos a las caderas y esperó.

-¿Me seguiste?– Preguntó Yoongi con cuidado, no queriendo una discusión.

-Sólo me estaba asegurando de que estuvieras bien- Jimin lanzó sus brazos a la defensiva. -¿Por qué no respondiste mi llamada?

-Lo siento. Salí a dar un paseo y entonces...

-¿Un paseo? ¿Aquí afuera en la tierra del apocalipsis?

-...y entonces, recordé que estaba cerca. Hay un objeto que dejé aquí, hace mucho tiempo- Yoongi quería besar a Jimin ahora, sin embargo. Él quería alejarse y abandonar este triste lugar para siempre. Incluso en este páramo, Jimin brillaba. Ocasionalmente, el brillo era demasiado, como mirar al sol sin parpadear.

-¿Dejaste qué? ¿Parte de tu pulmón por toser? ¿El olor a orina? ¿Por qué viniste aquí, cuando podrías estar conmigo?- Jimin apretó sus labios firmemente, pero no lo suficientemente rápido como para
detener el temblor.

Yoongi lo miró fijamente, esperando a que Jimin se frotara la frente.
Siempre lo hacía cuando estaba angustiado o herido.

-No. Déjame mostrarte lo que dejé. Significa mucho para mí- él extendió su mano. Jimin la miró con furia y, por un minuto, ambos esperaron a que le preguntara a Yoongi cuándo la había lavado por última vez. Pero esos días se habían ido.

Jimin se adentró y tomó su mano, entonces la besó tiernamente.

-Estaba preocupado- murmuró, frotándose la frente con la otra mano y encogiéndose de hombros.
Yoongi apretó su preciosa mano y lo acercó.

-Mira, ahí. ¿Ves ese estante?- Jimin se inclinó para mirar, su cabello rubio cayó sobre su hermoso rostro.

-¿Qué se supone que debo notar?-

Él frunció el ceño. La mayoría de los modelos abandonados de origami de Yoongi se habían vuelto húmedos y se habían derrumbado, pero la estrella de papel aluminio seguía en pie con orgullo.

-Esa estrella. ¿Ves?

Jimin miró de reojo a Yoongi, sus labios contrayéndose. No exactamente una sonrisa, pero lo suficientemente cerca.

-Te vi una vez, fuera del refugio, cantando canciones de Navidad.
Hace un año, ya. Estabas de muy mal humor y probablemente cantando
malas palabras.

Ahora Jimin estaba definitivamente sonriendo.

-Me hizo pensar en una estrella, con mala actitud. ¿Ves cómo sus esquinas giran en ángulos diferentes? Está diciendo: “Sí, tengo que estar aquí brillando, aunque no me guste. Soy brillante y hermosa, pero vete a la mierda". Esa estrella va a ir en la parte superior de nuestro árbol de Navidad.

Ahora Jimin se reía, su amplia boca se abría y sus ojos oscuros relucían.

-Lo que sea, hombre. Consigamos la estrella de mierda y salgamos de aquí– pero él estaba contento, cogiendo la estrella y suavemente acunándola en su mano -¿Y esos?- Preguntó, señalando lo que quedaba de los modelos.

-Sólo vámonos, y nunca vengamos aquí de nuevo- susurró Yoongi, queriendo llevar a Jimin a casa.- Es solo basura y no la necesitamos.

Salieron juntos, pero en el último minuto, Yoongi vió a Jimin
recoger las viejas figuras y ocultarlas en su mochila.

La invasión de JiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora