Capítulo 2

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Observo el lienzo que tengo en frente, cada una de las líneas y texturas que componen el lúgubre paisaje que estoy reflejando. Buscando inspiración decidí acercarme al pantano y he de decir que es un poco inquietante, no sé cómo los habitantes del pueblo le tienen tanta adoración. Para mí solo es una charca de agua turbia rodeada de árboles que impiden el paso correcto de la luz. Sin duda es un lugar dónde se podría haber rodado la película de Martes 13. Transmite la misma seguridad que estar encerrada en una jaula de leonas hambrientas vestida con un traje de filetes. 

Un crujido me hace girarme y no veo nada más allá de la vegetación que rodea la pequeña playa en la que estoy situada, tampoco hay nada en el sendero por el que he venido. Maldita sugestión, ya empieza afectar a mi realidad. Sin embargo, cuando vuelvo a mi posición original, me encuentro con Abby justo en frente de mí y con el lienzo entre las manos. Me sobresalto y casi me caigo de la piedra en la que estoy sentada.

⎯¡Abby, me has asustado! ¡Pensé que estaba sola!⎯exclamo con una mano en el pecho mientras mi corazón, acelerado, golpea con fuerza contra ella.

⎯Oye, se te da muy bien esto del dibujo, ¿no?⎯responde ignorando mis palabras–. Aunque creo que podrías darle más luminosidad, el pantano se lo merece. Le debemos la vida. Arréglalo. 

Está loca, sin duda alguna. 

⎯Me dedico a ello y haré mis cuadros como quiera⎯digo arrebatándole el lienzo de las manos, aún con la respiración agitada, aunque no sé si por el susto y por lo que me ha molestado que me dé órdenes sobre cómo realizar mis obras⎯. ¿Querías algo? 

⎯Venía buscarte⎯responde y me sonríe⎯. Hay que prepararse para la gran fiesta. 

⎯No voy a ir. Me quedaré en casa, veré una serie en Netflix… Quiero estar tranquila⎯contesto mientras empiezo a recoger mi material de pintura. 

⎯No. Eso es inaceptable. Debes venir. Hay que honrar al pantano. Me pasaré a buscarte a las seis en punto, quiero que estés preparada a esa hora⎯su tono de voz gélido y serio hacen que asienta con un movimiento de cabeza sin rechistar. Su rostro cambia bruscamente a una expresión de entusiasmo⎯. ¡Perfecto! Ponte guapa. Hasta luego, Lacey. 

Se marcha por el pequeño sendero sin darme tiempo a despedirme. Su oscura melena va ondulado al mismo ritmo que sus pies van golpeando contra el suelo. ¿En serio no tenías más lugares que eliges este pueblo? Pienso para mí misma.

Termino de recoger mis cosas y me marcho al coche para regresar a casa. Conduzco por las estrechas curvas de la carretera y veo a un hombre caminando por el arcén. Lleva algo al hombro así que decido acercarme por si necesita que le acerque al pueblo. Me detengo a su lado y bajo la ventanilla. 

–Perdone, ¿quiere que le acerque a algún lado? Me dirijo a Swamp Shore. 

El hombre gira la cara. Tendrá unos cincuenta años, las canas tiñen zonas de su cabello y de su espesa barba. Su prominente nariz es lo que más resalta de su rostro, opacando el suave y brillante color verde de sus ojos. 

⎯Claro, me dirijo hacia allí. Aceptaré su ayuda, señorita, no quiero llegar tarde a la fiesta. 

Rodea el capó y veo que lo que lleva a su espalda es un saco. Espero no estar montando a un asesino a mi coche, me gustaría seguir viviendo. Ignorando mi sexto sentido que me pide huir y dejarle aquí, espero a que suba y emprendo el camino de nuevo. 

⎯Eres la chica a la que Arthur alquiló su antigua casa, ¿verdad?⎯no me da tiempo a contestar porque sigue hablando⎯. Claro que eres. Me conozco a todos los habitantes de Swamp Shore. Dijo que eres artista y que vienes de lejos. ¿Irás a la fiesta?

El pantanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora