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Dicen que los niños, suelen tener amigos imaginarios, dicen también que algunos ancianos llegan a comportarse como niños.

Mi madre ya muy ancianita, era como una niña, amable, tierna y cariñosa, por esa misma razón, siempre creí que ella había inventado a un amigo imaginario.

Desde que sufrió aquella caída y se fracturó la cadera, mi madre ya no fue la misma, por su fortaleza y ánimo de vivir, logró caminar un mes después, pero apoyada en ese tipo de bordón de cuatro patas, la mayor parte del tiempo se la pasaba en su cama, mirando televisión o bordando.

Madre de ocho hijos, todos ausentes, tuve que sacrificar mi trabajo y familia para estar con ella por temporadas, yo era el único de los ocho que podía hacerse cargo de ella.

Esos tres años viajé constantemente de Mexicali a Zacatecas.

En uno de esos viajes, me encontré con una sorpresa, la visitaba todos los días un niño.

__ A vaya ¿Así que te visita un niño? __ Le pregunté divertido.

__ Sí, viene todos los días a que le cuente cuentos __ me dijo mi madre emocionada. Mi madre había sido una excelente contadora de cuentos.

__ ¿Y cómo se llama tu niño?

__ Ah, pues no sé. No le he preguntado, pero al rato que venga le pregunto.

Me platicó que es rubio y muy bonito, siempre llega corriendo, sonriendo y salta a la cama donde está acostada, a veces le esconde los hilos de su costura o sus cigarros, es porque quiere que le cuente un cuento, cuando ella come, siempre le pide, dame, dame, dame…por eso ella come bien, porque nunca come sola, cuando se duermen, se abrazan mutuamente y ella ya no siente frío porque el cuerpecito de su niño le brinda calor, ambos se dan mucho cariño.

Por la tarde me dijo mi madre.

__ Hace rato que vino mi niño, le pregunté cómo se llama. Me dijo que Manuel.

__ Muy bien por Manuelito ¿Y ahora en dónde está?

__ Pues mira, aquí lo tengo, bien dormidito, mira que chulo se ve __ Tenía su cobija arropándolo según ella.

__ A vaya, sí que está hermoso __ Le dije siguiéndole el juego __ ¿Cuál cuento le contaste?

__ Torcuato y Canuto. Ese también era tu favorito, ¿te acuerdas?

__ Sí madre, como olvidarlo. Bueno, ahora yo te voy a leer otro capítulo de LAS ROSAS NO APRENDEN GEOGRAFÍA __ Todas las tardes le leía.

__ Muy bien, te quedaste en donde el profesor, Mario Luján, por fin se va a enfrentar a Ramiro el comisario en un duelo de dominó, bien que le da lata siempre que jueguen, a ver quién gana.

Y le leí en voz baja para no despertar a su niño. Ese niño que en su imaginación, vino a suplir a todos los hijos ingratos que no la acompañaron cuando más los necesitaba.

Pero ¡EL ANGEL DE MI MADRE ERA REAL!

Mi madre, por un problema en los riñones requería de hemodiálisis para que me durara un poco más de tiempo. Ella le tenía miedo a esa curación, me suplicó que por nada del mundo la fuera a torturar con ese proceso. Obvio le obedecí.

Se me fue acabando poco a poco, ya no pudo caminar y si íbamos a cualquier parte, tenía que ser en una silla de ruedas, se le acabaron las fuerzas.

Una tarde me sentía muy cansado, mi madre ya no abría los ojos y pedía constantemente agua, en su cuarto estaba una hermana de ella y su hija.

Le pedí que la cuidaran un rato, yo tenía que mandar una tarea a la universidad donde estudio literatura.

Me fui a un cuarto contiguo y abrí mi computadora, apenas iba a empezar a leer cuando escuché aquella vocecita.

terror Donde viven las historias. Descúbrelo ahora