infelidad

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Estaba muy dolida por el engaño, mientras esperaba que la experta en ciencias ocultas, la atendiera.

Marina iba recordando cómo había descubierto a Manuel haciéndole teniendo sexo con su mejor amigo Giovanni, casi se muere al ver a ese hombre, fornido, velludo, viril, besando y penetrando a otro hombre.

Quizás si hubiese sido a otra mujer se lo perdonaría, pero, no era así.

¿Qué dirían sus amigas al enterarse...??, que ella no era lo suficientemente buena en la cama como para que el atlético de su novio fornicara con otro tipo.

No solo le dolía la infidelidad, sino también su orgullo , su amor propio...

De repente la voz de la bruja la sacó de sus pensamientos:

–Señorita, puede pasar...!!

Marina entró muy resuelta, pero al ver lo lúgubre de la estancia pensó en dar media vuelta y regresarse, pero su odio pudo más que su miedo, tomó aire y entró...

–Pasa y siéntate querida, ya te atiendo, le dijo Casilda “la bruja”, mientras acomodaba las cartas del Tarot...

–Gra-gracias,- dijo Marina, es usted muy
a-amable...

Con el rabillo del ojo le echaba una mirada a la habitación, estaba medio oscura, con velas y velones por todas partes, en el suelo había dibujada una estrella de seis picos, ella caminó rápido sin querer pisarla.

En el centro de la pared, justo detrás de Casilda, había un cuadro de Satanás, se veía inquietantemente real, sus ojos eran rojos, sangrientos, casi se podía decir que estaban llenos de vida, ella se sentó, sin poder disimular su nerviosismo...

–Toma querida, -le dijo Casilda entregándole el mazo de naipes- corta las cartas...

–Vera señora Casilda, -dijo Marina haciendo un gesto de no quererlas- yo no he venido a que me lea las cartas, he venido porque mi marido, bueno, mi novio, me es infiel, y yo quiero vengarme”...

–Ok, ¿Y qué tienes pensado para vengarte?, ¿quieres que se quede impotente?, ¿Qué ninguna mujer lo busque más?, ¿lo vuelvo marica…? No sé, tú me dirás…

Marina se quedó en silencio, quería vengarse, si, pero aún no había pensado como. Con dejarlo impotente no iba a lograr nada, puesto que era gay, y a lo mejor aprovechaba que no se le levantaba el miembro para que lo penetraran a él.

Así que tampoco era venganza que ninguna mujer lo buscara…

–Entonces querida, -apuró Casilda-, ¿cómo castigamos a tu Romeo infiel, a ese “macho” que siente debilidad por otros hombres?

–¿Cómo lo sabe? –preguntó Marina parándose de un salto-, ¡no se lo he dicho a nadie...!!

–Querida, tengo “ciertos” poderes, ¿lo olvidas?

–Haga lo que quiera, -respondió Marina de mala gana-, solo quiero verlo muerto, pero que sea rápido. Ahí está todo lo convenido. Puso en el escritorio una foto de Manuel con su nombre completo escrito por la parte de atrás, y un fajo de billetes...

–¿Está completo el dinero?

–¡Claro que lo está!, Ojalá sea tan buena como me han dicho, ya que le estoy pagando una pequeña fortuna. Además, no quiero que quede rastro de su asesinato...

–No te preocupes querida, verás que en menos de un mes tu Romeo ya no existirá, y nadie sospechará de ti.

Marina salió de inmediato de aquel lugar, sentía un gran remordimiento, como si le hubiera pagado a un sicario para hacer despreciable trabajo. Respiro profundo, contuvo el llanto y se marchó a su casa.

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