Doña Rosa era una mujer fría, en el barrio decían "¿Porqué le pusieron Rosa si más parece la espina?" Bueno, es que era algo asocial. Su esposo, Samuel, sin embargo parecía ser feliz con ella y sus tres niños. Elizabeth de 7, Tomás de 5 y Abraham de 3. La familia no era de mucho tener, pero cuando a Don Samuel le despidieron, esa situación empeoró. Ella se tornó más antisocial, y en vez de buscar ayuda con los vecinos, buscaba trabajos eventuales. Las cosas fueron de mal en peor. A veces se oía a los niños gritar, no se sabía si de hambre o porque la mujer les golpeaba, y sabiendo lo cruel que se sabìa que era, todo era posible. Una mañana, nos enteramos que don Samuel se había marchado. Se decía que porque su esposa le atacaba física y verbalmente. Las cosas estaban muy mal, y sin el soporte de don Samuel, todo iría peor. Algunos vecinos le ofrecieron ayuda a la mujer, pero ella la rechazó. Sí que era orgullosa la bruja. Sí, así empezaron a llamarle en el barrio. Eventualmente, Doña Rosa dejó de ser vista en la calle, al igual que los niños. Entonces las autoridades escolares tocaron a su puerta, pero nunca abrió nadie. Finalmente la policía llegó a casa y entonces, al escuchar el llanto de uno de los niños, entraron a la fuerza. Qué escena! Doña Rosa estaba agonizando en el suelo, casi muerta y magra. La policía entonces se llevó a los niños donde las autoridades correspondientes y a la mujer en una ambulancia, en dónde finalmente murió. La policía explicó luego que había encontrado los restos de don Samuel, enterrados en el patio trasero. Y determinó que la mujer había muerto por lastimarse así misma. Los niños lamentablemente fueron separados y nunca se supo lo que realmente pasó. Pero yo se los contaré. Mis padres vieron nuestra situación y entonces decidieron sacrificarse por nosotros. Mi padre fue el primero; fingiría su partida y luego volvería para suicidarse y permitir que mi madre cogiera la carne de su cuerpo para darnos de comer. Cuando esta se acabó, era el turno de mi madre, ella empezó a rebanar carne de sus propios muslos y brazos y dárnoslas de comer. Mis padres nos amaban, morían por nosotros. Y por ese amor decidieron sacrificarse. Mi madre, solo hasta el momento en que las autoridades llegaron para poder hacerse cargo de nosotros, dobló sus rodillas, cayó al suelo y se despidió. Mi madre no era mala, solo era orgullosa.