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Voces discutiendo se escuchan de fondo a toda la oscuridad que hay a mi alrededor. Froto mis ojos y al ver mejor algo de luz se logra ver por debajo de la puerta. Me siento y una vez me acostumbro a la oscuridad me doy cuenta que sigo en casa y en el cuarto que comparto con Minato.

Me levanto y veo que mi cuerpo ahora tiene un pantalón corto y una polera gruesa de Minato. Camino hasta la puerta y al abrirla debo cerrar los ojos por la repentina luz. Una vez mis ojos dejan de doler, bajo las escaleras y entro a la cocina, que es donde proveniene la discusión.

--Por favor ya dejen de discutir, mi cabeza está a punto de explotar-- murmuro con la voz ronca por recién despertar.

--Amor, ¿Cómo te encuentras?.

--Bien, mi fiebre parece haber bajado y no me siento tan mal, solo me duele la cabeza.

--Es por dormir dos días seguidos cariño.

--Mamá-- digo algo incómoda al verla a ella y a mi padre.

--No me dejaban llevarte al hospital-- se queja en voz baja Minato mientras me abraza, y puedo jurar que en sus labios hay un pequeño puchero.

--Está bien, no hacía falta, ya te lo he dicho, he vivido con esto desde que tengo memoria.

--Aún así estaba preocupado.

Me separo de él y debajo de sus ojos veo unas feas sombras negras. Sonrío y me cuelgo de su cuello para luego depositar un beso en sus labios.

--Perdón por preocuparte-- murmuro entre sus brazos.

--Creo que deberíamos irnos-- comenta por lo bajo mi padre.

--¿Por qué lo hicieron en mi cuarto?-- pregunto sin mirarlos, ya que muero de vergüenza e incomodidad.

--Nosotros, verás-- empieza a balbucear mi madre y al ver su cara la noto roja, igual o más que el pelo de Kushina.

--Da igual-- digo en un suspiro. --Pero no lo vuelvan a hacer otra vez en mi cuarto, es asqueroso.

--Bien-- dicen los dos al mismo tiempo y sin más se van.

--Que incómodo-- chillo escondiendo mi cara en el pecho de Minato, quien hasta ahora se mantuvo abrazándome en silencio.

--Ya, ya pasó cariño, ellos también necesitan divertirse.

--Diuhg, no lo digas.

Él se ríe y se separa de mi dándome un beso en la frente. Pero antes de que empieze a alejarse aún más tiro de su muñeca y lo hago sentar en la silla. Con una sonrisa torcida me siento sobre él y empiezo a mover mis caderas encima de su miembro.

--¿Ahora? Recuerda lo que pasó cuando lo quisimos hacer-- suelta con nerviosismo Minato y sus mejillas están algo rojas.

--¿Desde cuándo te sonrojas?.

--¿Qué? Es que, hoy te ves más hermosa y sexy-- murmura con voz tranquila y acaricia mi cabello.

Cierro mis ojos y me apoyo más en su mano. Él aprovecha ésto para pasar su cálida lengua por todo mi cuello y de paso perderlo un poco. Un pequeño gemido ahoga se me escapa y eso provoca que Minato suelte un risa.

--Esperemos un poco más-- termina por decir y se separa de mi cuello.

--¿Qué? No, yo quiero ahora Minato-- digo en tono de niña.

--Pero-- sin embargo no termina de hablar que el timbre empieza a sonar desesperadamente.

--¡Maldita sea!-- me quejo mientras me levanto y camino con largas zancadas hasta la puerta.

La niña de los clavos. |Minato y tu|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora