—Mi niña, es hora de despertar. —al escuchar la dulce voz de mi madre comencé a abrir los ojos, luego me senté en mi lugar a la par que me tallaba los ojos.
Sentí como algo un poco pesado era depositado en mis muslos, miré hacia allí encontrándome con un hermoso pastel de chocolate decorado con frambuesas y unas velas que formaban el número dieciocho.
—¡Feliz Cumpleaños Holly! —me felicito mi familia al mismo tiempo con una gran sonrisa en sus labios.
—¡Muchas gracias! —agradecí sonriendo.
—Vamos, apaga las velas y pide un deseo. —dijo mi hermana menor entusiasmada, con lo cual, cerré los ojos y pensé en algo rápido antes de soplar las velas.
—¿Qué deseaste? —preguntó mi hermano menor automáticamente, sacándome una carcajada.
—Si te lo digo no se cumple. —le recordé picándole la nariz con ternura.
—Muy bien niños, lleven el pastel al comedor y denle los toques finales a la sorpresa de su hermana. —ordenó mi padre sin dejar de sonreír, recibiendo como respuesta un asentimiento muy efusivo por parte de los niños, quienes tomaron el pastel y salieron corriendo de mi habitación. —Aun no puedo creer que ya hayas cumplido dieciocho años. —confesó sentándose al borde de la cama.
—Tengo sentimientos encontrados en este momento. —declaró mi madre con un semblante nostálgico.
—¿Por qué mamá? —pregunté un poco confundida.
—Es que siento tristeza al pensar que diez de esos años los has pasado muy lejos de nosotros. Sin embargo, también me siento contenta de que, a pesar de nuestra ausencia, te has convertido en una hermosa y honorable jovencita. —habló con una sonrisa melancólica, por lo cual me acerque a ella y la abrace con fuerza.
—No debes estar triste, lo importante es que ya estoy aquí. —susurré con una sonrisa antes de romper el abrazo. —¿O no? —ella asintió poniéndose de pie.
—Bueno, estaremos esperándote en el comedor. —avisó mi padre para luego marcharse de mi cuarto junto a mi madre.
Solté un suspiro decidida a levantarme de la cama, caminé hasta el baño con el fin de cepillarme los dientes y tomar una ducha. Sin embargo, mis acciones se detuvieron al verme en el espejo, volví a ver aquellas cosas que decoraban mi cabeza, que me desagradaban bastante y ahora formaban parte de quien era: Dos orejas de conejo.
—Recuerda Holly, tu pasado forma parte de ti y te formo a lo que eres hoy. No debes dejar que te detenga. —me recordé antes de cepillarme los dientes y darme mi merecido baño.
Ya aseada entre en mi cuarto, me acerque a mi armario en búsqueda de lo que me pondría. Hoy tenía pensado jugar tenis, por lo tanto, no fue muy difícil escoger un conjunto: Me puse un top y unos shorts negros con detalles en color salmón, una camiseta sin mangas con una piña en el medio, y unos tenis.
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Un complicado amor entre asesinos.
RomanceEn un principio no parecía que tuvieran algo en común, pero con el tiempo, se dieron cuenta que todas las vidas que alguna vez habían arrebatado los unía.