Capítulo 11

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Abrí los ojos de par en par, percatándome de que me encontraba en la recamara de Cero, traté de levantarme de la cama para buscarlo, sin embargo, por alguna razón que desconocía me fue imposible

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Abrí los ojos de par en par, percatándome de que me encontraba en la recamara de Cero, traté de levantarme de la cama para buscarlo, sin embargo, por alguna razón que desconocía me fue imposible. Sentía que mi cuerpo no quería acatar mis órdenes.

Luego de un par de minutos tratando de moverme sin tener éxito quise llamar al pelinegro, pero para mi sorpresa, ni siquiera podía abrir los labios. En ese momento comencé a desesperarme, no entendía que me estaba pasando o porque, por lo tanto, busque en mis memorias algo que me lo indique.

De la nada, el recuerdo de haber sido secuestrada por una chica rubia para entregarme a un hombre que no conocía, el cual me obligo a ver imagines horribles durante unas cuantas horas hasta caer inconsciente...Ahora que lo pensaba, no era la primera vez que me hacían aquello, de hecho, durante diez largos años me obligaron a pasar por ese proceso.

En cuestión de segundos me di cuenta que me encontraba bajo trance, aun así, estaba consciente de lo que pasaba a mi alrededor. Aun sabiendo eso, seguía inquieta, el tan solo poder mover mis ojos me estaba volviendo loca.

—¿Estas despierta? —la profunda voz de Cero resonó en todo el cuarto, seguido de sus elegantes pasos. Al notar mi falta de respuesta chasqueo la lengua. —Siéntate y come. —ordenó, provocando que mi cuerpo se moviera por voluntad propia.

Mientras comía él solo se dedicó a mirarme, note que debajo de sus bellos ojos azules habían unas ojeras realmente marcadas, lo que me sorprendía bastante ya que normalmente descansaba lo suficiente y nunca le salían.

—No sé si me estas escuchando. Pero de una u otra forma, te prometo que te liberare de una vez por todas. —dijo él cuando termine de comer, tomando mi mano derecha para dejar un suave beso en el dorso de esta.

Desde ese momento comenzaron a pasar meses en los cuales no podía hacer nada sin que Cero me lo ordenara, tampoco podía hablar. Pero, aun así, él trataba de hacerme sentir viva al ordenarme hacer cosas que normalmente haría, como por ejemplo: Ver el lago, jugar billar, beber vino, etc. Aparte de eso, se dedicaba a cuidarme como si estuviera hecha de porcelana, siempre estaba conmigo sin importar que, durante todas las noches se dedicaba a contarme lo que hacía en el día.

Entre esas charlas nocturnas, me entere que ahora él era el nuevo director de su antigua agencia. Lo cual no me sorprendía y hasta me enorgullecía, alguien el calibre de Cero no merecía estar bajo el mando de otro.

Pero a pesar de sentir eso, no podía expresárselo de alguna forma, cosa que claramente le afectaba a Cero. Era curioso, después de todo, él no era alguien muy expresivo que digamos, pero cada vez que me daba una orden siempre podía notar cierta tristeza en sus profundos ojos azules, los cuales comencé a comparar con las profundidades marinas: Hermosas y enigmáticas, un gran mundo en el que no sabes que puedes encontrar.

Pero Cero no solo se dedicaba a contarme las cosas de su día a día, luego de un tiempo comenzó a hablarme de su niñez, profundizando más lo que me había contado aquel día en la casa de playa de mi familia. Me conto que nunca pudo conocer a sus padres, según los doctores tan pronto nació fue vendido por unos cuantos dólares, aunque tampoco era algo que le afectara actualmente. Creció en un ambiente en donde la muerte no era raro, allí entraban tanto sus compañeros quienes no soportaban los experimentos realizados en ellos como las personas que tuvo que matar durante sus prácticas.

Un complicado amor entre asesinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora