Por cuanto esto hiciste...

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Espero que les guste, me emociona escribir sobre esta bella parejita

Enamorarse de lo prohibido, de lo que sabes que inevitablemente te hará mal, ¿qué consecuencias podría traer aquello? Crowley lo sabe, posiblemente mejor que nadie, seis mil años de amor no correspondido le pueden avalar

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Enamorarse de lo prohibido, de lo que sabes que inevitablemente te hará mal, ¿qué consecuencias podría traer aquello? Crowley lo sabe, posiblemente mejor que nadie, seis mil años de amor no correspondido le pueden avalar.

Aziraphale no lo sabe y Crowley prefiere que todo se quede así, la simple idea de confesar su amor solo se quedaría dentro de sus infiernos mentales, ahí, donde se consumía en el fuego de la duda y el miedo al rechazo.

Crowley no recuerda como, cuando o porqué, pero en estos últimos días sus sentimientos evolucionaron a algo más...pecaminoso. Sí, es posible que recientemente tuviera deseos carnales por su amigo. 

Quiso descartar esos pensamientos y lo intentó al margen de lo que su voluntad le permitía. Pero es tan difícil, y como demonio que es, sucumbió al deseo. La culpa le ahorcaba, pero por el momento, quiso enfocarse en el presente, en el disfrute de las sensaciones bastante placenteras que le ocasionaba el principado angelical postrado debajo de él, unas que estaban a punto de terminar.

—Ángel —pronunció de manera seductora.

— ¿Crowley?

Miró extrañado al dueño de esa voz, aquello había sonado tanto a duda que fue acción suficiente para traerlo a la realidad.

— ¡Ángel! — Exclamó - o creyó que lo hizo por lo menos-.

Ninguno de los dos sabía cómo actuar al respecto. Crowley solo entendía que no se encontraba en la cama con Aziraphale teniendo un encuentro <<amoroso>> como lo estaba sintiendo e imaginando.

 Por otro lado, el último mencionado buscaba en su mente un plan para desenrollarse del cuerpo a aquella inquieta serpiente, que durante un tiempo (uno muy largo para Aziraphale) sólo se dedicaba a frotarse contra él.

—Yo... —logró articular el ángel, incomodo y confundido. Buscaba con nerviosismo el plan ideal para quitarse del cuerpo a  "Crowley-serpiente" que le tenía apresado como si fuese una clase de abrazo.

Crowley por fin decidió actuar, desenrollándose del cuerpo de su amigo y transfigurándose a su forma humana de nuevo. ¿Cuándo decidió traer a su <<yo>> serpiente? Ni siquiera recuerda el momento en el que se enfrascó en la anatomía de su amigo.

Ambos, por fin frente a frente y con la vergüenza y el silencio en medio, no sabían que decir y Crowley comenzó a sentirse culpable. Aziraphale notó todo eso en el rostro de su amigo, siendo esta una actitud no habitual en él y se extrañó. Aún así, él dio el primer paso para romper con la incomodidad presente, dando media vuelta con sonrisa en rostro.

—¿Té? —Pregunta encaminándose hasta su modesta cocina, como si nada hubiera ocurrido.

—Claro —. Asintió en el proceso, mostrándose tranquilo para quien no le conociese. Pero muy al contrario de lo que quería aparentar, Crowley no podía encontrarse quieto, no se lo permitía la culpa nacida de los pensamientos lujuriosos que tenía con su mejor amigo, su amor imposible—Maldita sea— Ya era la cuarta vez que su mente le envolvía en ese tipo de pensamientos en lo que iba de la semana.

Soltó blasfemias hacia él mismo,  rutina que había adoptado hace varios siglos, desde que se sorprendió amando a alguien que se supone debería odiar, porque también se supone que solo debería sentir eso. Un demonio tiene prohibido amar. Oh, pero, ahí estaba él, amando como nunca creyó poder hacerlo ni en sus tiempos de luz.

—Estúpido, estúpido... —se repetía en voz baja dando vueltas por la librería, mientras recordaba el inicio de todo este problema.

Para empezar, él no tenía planes de cometer el despropósito, ese de ser enviado al Edén con la misión de tentar y terminar tentándose así mismo con la dulzura en forma de ángel.

Karma, así le dicen los humanos.

—Oh, Crowleyexclamó Aziraphale en cuanto salió por fin de la cocina con dos tazas de té en cada mano, haciendo que dejara de dar sus inquietas vueltas por la librería— ¿Podrías ayudarme trayendo la tetera y las galletas? —La mala jugarreta cruel de la vida lo puso en una situación tan visualmente atractiva que no prestó atención en su totalidad; algo en su mente le había bloqueado su capacidad del habla y entendimiento, quizá la ausencia del saco largo de Aziraphale o las mangas recién levantadas hacia los codos del mencionado...o ambas.

Tragó saliva y quiso ser fuerte, en verdad lo quiso, se esforzó por su amistad y en nombre del amor sincero y puro que le tenía, pero fue inevitable pensar en esa clase de cosas que le impulsaron a acercarse lentamente a él, como serpiente acechando a su presa -cosa que, en parte, estaba haciendo-.

Se maldijo por no haber predicho esto, sabía que el ángel solía tener esos tratos con su vestimenta temiendo que se ensuciara. Pero ya era muy tarde para lamentaciones, algo en él ya se había "activado".

Aziraphale solo puso una mueca de confusión al ver la actitud del contrario, así fue hasta que cambió a una de asombro cuando su amigo lo arrinconó contra la pared. Aziraphale se mantuvo tranquilo, puesto que no se imaginaba que su amigo demonio fuera capaz de lastimarle enserio o algo así. 

—...Ángel —Susurró con voz ronca, recargándose en el hombro de su amigo para permitirse suspirar su dulce aroma.

Crowley, ¿qué haces? Para ya con todo esto — El ángel aún no entendía, por ello, solo se mostraba fastidiado por el comportamiento.

Crowley no decía nada, solo se mantenía muy, muy cerca, mientras su mano derecha se frotaba en el antebrazo de Aziraphale. Aquella mano decidió ser más atrevida y viajó hasta la cadera del ángel, dando -igualmente- ligeras caricias. Y Aziraphale comprendió por fin:

—¡Crowley, apártate! —Pronunció con firmeza. En el apuro de liberarse del toque del demonio, sus manos soltaron ambas tazas de té, dejándolas caer, suficiente acción para que la realidad abofeteara a Crowley y se diera cuenta del grave error. 

Aziraphale lo empujó para alejarlo, mientras el hacía lo mismo importándole poco que ambos pisaran la cerámica de las tazas hechas trizas, no es como si fueran a cortarse de todos modos.

—Ángel...Aziraphale, yo... —<<esto está mal, esto está mal>> se repetía internamente, sintiéndose miserable y enfermo. De hecho, literalmente. Sentía como si la sensación de un recuerdo lejano viniera a él. 

—Solo, vete de aquí —dijo el ángel, con una voz tenue que no expresaba muy bien sus sentimientos, porque estaba luchando consigo para tratar de entender, de no sentirse tan enojado con su amigo.

—Ángel, necesito explicarte...

—¡Solo, vete! —Esta vez alzó la voz, sacando con cada letra esa maraña de sentimientos que terminaron por frustrarle. Y al no ver iniciativa del demonio para irse, caminó rápidamente hacia la puerta con la intención de abrirla y que Crowley saliera por ella, pero no fue necesario, pues en cuanto volvió la mirada hacia atrás, el demonio ya no estaba. Suspiró agotado.

 Suspiró agotado

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🍎 El castigo de la serpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora