Ya había pasado una semana desde el inicio de clases de Gabriel y, aparentemente, todo iba bastante bien. Era un chico muy aplicado. Asistía puntual a sus clases, compartía momentos con sus amigos, ayudaba en casa a sus abuelos y estaba buscando un trabajo de medio tiempo para poder aportar en su hogar. Todas estas cosas positivas en la vida del joven hacían que el demonio que parasitaba su mente se debilite y pierda influencia sobre él. Hacía varios días que este no se manifestaba, e incluso Gabriel empezó a olvidar que existía.
Terminaba una jornada más de clases y le tocaba retornar a casa. Estacionó su auto e ingresó. Ahí, se encontraba su abuelo en la sala algo preocupado, ya que su abuela estaba en la habitación súbitamente enferma. Este le pidió comprar unos medicamentos para calmar el malestar que tenía. Gabriel insistió en que la lleven al hospital para tratarla; sin embargo, su abuela se negó diciendo que era una simple gripe y pronto iba a mejorarse. Gabriel fue a la farmacia por los medicamentos y regresó rápidamente para dárselos.
"Aquí tienes, abuelo. Atiéndela bien, por favor. Tengo algunas tareas que terminar.", le dijo Gabriel angustiado.
"No te preocupes, hijo. Con esto se va a recuperar pronto.", le contestó su abuelo para calmarlo.
Gabriel tomó una ducha, se preparó algo rápido de comer y entró a su habitación a completar sus deberes. No podía concentrarse mucho y su mente seguía algo preocupada por su abuela. Fue así como el íncubo se manifestó una vez más.
"Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que hablamos.", le dijo.
"Oh, hola... Sí, hace mucho no 'hablamos'.", le respondió algo incómodo.
"Sí, has estado ocupado. No te preocupes. Yo siempre voy a estar aquí por si me necesitas.", le respondió.
"Sí, bueno... Tengo algunas cosas que hacer. Hablamos otro día.", dijo Gabriel desapareciendo.
Gabriel no se sentía muy cómo hablando con el íncubo. Pensaba que era extraño conversar con otra voz en su mente y prefería evitarlo. Él solo quería llevar una vida normal como todos. Fue por esto que ignoraba su presencia y se concentraba en otros asuntos. Sin embargo, esto no era suficiente para suprimir la existencia del íncubo en su mente.
"Ese idiota... Por su culpa me siento algo débil. No tengo la misma energía que antes. No puedo tomar el control. Él está demasiado fuerte aún. Debo hacer algo para quebrarlo y tener mi oportunidad, pero qué hacer...", se puso a pensar para sí mismo.
A la mañana siguiente, Gabriel tenía que ir a la universidad; sin embargo, el joven prefería quedarse en casa por si algo se les ofrecía a sus abuelos y poderlos atender. Su abuelo le dijo que no se preocupara y cumpliera con sus deberes. Este accedió no tan tranquilo, pero se dispuso a continuar con su rutina académica.
Ya en clase, Gabriel se sentó junto a Derek y Aixa. Verla hacía que por un instante se olvidara de todos sus problemas. Estaba empezando a desarrollar un gusto más allá de la amistad que tenía con ella. Y, aparentemente, esto era mutuo, pues ella también le correspondía de la misma manera. Bastaba que ella lo mire para que las piernas de Gabriel temblaran como gelatina y su corazón se acelere como si tuviera taquicardia. A pesar de ser un chico muy seguro de sí mismo, cada vez que la veía llegar se ponía absolutamente nervioso y casi no le salían palabras. Sin embargo, con el pasar del tiempo, lograba controlar un poco más esto y podía mantener una conversación tranquila con ella.
"Gabriel, presta atención a la clase, están diciendo algo importante, je, je.", le dijo mientras se ruborizaba.
"Eso estoy haciendo, le presto atención a lo que es importante.", le respondió mientras la miraba y sonreía.

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Yo
Fiksyen RemajaLos malvados planes de Gabriel continúan en esta historia. Un nuevo cuerpo, una nueva situación, una nueva vida y oportunidad para cumplir sus egoístas metas. ¿Quién tendrá el poder de detenerlo ahora?