CAPITULO 4. SANGRE Y PIEDRA (PARTE II)

15 1 1
                                    

Dividida entre dejar a Milo y encontrar a Henry, me quedé merodeando cerca de la cuna. Por mucho que me matara dejar al bebé, tenía que saber dónde estaba Henry. Si él estaba fuera de la guardería, si el supiera acerca de Milo y estuviera yendo a salvarlo.

Por favor, por favor, por favor hazle saberlo.

Corrí a través de la puerta abierta y por una sección del palacio que nunca había visto antes. Las paredes eran de un rico oro, no de piedra como las de dentro de mi prisión, y la alfombra de color índigo hacia juego con las cortinas de seda que colgaban cada tres metros en las paredes de afuera. El pasillo ocupaba casi toda la longitud del palacio, y Calliope estaba parada en el medio, solo a unos pocos centímetros de distancia de Henry.

Él me había salvado de las garras de la muerte en la orilla del río Edén. Había luchado por todas nuestras vidas cuando Calliope me amarró concadenas en el Tártaro. Era el Señor del Inframundo, Rey de la Muerte, y uno de los más poderosos dioses de la historia.

Pero nunca lo había visto tan terrorífico con su poder. Salía de él en olas negras, sacudiendo los cimientos del palacio, e incluso aunque yo no estaba allí realmente, por primera vez en mi vida estaba realmente asustada de su persona.

Satisfacción mezclada con miedo, pensé, y el desprecio me desgarraba a medida que me acercaba a Calliope. Henry iba a acabar con ella. Se a cual fuera el arma que decía poseer, no podía posiblemente competir con la pura rabia que emanaba de él, alimentando su poder. Solo un Titán podía matara un dios, y Calliope era exactamente como yo: inmortal. Nada más.

Una explosión sacudió las paredes, y el pánico me atravesó. Milo. Henry no tenía ni idea de que él estaba aquí, que Calliope se interponía entre él y su hijo. Ni siquiera sabía que existía. Y si destruía todo el castillo...

Todo lo que necesitaba era un simple pensamiento, y nuestro hijo moriría.

Corrí hacia la guardería, pero antes de que pudiera ver el rostro de Milo por encima del borde de la cuna, las paredes con la puesta de sol desaparecieron.

Me tomó varios segundos recuperar mi orientación. Cronos tomó mi brazo, sus manos aun quemando contra mi piel, y Ava se quedó a mi otro lado. Nos pusimos de pie en un pasillo de oro e índigo, pero estaba vacío.

¿Había terminado? ¿Nos lo habíamos perdido?

No, imposible. Mis visiones siempre estaban en el presente. No podía ir hacia el pasado o ver el futuro. Henry y Calliope estaban en algún lugar cercano. Tenían que estarlo. Por encima de nosotros, por debajo...

—Kate, querida. —La voz de Cronos cortó a través de mí como una daga de hielo—. ¿Eres mía?

Nunca. Ni en un millón de años, ni si fuéramos los dos últimos seres en el universo. Aunque la única otra opción que tuviera era vivir la eternidad enterrada bajo piedras.

Pero sólo unos momentos estaban entre el castillo desgarrándose, y tenía que salvar a Milo. Si eso significaba hacer una promesa que no pudiera mantener, entonces lidiaría con las consecuencias después.

—Dame a mi hijo, y soy tuya.

Mis pies dejaron el suelo mientras Cronos hacía que flotáramos, dejando a Ava atrás. Juntos pasamos por el techo como si no estuviera allí, elevándonos hacia el pasillo por encima de nosotros, y contuve la respiración.

Nos quedamos sólo unos metros detrás de Calliope, y más allá de ella, rodeados de poder oscuro... Henry.

Nos miramos el uno al otro por el pasillo, y mis rodillas casi se doblaron con alivio. Por fin, alguien que me amaba.

THE GODDESS  INHERITANCE #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora