CAPITULO 15. ATENAS (PARTE II)

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—¿Es por eso que no la encerraron?

—Ella no luchó en esa guerra tampoco.

—Cierto —dije. Al menos ella era consistente.

—Deberías dormir un poco —dijo James—. Nos espera un día ocupado.

—Tú también —murmuré, y por el resto del vuelo, traté de seguir su consejo. Pero dormir significaba visiones y Cronos o pesadillas de titanes alzándose de la tierra, y no podía soportar ninguna ahora mismo.

El avión aterrizó, y de mala gana desperté a Henry. Sin ningún equipaje que recoger, fue un camino fácil a través del aeropuerto para conseguir un taxi, y una vez más nos acomodamos para un viaje.

Atenas no había sido el único sitio afectado por las secuelas del maremoto. Señales de devastación estaban por todos lados: refugiados se encontraban juntos en grandes tiendas en los alrededores del aeropuerto, escombros de lo que una vez había sido Atenas estaban esparcidos a través de la costa, y las ciudades a través de las cuales condujimos estaban prácticamente vacías.

—Los temblores, han asustado a nuestra gente alejándola —dijo el conductor del taxi. Una vez más reconocí que las palabras no eran español, pero de todas maneras las entendí. Esa habilidad debió desarrollarse entre mi verano en Grecia y ahora—. Después de lo que ha pasado en Atenas, muchos creen que hemos sido maldecidos.

—¿Temblores? —dijimos James y yo al mismo tiempo, aunque él habló en lo que debió ser griego, mientras que yo usé español.

—¿No ha escuchado? —dijo el conductor, y por un momento los ojos de James se volvieron distantes. No pude escuchar lo que estaba diciendo o a quien se lo estaba diciendo, pero era obvio que se estaba comunicando con alguien.

—Phillip dice que ha habido docenas de temblores menores alrededor del Mar Egeo desde el ataque en Atenas —dijo James en voz baja—. Dos significativos.

—Él está intentando escapar de nuestras barreras yendo a través de la tierra—dijo Henry a mí otro lado.

—¿No está funcionando, cierto? —dije, y ambos él y James sacudieron las cabezas—. Bien.

Pasé el resto del viaje en taxi en silencio. Las horas pasaron mientras íbamos a través del campo griego, dirigiéndonos hacia la destrucción mientras todos los demás se iban. No me permití dormir. Me senté rígidamente al lado de Henry, cuyos ojos se cerraban por largos períodos de tiempo, y ni siquiera nuestro conductor parecía muy hablador una vez que nos informó sobre todo lo que había pasado. James le dijo en que lados cruzar, y a pesar de lucir molesto al ser dirigido por un turista, no se quejó. 

Al final, después de preguntarme si alguna vez llegaríamos a Atenas, el taxi se detuvo sobre un camino que terminaba en una colina.

—No puedo ir más lejos —dijo nuestro conductor en modo de disculpa—.No queda nada más a donde ir, y apenas llené el tanque lo suficiente para regresar.

—Está bien —dijo James, extendiéndole al hombre un fajo de billetes—.Quédese con el cambio.

Los tres nos reunimos fuera del auto, y agarré el brazo de Henry mientras James nos guiaba por el camino. Se inclinó mientras circulaba la colina, y no vi ninguna señal de la ciudad, pero él parecía saber a dónde iba.

—Necesitas prepararte —dijo James mientras rodeábamos la esquina—.Esto no será fácil.

—No vine aquí por fácil —murmuré. Henry no dijo una palabra, pero él deslizó su brazo de mi agarre para envolverlo en su lugar alrededor de mis hombros.

THE GODDESS  INHERITANCE #5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora