Capítulo XI

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Me levanto de la cama con un hambre voraz pero con una sonrisa que ocupa mi rostro completamente.

Hoy es el cumpleaños de Mina.

Desayuno y voy a vestirme para ir a verla.

No entiendo porqué estoy tan nervioso, tardo más de 20 minutos en elegir que ponerme.

Me visto con una sudadera azul, unos vaqueros y mis botas, cansado de marear tanto la ropa. Cojo la bolsa negra que traje en mi maleta y rasco mi nuca.

Ahora que lo veo pienso que no me parece tan buena idea como cuando lo compré.

No se a qué hora volvió Eri, solo se que Manu se encargó de ella y la trajo a casa, así que decido no despertarla. Me peino un poco antes de salir y cojo mi chaqueta del perchero y mis llaves de la moto con las de casa metiéndomelas en el bolsillo.

—Mamá, vuelvo luego, voy a casa de Manu —le digo desde la puerta y espero a que me conteste antes de irme.

—Vale cariño —me responde y abro la puerta —¡Espera! —la miro venir desde la cocina y me da un táper azul con la tapa blanca —Devuelveselo a Oliva por favor, y felicita a Mina de mi parte —asiento un poco avergonzado.

No se porqué no quería que pensara que voy a ver a Mina.

—Claro, adiós mamá —contesto rápido y cierro la puerta.

Ando unos metros y llego a la casa, llamo a la puerta y me abre Abel.

—Hola Caleb —me sonríe y me abraza —Pasa, no te quedes en la puerta —entra en la casa y lo sigo cerrando la puerta tras de mí —¿Necesitas algo? —me pregunta mientras se sienta en el sofá.

—Mi madre me ha dicho que le devuelva esto a tía Oli y venía a darle mi regalo a Mina —sonríe con lo último.

—La última vez que he visto a Olivia, estaba en la cocina haciendo no se qué con todas las harinas raras de la despensa —me río recordando la manía que tiene esta mujer con las harinas de todo tipo.

—Voy a buscarla, luego te veo —me sonríe y asiente.

Coge su teléfono y sube los pies al reposapiés de corcho. Me doy media vuelta y llego a la cocina.

—¿Tía Olivia? —se gira, veo su pelirrojo pelo rizado con harina y me río.

Cuando era pequeño pensaba que Olivia y mi madre eran hermanas, así que empecé a llamarla así, les hizo gracia y al final se hizo costumbre.

—Hola cielo —vuelve a mirar hacia la isla moviendo la masa que tiene en un bol —¿Qué pasa? —me acerco a ella, levanto el táper y lo coloco en la alacena.

—Mi madre me ha dicho que te lo traiga —me mira echando lo que creo que es azúcar y sonríe, me siento en una de las sillas que hay alrededor de la isla.

—¿Y...? —me río y niego, esta mujer a veces parece bruja.

—Y —hago énfasis y continúo —He venido a darle esto a Mina —levanto la bolsa y la mira —Aunque no se si le va a gustar digo un poco nervioso y deja de mezclar la masa para mirarme.

—Seguro que sí —veo como se queda pensando y pone sus manos en el borde de la isla apoyándose —Caleb —la miro atento —Cuando te fuiste, Mina lo pasó muy mal, no puedes hacerte una idea, ni siquiera yo sabía que hacer para animarla —hace una mueca y me observa —No tuvo noticias tuyas en mucho tiempo y eso le hizo daño —miro al suelo y juego con mis manos dejando la bolsa colgar de mi muñeca.

—Es que con la universidad y eso, casi no sacaba tiempo y... bueno— solo esta mujer puede hacer que con 20 años sienta que tengo 7 y no he hecho los deberes.

CALEBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora