Capítulo VIII

85 27 5
                                    

Faltan 3 días para mi cumpleaños, en solo 3 días cumplo 16 años.

Manu ha conseguido que le alquilen una nave para hacer una fiesta con la excusa de mi cumpleaños, pero también ha invitado a sus amigos; lo cual se me hace raro; pero no le doy importancia.

Me quito el pijama y me pongo un pantalón corto de deporte azul claro y una camiseta de nadador blanca. Cojo unas deportivas y me las pongo peinandome el pelo y dejándolo suelto.

Mis padres están trabajando porque es jueves y ellos cogen las vacaciones mañana, en cambio el instituto se acabó hace una semana y Manu me ha dicho que iba a acompañar a Érica a comprar no se que, últimamente esos dos están muy raros.

Pongo mi altavoz en la isla de la cocina y lo conecto al teléfono mientras friego los platos.

Empiezo a cantar una de mis canciones favoritas de Leiva en la cocina mientras termino de secarme las manos después de fregar.

—Me salgo de mi propio cuerpo, hablo de una forma extraña, odio al tipo del espejo, unos siete días por semana —canturreo y espero el estribillo empezando a bailar.

Muevo las caderas y levanto los brazos cerrando los ojos.

—¡Hazlo, como si ya no te jugaras nada, como si fueras a morir mañana, aunque lo veas demasiado lejos! —canto a todo pulmón y escucho la llave meterse en la cerradura abriendo la puerta, sigo bailando y cantando esperando a escuchar la risa de Manu —¡Hazlo como si no supieras que se acaba, como si fueras a morir mañana! —empiezo a reírme y me giro parando la música.

—Te acuerdas de Mina, ¿verdad? —miro extrañada a Manu que está delante mía en la isla y sigo su mirada a la otra punta de la cocina.

Siento que mi corazón y mi respiración se paran cuando lo veo.

Su pelo está más largo y más oscuro, sus ojos están más azulados, su rostro más duro, tiene una ligera barba de dos días y está muchísimo más alto de lo que lo recordaba, pero como no va a haber cambiado, si han pasado tres años.

Lleva una bolsa de deporte negra en el hombro; que presupongo que será su maleta; unos vaqueros y una camiseta de manga corta blanca con unas botas marrones.

El tiempo parece pararse mientras estudia mi rostro, su mirada me recorre de arriba a bajo y mi corazón empieza a latir a toda velocidad dándome la sensación de que es lo único que se escucha en el inmenso silencio.

No puedo dejar de mirarlo, no puedo dejar de ver sus ojos, esos que durante meses he llorado y rezado por volver a ver.

Deja la bolsa en el suelo deslizandola por su brazo y viene hacia mí despacio.

Mi cuerpo se congela hasta que me abraza y siento el aire llenar mis pulmones de nuevo, tardo en reaccionar a su abrazo y cuando lo hago me siento rígida al abrazarlo.

Él también lo nota y se aleja extrañado.

No puedo moverme, no puedo pestañear, no puedo hablar.

Hace tres años que se fue.
Hace un año que no habla conmigo.
Hace meses que Manu no me cuenta nada, ni me da recuerdos de su parte.

¿Qué esperaba? ¿Una fiesta?

Le sonrío un poco rígida y el me sonríe aliviado.

—Me alegro de que hayas vuelto, Caleb —me cuesta un poco decir su nombre.

Doy un paso hacia atrás alejándome de él, su cercanía y su olor siento que me ahogan.

Su presencia es como si ocupara toda la habitación y me dejara sin aire.

CALEBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora