Capitulo 3

26 19 1
                                    

Eran las 3pm y me encontraba en el lugar que supuestamente me reuniría con Marco, estaba pensando en que tal vez me dejaría plantada cuando un jeep negro completamente blindado se detuvo justo en frente mío. Pensé que me iban a raptar, tenía toda la pinta de ser auto de narcos, pero resultó ser el chofer de la familia Romano. Tan lejana no estaba.

—Vamos súbete —dijo Marco con su entusiasmada y algo nerviosa voz.

Debí imaginar que Marco corría con todo tipo de seguridades debido a el trabajo de su padre. Por un momento pensé en que si me hacían control de identidad para entrar a la casa se iría todo a la mierda, pero podía manipular a el chico porque sabía que lo último que quería era perder la poca confianza que creía haber ganado en mi, le podía demostrar lo incómodo que era sentirse tratada como un criminal al ser invitada aunque en realidad eso es lo que era; una simple criminal. Y no me avergonzaba de eso, sino que me enorgullecía. Al menos yo lo hice por necesidad y no por codicia.

Pero para mi sorpresa, aunque la apoteósica mansión no corría con tanta seguridad como debía, tal vez debido a los múltiples amigos que invitaba Marco a su casa para fiestas o simplemente porque las cámaras de seguridad podrían jugarle en contra a las "reuniones" que tenía el señor Romano. Obviamente le convenía que no existiera ningún tipo de evidencia sobre las atrocidades que acordaban en tales juntas de negocios.

—Hola Donna, estaré con Francesca en mi habitación haciendo un trabajo —le dijo a la que parecía ser una de las mucamas.

La casa era blanca y amplia, contaba con una escalera de mármol en forma de caracol al segundo piso y una lámpara de lagrimas (probablemente era de cristal). Contaba con todo tipo de lujos y fácilmente podría ser un castillo, los techos eran altos y tan claros —no tenían ninguna gotera— y todo era como si un gigante viviera ahí. Era tan amplio que en comparación a las habitaciones de el orfanato parecerían jaulas con animales para el matadero. Julia me había mostrado fotos de la casa además de planos, el terreno contaba con cinco mansiones y esta era la principal. Parece que otra era del personal y la demás para invitados durante las fiestas, también había cancha de tenis y caballeriza.

—Ok en seguida les llevo unos aperitivos —dijo con una amable sonrisa la señora, me dio la impresión que Marco no llevaba muchas chicas a casa. Podía ser muy sociable, pero era tímido en temas de romanticismo.

—¿Está Dante en casa? —preguntó Marco sin siquiera agradecer el servicio que le estaba entregando Donna. Si sé que para algo le pagan, pero no le costaba nada un poco de cordialidad.

—Honestamente no tengo ni la menor idea de dónde se encuentra, usted sabe cómo es el; siempre un misterio.

Escuche pasos bajando como galopes por las escaleras y rogué a mi ateísmo que no fuera Dante. Me intimidaba, pero también sentía un increíble rechazo hacia su persona.

—Marco necesito que... —pero las palabras quedaron en el aire cuando nuestros ojos se toparon. Sus ojos recorrieron mi rostro de una manera tan exhaustiva que me hicieron sentir desnuda.

Un sentimiento que no me gustaba me atravesó como un gélido veneno.

Mi corazón comenzó a latir rápidamente y por un momento creí que ellos eran capaces de escuchar los latidos de lo fuerte que retumbaban. Sentí un miedo escalofriante de ser reconocida, aunque sabía que era algo poco probable ya que a pesar de mi cambio de imagen Dante y yo no nos habíamos visto muchas veces. En sus visitas al orfanato creo que jamás topamos, yo no era parte de su club de seguidoras.

—¿Tú quién eres? —dijo con una mirada que no supe descifrar por más que lo intente. Su tono fue tan neutro que me congelo hasta la lengua, irradiaba un aura de prepotencia que era totalmente eficiente. 

—Es Francesca, la chica nueva. ¿Qué me querías decir? —dijo Marco un poco exasperado por la excesiva atención que Dante me prestaba.

En ese momento dejé de escuchar la conversación y me concentré más en la imagen que mis ojos recorrían. Dante era un hombre en comparación a Marco. Tenían la misma contextura esbelta, pero Dante era tonificado, a través de su camisa negra podía notar su trabajo cuerpo, aunque no excesivamente. Su rostro era una belleza más varonil pero delicada, sus rasgos finos pero duros al mismo tiempo demostraban la diferencia de experiencia entre los dos. Además, que aunque en temas estarías no fueran muchos años, dicen que los pecados envejecen. Y Dante se veía bastante maduro. No recordaba que fuera tan guapo desde la ultima vez que lo vi.

—Saca el libro, pero si tocas algo más, estas muerto —fue la frase que me saco del trance en que me encontraba. Dante dijo esto último en un tono amenazador sin una pizca de burla.

Nuestros ojos se toparon una vez más antes de que él tomara sus llaves y casco para luego cerrar la puerta con sumo descuidado.

Seguí a Marco por las escaleras intentando prestar atención a cualquier mínimo detalle que pidiera ser de utilidad, pero mi mente traicionera estaba más preocupada de si Dante me había reconocido o simplemente le llame la atención. Decidí por mi bien escoger la segunda, ni siquiera por mi ego o la intención de ligar con él. Sino por el simple hecho que si Dante sabía quién realmente era ni siquiera quería imaginar qué tipo de muerte tendría.

Entramos a la habitación de Dante para escoger el libro y no pude evitar sentirme atraída por el olor a perfume de hombre junto con una leve sensación de que en este lugar habían ocurrido actos más eróticos que leer un libro mientras fumaba marihuana en la madrugada. La pieza estaba desordenada, libros tirados por todas partes además de notas y un par de dibujos que me sorprendieron su calidad. Todo estaba en la gama de colores negro y me sentía en la habitación del pecado mismo. Él era un fanático de la literatura y siempre he pensado que una persona que lee es peligrosa, como dicen por ahí el libro indicado es el arma justiciera. Aunque Dante no era precisamente un hombre que luchara por lo justo. Por alguna extraña razón sabía que estaba violando él espacio personal de un hombre que su misterio era vida y eso me hacía sentir la misma sensación que cuando robas algo: poder.

Tres de las cuatro paredes eran estererías llenas de libros de cualquier tipo, me sentía en el paraíso. Mientras Max buscaba la colección que necesitábamos, yo leía los títulos de los demás libros. "Robin Hood" fue como un disparo de melancolía que me trajo los recuerdos más felices de mi infancia. Un día le conté a mi hermano el rumor que había escuchado sobre un admirable héroe que cansado de las injusticias decidió robarles a los ricos y entregárselo a los más necesitados. En el momento que él lo escucho me dijo que tal cosa no existía, algo duro para una niña de seis años, pero solo la hacía para no crear falsas ilusiones en su pequeña hermana que probablemente no tendría el futuro que merecía por su condición social. Me enojé mucho con él y lloré cinco días seguidos, no quise hablarle por una semana. Hasta que luego cuando regreso de un turno nocturno en la calle regreso con un precioso regalo que probablemente le había costado toda su comida de esta semana y quién sabe cuántos sacrificios extra.

Era una muñeca que yo había visto una de las pocas veces que había salido del orfanato (en ese momento era muy pequeña por lo que no trabajaba en las calles aún) en ese instante jamás pensé que alguien como yo podría llegar a tener una muñeca tan perfecta y costosa. Era muy parecida a mí físicamente y mi hermano ese día me dijo que yo merecía todas las muñecas del mundo, que algún día cuando escapáramos de ese infierno él se ocuparía de buscar al mismísimo Robin Hood y pedirle perdón por negar su existencia. Reímos y me abrazo hasta que me quede dormida. Ahí sosteniendo una muñeca que era el único objeto que era realmente mío en ese lugar.

Mi hermano quiso llamar a la muñeca como mi difunta madre: Francesca.

Infierno Eterno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora