En el momento en que me di cuenta que estaba besando a el mismísimo Marco Romano entre en razón. No porque estuviera besando al chico probablemente más popular en la escuela y más adinerado sino porque era el enemigo y principal objetivo de venganza. Yo estaba en esa casa por una razón que tenía nombre y apellido: Khalid.
Creo que llego el momento de aclarar un poco las cosas.
Khalid y yo vivíamos en el orfanato desde que tengo uso de razón, mi hermano recordaba un poco más sobre la historia familiar y los motivos de por qué terminamos en tan horrible lugar, aunque yo con un poco de suerte lograba recordar el rostro de mi madre. A veces me preguntaba si eran recuerdos o simples imágenes que mi mente creaba para mi paz mental. La realidad es que no tuve infancia, tampoco recuerdos de mi familia. Nuestra estadía en aquel lugar nunca fue un paraíso, mejor dicho, la palabra Infierno le quedaba corta, pero ese era el apodo que recibía esta poco agradable locación. Por algo había sido mal nombrada de esta manera, nadie en su sano juicio enviaría a su hijo a este lugar. Para comenzar, a pesar de ser un orfanato no había solamente huérfanos, nos mezclaban a todos. Había niños que el gobierno le había quitado la custodia a sus padres solamente con el fin de ganar más dinero porque cuando los padres pedían la devolución de sus hijos esto nunca ocurría, incluso se negaban a las visitas legales. Los secuestraban de sus familias y llegaban al mismo paradero que nosotros, supuestamente los padres debían quedar tranquilos ya que en este lugar la calidad de vida de sus hijos mejoraría, pero nunca hubieron despedidas felices, todos sabían que era un lugar de muchas entradas pero ninguna salida.
Por otro lado, estaban los chicos que habían crecido en las calles, robando para sobrevivir y cuando los atrapaban ocupaban el centro como reformatorio de menores. Por lo tanto, si eras criminal terminabas en el orfanato, y si entrabas al orfanato te volvían criminal. Una paradoja algo ilegal pero muy lucrativa. Y por último en minoría estaban los huérfanos, los que nadie quería, que no teníamos padres y el estado tan acomodado jamás se preocuparía de investigar si es que teníamos parientes capaces de custodiarnos. Hacían lo posible por no perder sus soldados en el imperio Romano.
Ese lugar se robó mi infancia y la de todos esos niños. En un año ahí aprendíamos más sobre la vida que en diez años de escuela, pero no de la buena manera. Éramos ese grupo de leprosos que nadie quiere estar cerca, los políticos venían algunos días hacer caridad. Sacaban fotos y luego toda la magia terminaba, sabíamos que al menos ese día tendríamos una comida decente pero que al otro día volveríamos a tener que comer los pocos alimentos que nos daban. El sonido más común era el de nuestros estómagos hambrientos, nos podían reconocer por nuestros escuálidos cuerpos y demacrados rostros enfermos. Ese lugar se apoderaba poco a poco de ti, como un parasito quitándote tu alma.
Nadie se preocupaba por nosotros, todos estaban coludidos. Los supervisores, los carabineros, los políticos, ellos tenían más que claro todos los abusos que ocurrían ahí dentro. Los derechos humanos eran algo inexistente en ese edificio. Muchos niños morían sin explicación alguna y todos sabíamos que nadie más que nosotros sabríamos de su muerte. ¿Las donaciones? Jamás llegaban a nosotros, existía el rumor sobre una bodega llena de juguetes y comida a la que jamás tendríamos acceso porque de eso se trataba, nosotros no merecíamos nada. Nos trataban como basura porque según ellos, eso es lo que somos. Cuando pequeña no deseaba un cuento Disney, pero si alguien que terminara con esa pesadilla. Yo no conocía a Ariel. La única sirena que conocía era la de la puta policía y créeme que no era ninguna princesa.
Siempre nos trataron como criminales y eso éramos, pero al menos lo admitíamos. No como los de más arriba que se quedaban con todos los fondos para nuestras necesidades básicas para poder saciad un poco su codicia por el dinero. La idea de este centro era protegernos y cuidarnos hasta que alguien nos adoptara, pero sabíamos que los casos de adopción no existían. Tal vez un proxeneta te escogía para su negocio, aunque no era necesario, ya teníamos un burdel. Aunque si eras bueno para traficar tenias futuro con los narcos, pero jamás tendrías la vida asegurada, al jefe tampoco le gustaría que nos cambiáramos de bando. Porque los balazos que escuchábamos de noche no eran siempre de ajustes de cuentas, sino de imposición de autoridad. Era una doctrina del pavor.
Mi hermano siempre pensó que en la poca comida que nos daban nos ponían droga. Existían varias teorías. Algunas indicaban que en nosotros probaban las nuevas mercancías en el mercado de las drogas para ver qué efectos tenían, eso explicaría los comunes casos de adición que existían. Aunque la verdad no estoy de acuerdo, a mí me gusta la marihuana porque me libera de la mierda no porque me inculcarán la adicción en el subconsciente. Otros decían que nos daban estimulantes para estar más activos en las calles y más violentos, esa podría ser más asertiva después de todo a los guardias siempre les gusto un poco de acción. Pero no faltaban los que creían que simplemente nos tenían dopados para mantenernos sumisos frente a su represión. El punto es que hacían con nosotros lo que querían y nadie hacía nada para impedirlo.
Los que eran más rebeldes o problemáticos para su régimen los mandaban al siquiatra del lugar. Un señor que siempre daba el mismo veredicto: tiene un cuadro psiquiátrico por lo que es necesario internarlo en el pabellón de aislamiento. Muy pocos de los que eran enviados de verdad sufrían tales patologías, y los que de verdad tenían problemas jamás acudirían a adulto por ayuda. En fin, jamás alguien que entro a ese pabellón escapó para contarlo. En ese lugar ocurrían las atrocidades más grandes por lo que sabíamos, era común amenazarnos con internarnos ahí. A veces en la noche escuchábamos los gritos de los internos de ese lugar, era un recordatorio más de lo que nos ocurriría si desafiamos el régimen.
Las habitaciones eran divididas separaban por género, pero eso no indicaba ninguna disminución en el número de embarazos. La educación sexual era nula, todos los conocimientos que teníamos eran aprendizajes de los más grandes. Los métodos anticonceptivos eran muy costosos y aunque en el centro de salud público regalaban condones, sabíamos que venían rotos o vencidos. Aunque la mayoría de los padres de esos bebés que jamás nacieron no eran otros jóvenes que vivían ahí, sino funcionarios.
Obviamente como en cualquier lugar donde haya una sociedad existe una jerarquía. Este lugar no sería la excepción, es verdad que los más grandes cuidan a los más pequeños pero el respeto se gana con sangre, sudor y lágrimas. Mi hermano era uno de los jóvenes más respetados en el lugar, eso me hacía tener ciertos privilegios dentro de la precaria situación en la que vivíamos. Era un héroe entre los más pequeños y una leyenda entre los más experimentados. Khalid siempre fue leal a todos (eso hizo que fuera siempre muy querido por su gente), luchaba por la equidad y jamás se quedaba callado cuando algo no le parecía correcto. Salvo muchas vidas y tenía muchos seguidores por su carisma y espíritu comprometedor. Era un líder entre los revolucionarios.
Lamentablemente esa sed de justicia fue la que le quitó la vida.
Próximo capítulo el viernes.
ESTÁS LEYENDO
Infierno Eterno
Teen Fiction"El Infierno" es un apodo más para el polémico orfanato del cual Zara escapa para consagrar su plan de venganza, debe investigar la verdad que le costó la vida a un ser querido. Tendrá que revolucionarse contra el tirano gobernador del mundo oscuro...