Era un día lluvioso de diciembre. Pronto sería navidad por lo que había mucho movimiento dentro del orfanato. Estas fechas eran las únicas en que las personas deseaban sentirse solidarios y donar juguetes a el orfanato. Juguetes que jamás llegaban a nuestras manos ya que los directivos los vendían para poder llenarse con más dinero sus bolsillos y poder encubrir más de sus sucios tratos en el orfanato. También está era la mejor época para traficar, todas las autoridades preocupados del consumismo navideño por lo que no teníamos tanto resguardo sobre los negocios ilegales.Ese día Khalid tenía turno de noche y ya estaba saliendo el primer grupo a ver cómo estaban las cosas por las calles. Habían distintas ocupaciones, cada una más ilícita que la otra. Teníamos vendedores de todo tipo de drogas, matones que debían ir a dar sustos a deudores del sistema narcotráfico que manejábamos, prostitutas que sacaban información de negocios enemigos, y por último el trabajo más completo del sistema que había: asaltador. El robar era un arte que no cualquiera estaba capacitado a hacerlo, mi hermano era uno de los mejores en su trabajo. Pero para ser asaltador tenias que ya haber realizado todos los otros tipos de trabajo, por lo que a esas alturas tu desempeño era multifacético. Khalid y yo éramos asaltadores, los más altos de la jerarquía en este sistema. A veces a Khalid le tocaba ir a cobrar venganza a bandos enemigos, aunque su especialidad era hacer tratados. Sabía organizar muy bien, tenía el don de la palabra por lo que podía vender muy bien nuestros servicios. Él había conseguido a los proveedores y los que nos lavaban el dinero, por eso era la mano izquierda del jefe. Porque Dante era la mano derecha. Ambos líderes de distintos ámbitos. Romano utilizaba a su favor la inteligencia de mi hermano para persuadir y se aprovechaba del violento carácter de su hijo para controlar.
Pero también muchos escogían centrarse en un solo negocio, como Julia quien se focalizaba en bailar en el burdel para poder distraer al enemigo y sacar información dentro de su debilidad por la lujuria. Yo robaba y traficaba, me había vuelto asaltadora sin pisar ni una noche el burdel. Esos fueron beneficios de tener a Khalid de hermano. Romano valoraba nuestro trabajo porque en metas equiparábamos lo mismo que otros cinco traficantes. Yo podía robar en una noche lo mismo que tres de sus compañeros en una semana, sabía moverme en las sombras y prácticamente el terreno era mío. Nunca robé a una persona necesitada ya que podíamos ser criminales, pero teníamos principios, los blancos eran con motivos. Un violador que el sistema había declarado inocente, el dueño de una industria que reducía la calidad de vida de sus trabajadores, un político que abusaba de su poder para reprimir a las castas inferiores monetariamente, etc.
—Zara, ¿estás ahí? —pregunto Khalid asomando la cabeza a uno de mis escondites dentro del lugar.
—Si —le respondí, aunque el sonido fue aplacado por las gotas de lluvia que caían como balines del cielo.
La tormenta venía y el sentimiento de mal presagio también.
Apenas me vio me abrazo fuertemente, como si necesitara comprobar que estaba ahí; a su lado. No era común que nos abrazáramos, pero aún así le respondí el afecto con la misma intensidad. El calor que emanaba su cuerpo era fraternal y al momento que se separó de mi sentí como el frío vacío me consumía.
—Prométeme que pase lo que pase, algún día saldrás de este lugar y serás feliz —había un tono desesperado en su voz que no me gustaba.
Pocas veces había percatado preocupación en mi hermano, y esta vez era una de esas. Él siempre se mostraba fuerte, como si nada le afectara. Y ver que mi pilar de fortaleza se derrumbará frente a mí significaba que algo muy malo estaba ocurriendo.
—¿Qué pasa Khalid?
Era común el riesgo en cada turno que hacíamos. La muerte siempre rondaba entre nosotros como una vieja amiga que estuviera esperando el momento adecuado para darte una mala noticia. Siempre estaba la posibilidad de que alguien buscara venganza o que te atraparan los carabineros. La cárcel es para gente con poder, cuando atrapan a un huérfano pobre robando los carabineros prefieren que la muerte se apiadé de su alma en vez de que ocupé un lugar en las ya sobrepobladas celdas. El pensar que hacían un bien a la sociedad los dejaba dormir por las noches, según ellos purgaban el mal en las calles. Los carabineros muy pocas veces eran buenos con nosotros, cuando había manifestaciones para luchar por las precarias situaciones de vida que teníamos ellos no temían en ocupar sus balas. Les gustaba mostrar que tenían más poder que nosotros, aún así también estaban coludidos en el narcotráfico, pero ellos tenían su propio negocio por lo que nosotros éramos la inmunda competencia. ¿Acaso creías que la droga que encuentran la dejan como evidencia? No, la utilizan en su propio mercado.
Muchas veces se llevaron a niños del orfanato a cuarteles y jamás volvimos a saber de ellos. También sabíamos que ellos torturaban a los nuestros para saber información, tenían patios traseros donde nadie sabía lo que ocurría. Al final nadie velaba por nosotros, el orfanato nos corrompía, los policías creían que éramos criminales y el estado pensaba que éramos futuros presos. Pero lo que más me molestaba era la despreocupación del orfanato. Ellos eran los encargados de hacer justicia, pero su ambición los cegaba de la verdadera labor, incluso robaban el dinero que el estado entregaba para nuestro bienestar. Además, que cada vez que venían los supervisores del estado ellos ya lo sabían de antemano por lo que ponían todo en orden, ese día era el único que la comida abundaba y aparentábamos ser felices. Pero al día siguiente sabíamos que tendríamos que volver a la realidad de mierda. La ley del paraguas. El gobierno por más que invierta en los niños a nosotros sólo nos llega las gotitas que caen por los alrededores del paraguas mientras que ellos se quedan con todo lo de la superficie. Era cierto el dicho sobre que si un psicópata envenenaba un fajo de billetes para que muriera quien lo gastara, y lo donaba a los huérfanos. Probablemente morirían 3 concejales, el alcalde, 5 empresarios, un juez y 2 congresistas. Pero ningún huérfano.
—Harán una redada.
Sentí como mi corazón dejó de latir por unos segundos y todo ocurría en cámara lenta. El miedo invadía cada célula del cuerpo y no atiné a más que retener a mi hermano entre mis brazos como si así pudiera evitar su partida. Pero sabía que su vida se me escurría entre los dedos como arena y era solo huir de lo inevitable. Ni siquiera podía pensar con claridad mientras el deslizaba su mano acariciando mi pelo, sin darme cuenta había comenzado a temblar. Khalid comenzó a sollozar en mi pecho igual que un niño pequeño y por primera vez en mi vida sentí lo que es temor a la muerte. Las lágrimas escurrían por mis mejillas como las gotas que caían por la ventana cuando me di cuenta que este era el fin.
Una redada era cuando los carabineros salían a la calle con la autorización política de poder disparar a cualquiera que se encontrara fuera del toque queda. Que llevaba años y jamás nadie lo respetaba, pero aún así ese era el pretexto que ocupaban para matar sin piedad a todo aquel que no les fuera útil, su objetivo principal era raptor a unos cuantos de los nuestros para obtener información y matar a otros tantos. Muy pocos volvían con vida después de las exhaustivas búsquedas en todos los callejones con semáforos rotos y plazas sin pasto. Nunca sabíamos cuando eran las redadas siempre nos tomaban por sorpresa, aunque en el fondo todos teníamos claro que las redadas eran notificadas al director del orfanato y el jefe aprovechaba de deshacerse de todos los mocosos que tenían espíritu de rebelión. Mandarlos a la primera fila en una guerra que ya estaba perdida.
—No entiendo porque el jefe haría eso —dije en un susurro más para mí que para él.
El director siempre se había llevado bien con mi hermano por temas estrictamente de su trabajo. Sabía que era el mejor que tenía y que además lo podía retener durante bastante tiempo ya que conocía su debilidad: yo. Mientras el tuviera mi tutela Khalid haría lo que le pidiera.
Romano había mandado a matar a mi hermano. Y su sentencia de muerte era mi entrada al infierno.
Quieren callarme, pero nací gritando.
Escribo rap con R de revolución - Portavoz.
Próximo capítulo: miércoles.
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Infierno Eterno
Teen Fiction"El Infierno" es un apodo más para el polémico orfanato del cual Zara escapa para consagrar su plan de venganza, debe investigar la verdad que le costó la vida a un ser querido. Tendrá que revolucionarse contra el tirano gobernador del mundo oscuro...