Capítulo 4

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—Si me disculpas, pasare al baño antes de comenzar el trabajo —dijo el chico.

La habitación de Marco no se parecía en nada a la de su hermano. Tenía múltiples trofeos y diplomas en las paredes, creo que vi solo un par de libros en toda la habitación, pero a pesar de tener todo muy ordenado, en su escritorio parecía que un tornado hubiera arrasado con todo. Marco pareció darse cuenta que note esto último porque antes de irse me dijo "disculpa por el desorden, pero no he tenido tiempo de ordenar como me gusta". Dicen que la habitación de una persona puede hablar mucho de su personalidad, debido a que es el espacio más personal que tienes. En una habitación de una persona normal —mi caso es excepcional ya que compartía pieza con 20 chicas más— hay mucha simbología relacionada con tus conexiones interpersonales. Había leído que una habitación es la representación de las personas y sentimientos en tu mente. Hay cosas tiradas, hay cosas rotas, hay cosas que saben que están, pero no te altere buscarlas, hay otras que ni sabes que tienes, hay pocas que tienen valor real y muchas que guardas por valor sentimental pero no tienen utilidad. Marco era de esas personas que prefieren el desorden a un orden no perfecto, aunque ambas le perturbaban su carácter exigente. Marco era ordenado con su pieza, por lo tanto, también con su vida; eliminaba las personas tóxicas y se llenaba de progresividad.
En cambio, Dante era de los que prefería dormir entre los vidrios rotos, guardando sus propios secretos, silenciando sus propios gritos y envenenando su alma. Era de los que les gustaba el caos, tal vez porque se sentía correspondido en su solitario abismo.

Aproveche que Marco estuviera ocupado con sus necesidades y comencé a buscar en la habitación cualquier objeto sospechoso, parecía una tarea difícil pero algo —tal vez el sentido arácnido que estaba desarrollando— me decía que debía buscar en el escritorio, después de todo era el único como yo; fuera de lugar. Comencé a remover los papeles nerviosa pensando en alguna excusa que pudiera convencer a Marco, siempre preparada esperando lo peor. En un momento mis manos tocaron algo liso pero chamuscado en los bordes, en ese preciso instante el chico salió del baño por lo que escondí el papel detrás de mí.

—Estaba buscando un sacapuntas —dije intentando sonar neutral, creo que lo conseguí.

—Oh déjame buscar en mi mochila, odio que la punta sea tan quebradiza —mientras se dio la vuelta para buscar en su mochila. Me senté en el suelo a esperarlo, pensaba desesperadamente en qué hacer con la evidencia de mi culpabilidad.

Finalmente, Marco me trajo el sacapuntas y tuve que ocuparlo, aunque creo que no noto que mi lápiz estaba perfectamente en buen estado, obvio si no escribí nada en todo el día. Si seguía este ritmo en la escuela terminaría el año con los cuadernos en blanco y la mente hecha trizas. Marco tomó asiento en frente, mientras prendía su computadora, esperaba que no decidiera que yo redactara ya que a pesar que tenía una excelente ortografía no muchas veces había escrito en un computador por lo que quizás terminaría frustrándome el no saber ocuparlo. Y sería una pena que lanzara el computador tan costoso por la extensa ventana ¿cierto? Debía parecer normal. Afortunadamente Marco fue quien quiso escribir por lo que ocupé el tiempo para abrir mi cuaderno de apuntes y ocultar ahí lo que sea que hubiera tomado —esperaba con todas mis ansiosas que fuera algo interesante porque sino, fuera de broma, metería el tenedor al enchufe más cercano— juro que llegue a sudar de lo nerviosa que estaba. Mi ansiedad pedía a gritos ver la foto mientras mi raciocinio decía que la devolviera.

Comenzamos a leer los textos y me encontraba tan consumida escuchando la deleitable historia que salía de esos carnosos labios que me olvide completamente de lo que había hecho anteriormente, estaba absorta pensando en lo entretenido que era la literatura y como según la prosa podía detectar los vacíos emocionales del escritor. En este momento mi mente se encontraba en el mundo del psicoanálisis y no era fácil sacarme de tan placentero lugar.

—Disculpen las demoras, pero el horno se negaba a prender, aquí están sus galletas y chocolate caliente —dijo Donna mientras dejaba una bandeja con unas deliciosas galletas que se me hacía agua la boca con tan solo pensar en probarlas.

—Muchas gracias —le dije sonriendo, creo que la casa de satanás no es tan aburrida como pensaba. Al menos tienen comida paradisiaca y libros que moriría por leer, tampoco me molestaría quedarme en la habitación de Dante. Después de todo era el más interesante. Lugar, me refiero.

—¿Puedo ver tus apuntes? —pregunto Marco— Olvide mi cuaderno en el casillero de la escuela.

—Si claro —dije tranquilamente hasta que la textura chamuscada volvió a mis recuerdos y sentí pánico total.

Lo que ocurrió a continuación fue en cámara lenta. Veía como Marco se acercaba a mi cuaderno donde probablemente encontraría evidencias que demostrarían que mis motivos de ir a su casa eran mucho más sombríos a los que él inocentemente creía. Entre en pánico de haber arruinado todo tan temprano, sabía que en algún punto lo haría, pero jamás creí que al comienzo de mi aventura. En mi desesperación cometí el acto más irracional que podría ocurrir.

Empuje fuertemente su brazo para poder hacer que el cuaderno —aún cerrado— cayera al suelo de golpe. La distancia entre nosotros era escasa, prácticamente respirábamos el mismo aire. En sus ojos verdes podía ver intrigas y confusión, debió creer que había enloquecido. Qué clase de chiflada le entrega su cuaderno para luego lanzarlo al suelo. Estábamos extremadamente cerca, me concentré de nuevo en su mirada. Esos profundos y angelicales ojos verdes ahora irradiaban algo que no note hace unos segundos.

Deseo. Y eso fue lo que me impulsó a besarlo.

Fue un beso tímido donde yo me acerqué a sus labios casi pidiendo permiso, él se alejó levemente y por alguna razón desconocida su rechazo me disgusto. Mi orgullo era amplio como mis ganas de odiarlo, por lo que mi ego me generó ganas de dejarlo deseando estos labios. Espero que haya sido consecuencia del miedo que sentía de que descubriera que finalmente todo esto era una técnica de distracción. Todos estos pensamientos ocurrieron en segundos porque antes que me pudiera dar cuenta el ya tenía mi cara entre sus manos y mis labios entre los suyos. Ninguno de los sabía lo que hacía, pero en ese momento no podía pensar en otra cosa que no fuera en lo bien que sabía besar. Como sus labios ejercían presión sobre los míos declarando autoridad sobre ellos, lo hacía todo con su marca personal el toque dulzón estuvo siempre presente. Quería hacerte sentir especial, quería parecer la clase de chico que puede llevarte a la iglesia el domingo. Claramente era él quien llevaba el ritmo del beso y yo simplemente lo seguía, no sabía besar de esa manera tan sana y poco pervertida. Aún tenía demasiados cables cruzados en mi mente como para guiar bien a mis alborotadas hormonas. Con sus manos en mi cintura comenzó a intensificar el beso y en un acto reflejo llevé mis manos a su largo cabello ondulado y comencé a jalarlo levemente en busca de más pasión o tal vez mi orgullo necesitaba sentir que yo era la que tenía el poder, mis movimientos comenzaron a tener el efecto que deseaba ya que podía sentir lo agitada que era su respiración y la efervescencia de su lengua al tocar la mía. Literalmente lo estaba llevando al lado oscuro.
Y el beso terminó con un "cierra la puerta" de parte mía. Aunque mejor dicho ahí comenzó todo.

Él no sabía que lo estaba llevando al mismísimo infierno mientras bailábamos el tango del pecado.

Aquí termina la "maratón", espero que les haya gustado el capítulo de hoy. El próximo capítulo se subirá el miércoles e incluye una temática un poco delicada.

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