Los recuerdos en un frasco de criastal

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El cielo se iluminó de millones de estrellas cuando la noche cayó. Los ruidos de los animales nocturnos los acompañaba dejando de lado el silencio de aquella pareja sentada en un enorme suelo acristalado en medio de una hermosa montaña. Las luciérnagas volaban entre ellos regalándole sus luces. El pueblo  se veía diminuto en esa gran altura. Pues esta era una de las tantas cosas que disfrutaban de verdad. El silencio,el fresco viento y las luces de las luciérnagas. Y el cantar de los diminutos animales del lugar.

Pero esa noche el viento se hacia pesado y melancólico, esa noche la habían plasmado como la última en el que el sol dejaría de salir y brillar para ellos. Pues hasta los espíritus tenían miedo de desvanecerse.

Ella lo miraba cuando sus ojos se distraían en el cielo. Y el fingía no darse cuenta. El cristal fue creado con su magia espiritual. Pues siempre habían querido estar en un lugar en donde nadie los molestase. Ni los grandes dioses ni la humanidad que estaba apunto de acabarse. Siempre subían a esta montaña para recordar sus mejores  y sus peores momentos también.

El mundo, su mundo les avisaba el final con cada pedazo de cielo que caía sobre ellos. Vivian una guerra constante contra los reinos que no respetaban la vida ni las almas. Los espíritus se armaron de tantas torturas. Espíritus sin alma que se dedicaron a tomar  las vidas de las personas que alguna vez los adoraron. Matar era un pecado mortal. Pero a ellos eso no le importaba. Algunos espíritus se dedicaron a entregarlo todo en el ejército. Dejando sus almas en cada batalla y en cada magia que brotaba  de sus venas.  Declarando la guerra más mortal que había vivido su mundo.
Mientras que los humanos cada día eran manchados con aquellas mismas costumbres del poco respeto de las vidas.Pues si no hay control en este mundo como lo habra en el mundo humano.

— cuando comenzará?
Susurró sin romper los pensamientos que los abundaba. El horizonte poco a poco era pintado del azul de los mares más profundos.

— aun no es seguro, hay rumores de que pronto habría un ataque sorpresa.

— Crees que su magia es casi tan poderosa como la vuestra?

— No estaría tan seguro de eso

El intentaba controlar el temblor de su voz,no quería que viera que por dentro lo aterraba hasta los huesos.  Lo miró con esos ojos azules llenos de gotitas amenazando con caer.

— crees que no se para que me trajiste? —el frío. Se coló por sus venas provocándole dolor- se que será mañana

— ¿Quien te dijo eso?

— Eso ya no importa Alex

— Solo no quiero que llegues a casa pensando que no volveré

Estaba enojada y a la vez atemorizada.

— acaso no piensas hacerlo

— ¡sabes que no es eso!

Pues claro que no  era por eso, ella no era entupida. Sabía que era difícil y que esto tarde o temprano llegaría a ser su principal conflicto. Su silencio la estaba atragantando hasta morir. Quería arrancarle toda aquella piel de tranquilidad que lo cubría. Sus ojos negros la atraparon por unos momentos antes de tomar la rienda de sus piernas y levantarse del suelo de cristal que solo era iluminado por luciérnagas. Se seco su rostro con una sonrisa y lo obligó a que posara toda su atención en ella.

Sacó de sus caderas la espada que cargaba y la arrojó a una esquina del suelo de cristal. Su cara le cambio a tanta confusión que apenas podía entender que es lo que intentaba lograr con aquel estólido acto.

— ven Alex

Le extendió su delicada y pequeña mano de color similar a la leche para luego ser tocada por la piel tostada por los rayos del sol.  Intentó levantarlo entre las risas que se le sumaban en sus labios. El dejaba todo su peso en todo su cuerpo obligándola a que ella se esforzara por levantarle. El carcajeaba de diversión al ver su pequeño cuerpo intentar moverlo.

Hasta que no pudo más y se terminó sentando en el cristal buscando el aire que se le escapaba de sus pequeños pulmones.

— te vez tan tierna

— te odio— dijo escupiéndolo de odio 

— mi pequeña guerrera

Ese apodo la aborrecía a morir y el lo sabía, tenía el conocimiento de lo que causaba en ella. Pero aun así disfrutaba como su rostro terso y blanco se arrugaba de desagrado y molestia.

— quiero que pelees por mí.—pero la felicidad abandonó su cuerpo

Se toco su pecho con sus diminutos dedos  dándole a entender que entregaba su alma entera sin importar las consecuencias.

No podia cumplirle esa promesa, pues nadie sabia lo que pararía en esa guerra. Menos aquel guerrero.

— no te lo puedo prometer Nova... pero quiero que te quedes con nuestros recuerdos. Y con todo lo que alguna vez valió la pena en nuestras vidas.

Con sus manos y la ayuda de su magia creo un  frasco de cristal azulado y lo lleno de todas las luciérnagas que danzaban a su lado. Lugo se lo entrego a la chica que lo miraba con tal admiración que su piel se erizaba sin ser tocado por sus delicadas manos.

Se le acerco decidido a tocar sus labios y saborearlos hasta quedarse lleno de sus labios.

Sus labios se rozaron sin apartar sus ojos de los de ella. Provocando que su alrededor se paralice quedando solo ellos. Y la noche. Que los acompañaba como una vieja amiga.

Sus labios se unieron, saboreando cada movimiento de sus bocas proveían. Sus manos tocaron su fino rostro blanco. Mientras que sus dedos se colaban entre su pelo blanco y  sedoso. Que esparcía un olor a rosas embriagante.

Ella jugueteaba con su cabello negro corto que tanto ella le encantaba acariciar.  Aquellos labios le provocaban  el temblor de sus rodillas y su piel se encendía por todos lados despertando el calor en lugares que jamás pensó que existían.

— te amo Nova

— y yo a ti Alex. Te necesito vivo.

Trato de tragarse las lagrimas que intentaban escabullirse de sus ojos.

— Nuestros hijos te necesitan.

El silencio los arropaba suavemente.

— necesito a mi esposo.

El continúo besándola, ahora sin desenfreno. Con tantas ganas de tocarla de nuevo. Como solía serlo. Sus labios hicieron un recorrido por su rostro hasta caer en su cuello. Dejando pequeños y deliciosos besos en ello.Intentando despojar la ropa que los molestaba a ambos.

El fuego quemaba cada beso y cada carisias que se dejaban marcadas en la piel. Poco a poco se compenetraban entre ellos dejado aquellas montañas ser testigos de cómo dos cuerpos se unían por última vez. Desnudando sus almas como solo ellos sabían hacerlo.

Solo esa noche, solo esa; fue la ultima vez que lo vio con tanta vida y amor en sus ojos. La última vez que pudo tocar el corazón de su esposo y sentirlo latir de verdad.  Los años pasaron tan lentos para ella que se había sumergido en tanta triza. La guerra había acabado con los enemigos pero se llevo por delante a todos a esos guerreros que habían dejado su alma en sus espadas y aquellos campos tan llenos de violencia dejando las tierras llenas de cuerpos ensangrentados. Pero el aviso de que tal vez el ya no volvería la había condenado a encerrarse en su habitación.

Pero un día decidió volver a aquella montaña, en compañía de sus dos hijos pequeños. Asombrados por el hermoso cristal que su madre había reconstruido con su magia. Correteaban sin control, alegres, fingiendo volar con sus manos a sus costados diminutos. Ese acto le recordaba tanto a su esposo que le llenaba el alma de tanta felicidad. Sostuvo a su costado el frasgo de cristal lleno de todas las luciérnagas  que alguna vez los visitaron en esas montañas. El último regalo que le dejo.

— ¿que tienes ahí? mama— le dijo el mas pequeños de los niño

— lo que su padre guardo en este lugar.

El viento revoloteo entre ellos queriendo abrazarlos con tanto entusiasmo. Dejando en sus corazones un cálido sentimiento. Ella podía sentir que el estaba ahí con ellos sonriéndoles y volando por el viento.
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Tarde pero seguro.

Un cuento cada nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora