El silencio del campanar

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Las hadas oscuras les llamaban así a los ángeles que avisaban a la muerte como una adoración hacia ella con gracia. La aclamaban como una diosa sin igual incluso con solo nombrarla el mundo temblaba hasta morir del horror. Se decía que incluso las hadas oscuras eran simples mensajeras de la muerte. Espíritus que eran escogidos luego de la muerte para servir a la muerte como ofrendas. Las personas del pueblo de Naga Thar creían en algo más. Incluso llegaban a pensar que aquellas hadas oscuras eran las hijas de la muerte. Esa sola historia solo era contada a los niños de los cuales temían que las hadas oscuras les cantaran debajo sus ventanas de una manera tan desgarradora que con solo escucharlas despertaban la misma muerte. Decían que al escucharlas en las noches hacía que cualquiera al escuchar fuese arrastrado por una agonía hasta que al final la muerte sea la última en terminar con ello.
Decían que aquellas hadas solo gritaban por el clamor de un amor de la que la muerte padecía. Pero aquella historia fue cambiando mediante cada invierno del cual Naga Thar solía sufrir, cada noche los gritos en aquel pueblo eran más frecuentes, cada noche un alma era tomada por aquellas hadas de las cuales eran ofrecidas como simples regalos a la muerte.

Pero los niños ya no podían creer, cada día temían más por los gritos que por la misma leyenda. Uno de los niños del orfanato solía esconderse en la enorme campana que solía cantar en algunas horas previas. Por unos momentos el viento no parecía aparecer en aquellas campanadas, abundaba un abrumador silencio. Pero para aquel niño parecía encontrar más la tranquilidad y el regocijo que el temor del cual el ruido solía esconder. Solía esconderse de entre todos los niños huérfanos de Naga Thar, un escondite del cual lo proclamo como suyo.

Las noches lejos de ellos lo volvían placentero. Lejos de los miedos de las hadas, lejos de la muerte la cual el sentía que lo vigilaba por la ventana esperando el grito de las hadas para que le arrebataran el alma con tanta crueldad. Había noches en las que las pesadillas lo drenaban; solo con imaginar la muerte sus sueños se volvían pesados.

Solía acompañar las más oscuras y frían noches leyendo viejos poemas y cuentos de hadas que el solía leerle a la gran campana, ahogando aquel solo silencio que la abundaba. Cuentos que el solía robar de la biblioteca, mucho antes de que las monjas los quemaran. Solía recitarle cada poema tras poema. Acompañado el silencio con su voz suave.

Pero en una noche larga de invierto, el miedo calló sobre él, parecía quemar su cuerpo con violencia y haber apuñalado su pequeño corazón con tanto odio del cual le había arrebatado el aliento. El miedo lo encalambraba aún más que aquel crudo frío de aquella noche agonizante.

Pero luego el niño se había calmado al ver de entre las escaleras haber salido una pequeña cabecita de color plateado que lo miraba a través del mar muerto de sus ojos. La niña; para los ojos curiosos era inexpiable. Cualquiera con su cordura y mentes cuadradas hubieran huido con su sola presencia. Era pequeña como una muñeca de porcelana. Pero rota. Pues su cabello era plateado y largo, suave y lacio que cualquiera pensaba que su cabello bailaba con el brillo de las estrellas. Uno de sus ojos era de un azul, que asemejaban al enorme océano que parecía atrapado en ellos como enormes espejos. Y el otro asemejaba a un cristal. El color era tan claro. Era tan transparente que podías verse reflejado en el, como un espejo.

Ella deslumbraba, incluso a través de la horrible nieve parecía tan cálida como el verano, tan bella como la primavera y tan majestuosa como el otoño al caer las primeras hojas.

Con una sola sonrisa calmaba el miedo del chico. El cual el parecía no entender como había llegado hasta allí. Por un momento aquella duda había sido resuelta cuando supo que lo había fisgoneado durante todo el día.

Todo en el orfanato la llamaba la rara. Incluso algunos de los niños en secreto decían la bruja blanca, pues con aquella mirada podía quemar cada parte de los confines de los cuerpos de los humanos.

Un cuento cada nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora