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𝑪𝑼𝑨𝑵𝑫𝑶 𝑳𝑳𝑬𝑮𝑨𝑹𝑶𝑵 al castillo los recibió la grata noticia de que a Potty Potter (como a ellos les gustaba decirle), se había desmayado a causa del dementor que se había subido al tren horas antes. Nathaniel largó una carcajada sonora al verlo entrar por el comedor con la cara pálida, el ceño fruncido y una mueca de molestia. Pero no fue ninguno de los hermanos Snape quiénes dijeron algo al respecto, ese había sido Draco Malfoy que recreaba la escena una y otra y otra hasta que ya nadie le prestó atención, a excepción, claro, de Pansy Parkinson.
Dolores se sentaba en su mesa a lado de Daphne y de Theo. Los tres esperaban pacientemente el banquete mientras veían la décima actuación de la escena de Potter desmayándose. Malfoy reía mientras en la mesa de los leones, Granger le sacaba la lengua y le decía algo a Potter. Weasley solo rodaba los ojos tratando de ignorar al rubio. Incluso vio como su hermano Andrew rodaba los ojos, harto. No era secreto que Andrew no era del agrado de Malfoy y viceversa. Si había alguien, además de Potter, que Malfoy no soportaba, ese era su hermano Andrew.
La verdad era que ni a Dolores ni a ninguno de sus hermanos le importaba eso. Ellos tampoco era como que necesitaran a un Draco Malfoy en sus vidas. A su izquierda, Blaise Zabini mandó a callar a Malfoy con gesto hastiado, eso la hizo sonreír. Era bastante obvio que fuera de Slytherin, Malfoy se daba aires de grandeza, pero dentro de la casa verde, él no era ni de lejos el que estaba en la cabeza de la casa. Esa bien podría ser Dolores, pues era la hija del jefe de la casa, o incluso Nott, el Slytherin más inteligente de todos. O Zabini, el hijo que heredaría una fortuna inmensa, nada comparada a la de Malfoy. Pero Malfoy por alguna razón, no desistía de su título del Rey de las Serpientes.
Cuando el comedor guardó silencio, Dumbledore, su querido director, tomó su lugar frente a todos listo para dar el discurso de bienvenida. La selección ya había pasado, tampoco era como que a Dolores le importaba quién quedaba y quién no en su casa. Le era bastante irrelevante lo que pasara fuera de su curso.
-¡Bienvenidos!-exclamó el anciano director con una gran sonrisa. Dolores no pudo evitar dar una pequeña también.-¡Bienvenidos a todos a un nuevo año! Tengo unas cosas que decirles a todos, y como una es muy seria, se las explicaré primero antes de que el banquete los deje noqueados.-Dumbledore se aclaró la garganta y siguió-Como todos saben, después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia.-se hizo una pausa y luego continuó-Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio-dijo el director- y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles.-Dolores sabía de la existencia de una capa invisible, cuyo dueño era el niño de lentes de Gryffindor que le dio una mirada incómoda a su amigo Weasley- No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, les advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en los prefectos y en los últimos ganadores de los Premios Anuales para que se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.
