5- El primer beso de una conquistadora

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Faltaban otras dos marcas para que se pusiera el sol, pero cuando llegamos al sitio donde estaba nuestro campamento, las tiendas ya estaban montadas y los fuegos para cocinar ardían debidamente. Los carromatos y el servicio siempre iban por delante explorando y alabé a Alexandra por el lugar que había elegido para acampar.

Entré en la tienda e inmediatamente me sentí en casa, mucho más que en el castillo de Telamón. Como tenía por costumbre, llevaba más de veinte estacione montando el mismo tipo de tienda y solicitando la misma disposición de las cosas dentro de ella. Todo estaba como debía estar; bostecé y me estiré. Sabía que yo me sentía cansada después de un día entero a caballo, seguro que mi joven esclava estaba a punto de desplomarse. Sin embargo Kara, me dejó impresionada cuando se quitó su propio manto y se puso a ayudarme para quitarme la ropa.

Una vez cubierta por mi bata de seda preferida, me arrellané en una de mis sillas más cómodas y disfruté de la copa de vino que Kara me puso delante. Me pareció extraño que tuviera esta intuición de mis necesidades, teniendo en cuenta que había empezado a servirme el día anterior.

- Mi señora... mmm, ¿puedo...?- preguntó señalando fuera de la tienda.

- Por supuesto- dije levantándome cuando volvió a echarse el manto por los hombros. Quité el broche con mi sello del cuello de mi propio manto y lo coloqué a la altura de la garganta de Kara- Esto garantizará que ninguno de mis soldados se exceda. Si tienes problemas, acude a mí sin dudar.

La idea de que Kara estuviera con otro, ya fuera por la fuerza o por su propia voluntad, me enfureció de repente. En mi cerebro surgió la imagen de Kara con otro y la visualización encendió mis celos. Éste era el momento que durante tantas estaciones había intentado mantener a raya. Me temo que Kara estaba a punto de experimentar mi afán posesivo por primera vez.

La cogí de la barbilla entre el pulgar y el índice y la mire a los ojos.

- Permite que te lo deje muy claro, Kara. Me perteneces. Nadie puede tomarse libertades con tu cuerpo o con tu afecto. Si alguna vez descubro que es así, perderás la vida empalada en mi espada. ¿Me comprendes, niña?

Asintió con la cabeza y sentí literalmente el miedo repentino que la llenó rápidamente. No tenía intención de hablar con tanta aspereza, ni de dejarme llevar de esta manera por los celos. Para mí era importante, por alguna razón que todavía no comprendía, que Kara no me tuviera miedo, pero en un solo día, mi demonio había hecho acto de presencia sin avisar.

Me relajé un poco, sonriéndole y luego le acaricié la mejilla con la mano.

- Estoy segura de que nunca me darás motivos para hacer una cosa así.

Como disculpa, no valía gran cosa; pero por otro lado, tenéis que comprender que las disculpas no eran lo mío. Que eufemismo tan increíble. Lo cierto es que jamás en mi vida había pronunciado las palabras "lo siento", desde luego jamás desde que cumplí la mayoría de edad. He atentado incluso contra las personas que tenían fe en mí. He matado hombres por la emoción que me producía tener su sangre en mi espada y he pegado palizas a mujeres que habían compartido mi cama, simplemente por la sensación de dominación y poder que para mí era equivalente al placer sexual.

Algunos de estos desdichados eran incluso personas por las que sentía un poco de interés o confianza. Había ocasiones en las que me sentía mal después y les ofrecía un regalo o palabras amables como disculpa y aunque a veces me parecía que quería pronunciar esas palabras, nunca me salían. Eso suponía doblegarse y una Conquistadora jamás se me doblega. No conocía emoción o persona alguna que tuviera tener esa clase de poder sobre mí, para obligarme a caer de rodillas de esa manera.

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora