12-Buenos días

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Me levanté antes que el sol, como era mi costumbre, y dejé a Kara durmiendo profundamente en nuestra cama. Cuando me solté de sus brazos, coloqué una almohada en el hueco cálido que había dejado mi cuerpo. La joven rodeó su blandura con sus brazos y me pareció oír un suspiro de contento que se escapaba de sus labios.

Crucé el pasillo hasta las habitaciones de Kara, para ver si Eliza había podido completar la tarea que le había pedido. Debería haber sabido que la mujer mayor no me fallaría. El pequeño sofá había desaparecido, pero en su lugar junto a la ventana, había un pequeño escritorio ornamentado, del tipo que se encontraría en la sala de estar de una dama. Al lado del escritorio había una gran estantería llena de pergaminos y encima había varias cajas de madera con tapas de bisagras. Al echar un vistazo, descubrí que estaban llenas de plumas y tinta.

Salí de la habitación con una sonrisa, preguntándome cómo se sentiría mi esclava al ver convertido su sueño en realidad.

- Buenos días, Kara- le dijo Sylla a la pequeña rubia.

Vi por la puerta entreabierta de mi estancia de baño que los ojos de Kara me buscaban de inmediato. Se levantó de la cama, poniéndose la bata y dio los buenos días a mi doncella. Carraspeé y salí del baño a la pequeña estancia donde guardaba mi ropa. Al advertir por fin mi presencia, la joven esclava ayudó a Sylla a colocar el desayuno en la mesa.

Comimos en relativo silencio y le conté a Kara mis planes para esa mañana.

- Esta mañana me tengo que reunir con mis consejeros, Kara- dije, levantándome de la mesa para empezar a vestirme- Estaré en mi estudio casi toda la mañana, pero si me necesitas debes de esperar aquí, no debes interrumpirme. ¿Comprendes?

- Si, mi señora.

- Tal vez deberías de ir tú también a vestirte, ¿eh?- le acaricié la mejilla cuando se levantó de la silla. Me sonrió y se marchó en silencio.

Sonreí al pensar en la sorpresa que aguardaba a Kara. De repente, me preocupé. ¿Y si no le gustaba? casi había terminado de vestirme, cuando oí unos golpecitos suaves en la puerta que usaba Kara para entrar en mi habitación. Intenté borrarme la sonrisa de la cara y parecer inocente.

- Adelante.

Kara entró corriendo en la habitación y se detuvo. Yo le daba la espalda mientras me metía la camisa por los pantalones y cuando me volví, me recibió la sonrisa más grande que había lucido Kara jamás.

- Kara, pero si todavía no te has vestido- la reñí, más como broma que otra cosa.

- Mi señora, yo... o sea, es... nunca he...

- Kara, si quieres ser bardo, vas a tener que ser capaz de terminar una oración completa, eso lo sabes, ¿verdad?

Mi joven esclava corrió hasta a mí y cayó de rodillas a mis pies, me cogió la mano y se llevó mis dedos a los labios. No sé si puedo describir lo que sentí ante eso.

- Kara, no hagas eso- le dije a la joven en voz baja, tirando de su cuerpo postrado para ponerla en pie.

Kara levanto la vista hacia mí y por primera vez, me miró a los ojos, directamente a los ojos. Fue un momento poderoso, cuando esa pequeña mujer me miró, tan poderoso, de hecho, que retrocedí medio paso por la intensidad y el fuego que me alcanzaron con su mirada. Cuando se adelantó y se puso de puntillas para cubrir la distancia que nos separaba, me debería haber imaginado lo que iba a suceder. La rubia se acercó más y luego me besó.

Al principio, se me cerraron los ojos por la placentera sensación, luego sentí que la presión de su boca sobre la mía cambiaba y abrí los ojos de golpe por la descarga de deseo que me alcanzó hasta lo más profundo de la entrepierna. Con todo, Kara no me soltaba los labios y ahora su lengua exigía paso al interior de mi boca, cosa que recibió. No hubo ningún combate para establecer un dominio; Kara tenía todo el poder y, desde luego, lo estaba usando.

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora