6-Kara habla

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Para cuando llegamos a Corinto, mi joven esclava y yo habíamos alcanzado cierto grado de intimidad la una con la otra. No obstante, Kara seguía pareciendo bastante atónita ante algunas de mis poco ortodoxas peticiones. Me daba cuenta de que todavía no estaba cómoda pasando la noche conmigo después de ocuparse de mi placer. Yo sólo sabía que a mí me gustaba y por eso seguía haciéndolo. Por supuesto, aquello era aceptable que ocurriera mientras viajábamos, puesto que compartiríamos una sola tienda.

Sabía que cuando nos instaláramos en palacio, tendría que volver a acostumbrarme a dormir sola. Como una niña asustada, intentaba no pensar en la noche que se avecinaba. Pero era la soberana del maldito país. Si quería tener a mi esclava corporal conmigo toda la noche, estaba en mi derecho. Si quería tratar a esta muchacha como a una reina, ¿quién me iba a decir lo contrario?

Pero sabía la impresión que causaría y la debilidad no es algo que se deba anunciar a los que sueñan con gobernar en tu lugar. Iba a tener que cuidarme de no mostrar abiertamente que estaba excesivamente encariñada con Kara. Para mis enemigos, eso sería señal de que me estaba haciendo vieja.

¡Ah, que me lleve el Hades! Siento cariño por esta muchacha y al país que le den. ¡Voy a ser como me dé la gana! No voy a exagerar, pero si quiero mimar a la chica, lo lamento por el primero que me llame débil por eso. Se enterará de lo que todavía puede hacer la espada de una vieja necia.

Una mano pequeña sobre mi antebrazo me sacó de mis reflexiones. Bajé la mirada hacia unos ojos azules en lo que había una preocupación atípica. Me di cuenta de que se me había puesto el cuerpo tenso mientras batallaba en silencio con mi conciencia. Kara debía de haber notado el cambio y una vez más, hacía algo que me sorprendía.

- ¿Mi señora?- preguntó suavemente.

Iba sentada de lado delante de mí al pasar por las puertas de la ciudad y le sonreí débilmente.

- No es nada- mentí.

La estreché más la cintura y la pegué más a mí. Sentí que apoyaba el peso en mi pecho y seguimos adelante. Ésta era la forma en que habíamos llegado a comunicarnos en las dos últimas semanas. Ninguna de las dos decía gran cosa verbalmente, pero mediante pequeñas caricias y miradas, conseguíamos entendernos eficazmente. Bueno, si no eficazmente, por lo menos hasta que una u otra aprendiera a expresar lo que sentía.

Se formó un caos alrededor del palacio cuando llegamos. Creo que Kara no estaba preparada para el estrépito de los soldados al reunirse con sus familias y el remolino de consejeros que me rodeó antes incluso de que me diera tiempo a desmontar, para advertirme de tal o cual problema. Empujé a Kara hacia Sylla y le dije que le dijera a mi doncella que la llevara a mis aposentos, donde la vería cuando terminara.

Observé a la muchacha mientras se alejaba y pensé, por la expresión de sus ojos que seguramente creía que la estaba despidiendo. Llevaba la cabeza muy gacha y tuve que hacer un esfuerzo para no coger a la pequeña entre mis brazos, para no perderla jamás de vista. En cuanto me volví hacia mi administrador, Demetri, tuve que dejar en suspenso todo deseo de tener vida personal.

Casi a media noche

Ya era bastante tarde cuando logré encaminarme a mis aposentos privados.

- ¿Sylla? ¿Qué Tártaro haces aquí?- le pregunté a mi doncella, que parecía estar esperándome.

- Es por tu esclava, Señora Conquistadora. La chica, ¿Kara?

Conquistando a la Conquistadora (ADAPTACIÓN SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora