Pasé tanto tiempo leyendo, que solo en el día de vuelta a la librería, en el autobús, donde había decidido no coger los libros por si acaso se me mezclaran con los de otros, pude reflexionar sobre mí mismo.
Apoyé la sien contra el cristal y me di cuenta de muchas cosas mientras veía a los coches circular. Me di cuenta de que en ese último mes, había leído muchísimo y trabajado muchísimo. Pero no había hablado con nadie más de lo necesario. Me di cuenta de que por las noches no me había vuelto a asaltar esa presión. Me di cuenta, de que la soledad no era tan mala si sabías disfrutarla. Me sentí solo, pero no sentí el frío que viene con el devastador sentimiento. Sabía que estaba solo pero me dirigía a un lugar donde poder compartir todas las cosas, donde iba a conocer a gente nueva.
Al llegar a la librería metida con calzador en la urbe tecnológica, me puse algo nervioso. La puerta estaba cerrada, por lo que deduje que ya estaban todos en la trastienda. Al carecer de timbre tuve que golpear con fuerza en la madera. A los tres minutos, me abrió el librero. Creo que se alegró de verme nervioso. Me invitó a pasar. Atravesamos las estanterías repletas de libros y me dirigió a la habitación de la que procedían ruidos de tumulto. Al entrar, conté en total a nueve personas sentadas en el suelo. Un señor algo mayor estaba sentado en una silla. La habitación parecía sacada de un Ikea japonés. Había alfombras de tatami, y una mesita para el té. Me resultó bastante curioso. El librero me introdujo y yo pronuncié un “Hola” antinatural por mi nerviosismo.
El señor de la silla se rio y se presentó. Todos hicieron lo mismo. Ninguna de esas personas tenía mi edad. Lo más cercano era una chica de treinta y dos años. Tomé asiento y el librero continuó.
-Como ya he dicho, hemos debatido un poco el contexto del libro. Ahora formemos una opinión personal cada uno.
Todos empezaron a hablar por orden. La mayoría eran favorables. La chica dijo que aunque la forma de escribir de Murakami le había gustado mucho, el libro en sí no le había atraído. Al final, hablé yo.
-Cuando abrí este libro descubrí un pequeño pasadizo. Un pasillo oculto en las paredes del tiempo que me hizo pensar en que Fitzgerald aún seguía vivo y se dedicaba a darle clases particulares a este hombre. Luego me di cuenta de que esto no es del todo cierto. Murakami tiene ideas inspiradas en Fitzgerald y escribe de forma distinta. Escribe de una forma clara y concisa, no necesita la escritura barroca para presumir de una literatura bonita. Parece que supiera el diccionario común de las personas y evitara salirse de este para escribir.
El librero me aplaudió, y los demás le hicieron eco por mi análisis técnico de la escritura. El señor de la silla me preguntó si había estudiado filología o literatura comparada. Le dije que no pero que me parecía muy interesante leer.
Seguimos charlando sobre el libro, y al termina pregunté porque la habitación parecía del estilo japonés.
El librero me comentó que cada año cambiaban de nacionalidad. Este año, al tocar literatura japonesa, había decorado así la habitación, para mejorar el ambiente de las reuniones y darle más énfasis.
Luego tocó votar el siguiente libro. Pensé que también sería de Murakami, pero no. Al parecer se pide al menos que haya otro autor en medio antes de repetir. El ganador fue Teru Miyamoto, más concretamente su obra “Gente de la calle de los sueños”.
Cuando acabamos de discutir, nos sentamos a charlar y a tomar el té. El librero se tomaba muy en serio esas reuniones. La chica de treinta y pico años, me hizo una pregunta que cambió mi vida sin avisar.
-Oye, antes te preguntaron por lo que habías estudiado, pero no por lo que trabajabas. Creo que se les escapó un detalle importante, ¿eres escritor? – Todo esto lo dijo mirándome fijamente, como si el hecho de que yo fuera escritor pudiera cambiar el curso de los vientos.
Y realmente cambió el curso de los vientos en mi interior. El aire, tomó otros caminos, la sangre que surcaba mis venas se equivocó de camino, me produjo un cosquilleo extraño, mi mirada se perdió en el infinito. Todo como reacción a la sinapsis neuronal: «Yo podría ser escritor».
-¿Hola? ¿Me estás escuchando? – Su voz me sacó de mi aislamiento.
-No, la verdad es que no tengo nada que ver con lo mundo de la literatura. Lo máximo que redacto son informes para mí empresa.
-Lástima, con la pasión que ponías dando tu opinión del libro pensé que eras escritor o periodista.
En mi mente, la idea volvió a cavilar: «Yo podría ser escritor».
Salí de allí con un par de amigos nuevos, veinte euros menos, el libro de Teru Miyamoto, y otro de Haruki Murakami.
Esa noche, fue la noche que escribí por primera vez. Me senté decidido en la mesa, puse a Miles Davis en el equipo de música, abrí el procesador de textos del ordenador y escribí.
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Kind of Blues
RomantizmEste texto podría ser muchas cosas. Pero de todas las cosas que podría ser, es una por encima de todo, es mi primer relato largo. Es la primera vez que sobrepaso la barrera de las cinco páginas, es para mí, un hito. Un sueño. Espero que os guste.