VI - El uno de septiembre

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Quizás el hecho de que Julia y yo nos convirtiéramos en pareja fue algo lógico. Dejé mi trabajo antes de que acabara el mes y le pedí al casero que alquilara mi piso. Él me dijo que no le importaba guardármelo unos meses. Aunque no sabía cuánto tiempo estaría allí, le dije que me lo guardara hasta octubre, quizás tuviera que volver tras el concurso. Durante el tiempo que estuve allí me dediqué con todos mis esfuerzos en sacar una novela decente.

            Podríais pensar que pasar un mes encerrado en una casa es algo difícil. Pero realmente no lo es. Estaba curando la soledad con el extremo de compartirlo todo con otra persona. Era una sensación maravillosa comparada con el frío de aquel día aciago de unos meses antes. Yo me instalé en una pequeña mesita con un ordenador portátil a la izquierda del omnipotente escritorio de Julia.

            Lo que para mí fue tan bueno, para Julia no tanto.

            La primera vez que me la encontré en el suelo, fue la mañana del 1 de julio.

            Estaba llorando.

            La abracé y le pregunté si estaba bien, la intenté consolar.

            Decía que estaba harta, que quería andar.

            En el fondo, su dolor tenía algo de sentido. Podía ver sus largas piernas desnudas, sus pies tan bonitos. Podría haber sido bailarina perfectamente. Pero sus piernas no querían moverse.

            Creo que fue ese día el día en que Julia decidió abandonar su novela.

            No me lo dijo, por supuesto. Ella veía todo el empeño que yo ponía y sabía que si ella abandonaba yo también lo haría. Ella se sentaba todos los días, y me escribía una carta.

            A finales de agosto, Julia y yo dormimos juntos por última vez. Según ella, no podíamos continuar así. La relación no funcionaba.

“Quizás deberíamos ser solo amigos”.

            Me rompió el corazón. Mi latido se deshizo en un eco sordo en menos de un segundo. No me lo esperaba. Pensé en todo lo que podría hacer por ella.Yo la habría cuidado y la habría protegido para siempre si ella me lo hubiese pedido.

            Pero no quería que fuera yo el que lo hiciera.

            Aun así, fui su amigo para poder disfrutar de su compañía. Ella era la chica que había curado mi soledad.

            Me echó de su casa el día uno de septiembre.

            Nunca me quedó clara del todo la razón. Pero la mañana del uno de septiembre fue la última vez que vi a la chica más rubia con los ojos más verdes.

            Volví a la ciudad abatido. Aún me quedaba un dinero para sufragar los gastos del alquiler por un tiempo, podría seguir escribiendo y luego…

            No, ya no quería ser escritor.

            Lo sabía. Lo tenía totalmente claro. En el mismo momento que Julia rompió mi corazón, se quedó con una parte importante. Y en esa parte, estaba mi deseo de ser escritor.

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