CAPÍTULO 2: Un problema grave.

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Los días pasaban y mi vida seguía siendo un completo caos, necesitaba -y enserio lo necesitaba- irme lejos, o simplemente desaparecer por completo.

Iba saliendo del instituto revisando las páginas del cuaderno de la última clase, si no me equivocaba habían dejado tarea. Y si, así era. Bufé mientras rodaba mis ojos, de pronto una espalda enorme fue todo lo que vi a milímetros de mi rostro.

—Oye, ¿Por qué no te fij...? — se quejó enojado —¡Oh! —mi estúpido mejor amigo. —Bebecita —dijo en tono seductor.

—No me digas bebecita, imbécil —pasé por su lado ignorando su cara de decepción debido a mi respuesta tan cortante.

—A ver, a ver —dijo mientras corría tras de mí. Tomó mi brazo y me detuvo para luego pararse justo en frente de mí, suspiré con pesadez mientras que su ceño estaba fruncido. Observé su cabello castaño claro, peinado hacia arriba. —¿Por qué ese humor tan precioso conmigo? ¿Qué te hice? —preguntó, sin responder me dispuse a seguir caminando.

—Existir, eso haces. Vete —respondí mientras intentaba escapar, pero sus brazos me rodearon en un abrazo, todo su torso pegado a mi espalda, su cuerpo era más grande al lado del mío, ya que él era más alto que yo. Podía sentir sus pectorales contra mí.

—Ya sé —susurró cauteloso en mi oído. —Te enojaste por lo que dije sobre la terapia —finalizó haciéndome soltar un soplido enojado.

—No puedo creer que te cuente mis problemas con confianza y tú me traigas a un loquero —dije frustrada intentando zafar de su agarre.

—Psicólogo —corrigió. Sus brazos me soltaron, pero al ver que quería irme, se paró frente a mí nuevamente y me detuvo. —Jade, mi única intensión es ayudarte, no ofenderte. No me pareció mala idea que empezaras a ir a terapia con un psicólogo, contarle tus conflictos familiares y que te ayude a sobrellevarlo.

El día anterior, luego de otra discusión con mi madre y mi padrastro, había salido corriendo en llanto rumbo a la casa de Dylan. Estaba muy mal y le costó mucho lograr calmarme. Luego de conversar, su consejo había sido ir a un psicólogo, algo a lo que me había negado rotundamente. Un día después se atrevía a llevarme por sorpresa con uno.

—Si te cansaste de escucharme siempre sólo debiste decirlo — dije fría, sin ganas de seguir estando en su presencia, sin mirarlo siquiera. Salí del instituto y me paré frente a su auto a esperar que él llegara para que me abriera la puerta para entrar en él. Cuando llegó volvió a pararse frente a mí, yo miraba a un costado apretando mis cuadernos contra mi pecho. Sólo me  miró como si intentara descifrar algo en mí, mis ojos picaban, mis fozas nasales se ampliaron, eso pasaba cuando estaba muy enojada.

—Jamás me cansaría de que me cuentes tus problemas, de que recurras a mí cada vez que estés triste, de que me pidas un abrazo, de que quieras mi compañía, ¡Jamás! —me quedé perdida en su mirada color verde azulado, sus ojos brillaban. —Déjame reparar ésto, vamos a casa y te preparo un almuerzo súper rico, ¿Que dices?— acarició mi mejilla esperando la respuesta. Reí al darme cuenta que siempre me compraba con comida, maldito.

—Si, okay, me convenciste.

Lunes por la mañana, estaba sentada en la barra americana de la cocina tomando mi desayuno para luego irme al instituto, cuando visualicé a mi madre en el patio de entrada hablando con un chico joven, quizás de mi edad o uno o dos años más grande. Pocos segundos después los vi entrando a la casa, y enseguida entrando a la cocina.

—Hija, te quiero presentar a alguien —dijo mi madre siendo amable y sonriente. —Él es Ethan Henderson, va a comenzar una prueba durante el día de hoy para trabajar en la casa.

JADE |•En Proceso•|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora