Prólogo

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Lo único que se oía en el bosque era el sonido que patas de los caballos hacían al caminar y el quejido de muchos hombres que estaban cansados de caminar por días sin casi ninguna pausa para descansar.

Los soldados se detuvieron al ver en medio del camino dos niños que iban caminando agarrados de la mano, y el capitán les preguntó aparentando amabilidad:

- ¿Están perdidos niños?

Le dije a mi hermano menor a través de nuestro propio lenguaje que me siguiera la corriente.

- Estamos buscando a nuestra mami- Respondí con una voz dulce e infantil.

- Pobres niños, deben de tener miedo de estar solos- dijo el que guiaba la caminata con una burla muy notable es su voz.

Entonces Abdel contestó en el mismo tono dulce que lo hice yo.

- Cuando estábamos vivos si nos daba mucho miedo.

Y la cara de algunos soldados palidecieron un poco e intentaron disimularlo.

- Es mejor que regresen por donde vinieron- dijo con enojo el capitán.

- Creo que es mejor que me alimenten, tengo mucha hambre y si yo estoy fuerte podré sustentar a mi hermanito.

Y se desató el caos.

La lujuria de la reinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora