II

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El Olimpo

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El Olimpo.

 En la cima de la montaña más alta de la tierra, se encontraba el Olimpo, un hermoso paraíso cubierto por blancas nubes y repleto de la más exquisita vegetación. En ese lugar, se alzaban enormes templos de mármol y oro decorados cada uno dependiendo del dios que lo habitaba.

Y ahí mismo, en el centro, se encontraba un templo mayor a todos los demás, perteneciente a Zeus, ahí había una sala de reuniones cubierta por un hermoso domo de cristal que permitía admirar con gran libertad el cielo.

En esa sala, se encontraban diferentes tronos: en la parte más elevada de unas escaleras había dos tronos de oro puro, uno de ellos tenía un águila de alas abiertas en la parte superior del respaldo y el otro estaba adornado con plumas de pavorreal al rededor. Más abajo, le seguían cuatro tronos de plata, dos a cada lado de los de arriba, uno tenía adornos marinos, otro con plantas, otro con llamaradas de fuego y por último uno sin adorno alguno, liso pero completamente de plata. Después y haciendo un medio círculo más abajo, estaban seis tronos de mármol.

Todos los tronos eran para los doce olímpicos: Zeus, Hera, Deméter, Poseidón, Hestia, Hades, Apolo, Artemisa, Atenea, Ares, Hermes y Afrodita, que se reunirían ese día para discutir los eventos futuros.

Una vez ahí reunidos en la sala, cada uno en el trono que le pertenecía, pero como siempre habiendo uno sin ocupar, el de Hades, al cual nadie le tomó importancia, ya que estaban acostumbrados a que no asistiera, solo los hermanos de este y Afrodita lo conocían, las demás deidades se dejaban influenciar por los relatos de los mortales que decían haberlo visto.

—¡Bien olímpicos, es hora de comenzar la reunión! —llamó Zeus con poderosa voz, lanzando un rayo al cielo, —Como sabrán, los humanos están próximos a celebrar las olimpiadas, y por ello, habrá una celebración en mi honor —dijo Zeus sonriente, mientras los demás se mostraban efusivos pues las celebraciones en honor a Zeus eran las mejores.

—¡Oye Zeus, esta vez puedo traer a las nereidas, sería más divertido! —gritó Poseidón desde su trono mirándolo subiendo y bajando ambas cejas.

 Zeus, asintió emocionado y volteo a ver a su esposa Hera con la misma emoción, pero se arrepintió cuando vio su cara, ya que esta se veía molesta, tragó saliva y prefirió cambiar de tema.

—Oye Hermes, ¿Tienes noticias de Hades? —preguntó Zeus con una mirada esperanzadora.—Lo mismo de siempre padre, tiene mucho trabajo, la última guerra de Ares dejó más muertos que los de costumbre, dudo que pueda venir a la fiesta.

Zeus, al oír la respuesta, bajó su mirada pues siempre era lo mismo. Poseidón levantándose de su trono, se acercó a su hermano para darle una palmada en el hombro y de paso unas palabras de aliento.

—Vamos Zeus, ya vendrá, lo has ayudado mucho mandándole a dos de tu hijos para servirle en...—pero no pudo terminar, pues cuando mencionó a los hijos, Hera los miró con las pupilas dilatadas y nariz arrugada mientras levantaba un puño hacia Zeus con intención de golpearlo, todo a causa de esos hijos producto de otra infidelidad. Este, empezó a sudar frío y rápidamente se levantó de su trono para alejarse junto a Poseidón.

Mi flor de granadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora