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-¡Ma! Llegué - saludé al entrar luego de haberme despedido de Chris fuera.

La televisión estaba prendida y mi madre estaba acostada en el sofá, quien se había quedado completamente dormida. Apagué la televisión y la tomé en brazos. Esos últimos años había adelgazado bastante debido a su enfermedad y, sumado el hecho de que me había estado ejercitando durante bastante tiempo, me era bastante fácil cargarla cuando se dormía esperando a que llegara a casa.

La llevé a su cuarto, la acomodé en su cama y me fui silenciosamente para no despertarla.

Mi joven madre había sido diagnosticada con depresión severa luego de que mi abuela, quien la ayudó luego de haberse quedado embarazada y de haber sido abandonada por mi padre, muriera. Fue hace dos años y su pérdida había afectado a ambas de una manera fuerte, pero a pesar de que en mi caso el tiempo me había ayudado a sanar, no era lo mismo con mi madre.

Hacía solo unos meses que se había propuesto empezar terapia, pero ya había perdido casi 15 kilos por esa enfermedad mental y, aunque tuviese solo 40 años, no estaba en una edad en la que se pudiera dar el lujo de descuidar su salud.



Luego de llegar del gimnasio, desayuné huevos revueltos y un café rápidamente para poder salir hacia mi trabajo de medio tiempo. Mi madre había renunciado a su trabajo de enfermera por la depresión y tuve que empezar a hacer varios trabajos para poder sustentar nuestra vida.

Llegué en menos de 15 minutos a la joyería donde trabajaba hace ya 3 meses. Aunque el dueño era insoportable, pagaba bien si solo lo escuchaba hablar de su vida mientras nadie estaba ahí dentro y si ordenaba las cosas que él desorganizaba cuando alguien entraba a la tienda.

Pensé que ese día iba a ser aburrido como todos, sonriendo falsamente cada vez que alguien entraba y ordenando luego de que esa persona decidiera no gastar tanto en una simple pulsera o collar. Pero mis alarmas se encendieron cuando un chico, de aproximadamente mi edad, entró.

Era alto y delgado pero parecía estar en buena forma. Su cabello era negro y era bastante atractivo. No era el tipo de persona que estaba acostumbrada a ver dentro de ese lugar. El dueño estaba ocupado atendiendo a una pareja y no notó a ese joven en su local. Yo estaba en el depósito que no era un impedimento para vigilarlo ya que podía verlo desde la puerta.

Pero él no me notó y, aunque había sido rápido y discreto, noté que había tomado tres pulseras que mi jefe se había olvidado de guardar detrás de la vidriera y salió tranquilo del lugar.

-Hijo de... - comencé y salí rápidamente del local para seguirlo, haciendo caso omiso a los gritos de mi jefe a mis espaldas.

Al localizarlo entre la multitud comencé a seguirlo a un paso rápido pero tratando de no llamar la atención. Pero sabía que me había descubierto porque empezó a caminar más y más rápido hasta entrar a un callejón apartado de la gente. Sin pensarlo entré allí y me encontré con tres chicos más.

-Jeongin, te dije que nadie tenía que enterarse - lo regañó el más alto y me dedicó una maliciosa sonrisa.

Los tres parecían de mi misma edad. El más alto tenía unas facciones perfectas, parecía un modelo, sus pantalones apretados negros hacían ver que sus piernas eran largas y musculosas. Tenía una sudadera negra y una gorra del mismo color.

A su lado había otro chico, algo más pequeño en estatura comparado a los otros dos. Su cabello estaba teñido de rubio y al igual que sus amigos, estaba vestido de colores oscuros.

-¿Te perdiste, hermosa? - preguntó el más alto, acercándose a mí.

-No, tu amigo robó en la tienda donde trabajo - volteé a verlo y noté que la inseguridad que demostraba el ladrón era el extremo opuesto a lo seguro de sí mismo que se mostraba el más alto. Por un momento pensé que había sido obligado a hacer eso.

-¿Tienes pruebas? - siguió acercándose más a mí-. ¿Sabes que es peligroso meterse en un callejón con tres desconocidos?

-Te romperé las piernas si me tocas - amenacé, causando que se riese de mi comentario. Decidí no reprimir la sonrisa para molestarlo un poco.

-Oh, pero que segura que estás de tu fuerza - comentó, comenzando a caminar alrededor mío amenazante.

-Sí, bastante.

Desde esa noche que había sido seguida por ese desconocido por la calle y que había conocido a Chris, me había propuesto dejar de ser la débil Soojin. Había comenzado que entrenar todos los días y Chris me había enseñado varios golpes de boxeo, hasta a veces le ganaba a él y a mis amigos si peleábamos. Me veía bastante capaz para defenderme.

-Tú, devuélveme las pulseras y me olvidaré de este incidente - llamé la atención al otro chico, quien miró dubitativo a su amigo.

-No tienes pruebas de que él robó - repitió pero ya me había encaminado hacia el chico y había sacado de su bolsillo las pulseras.

-Me parece prueba suficiente.

Ninguno de los dos reaccionó, parecían como si estuviesen esperando a que el ''líder'' les dijera qué hacer y supuse que él era el mayor. Efectivamente, eran ladrones primerizos e inexpertos y una parte de mi sintió lástima por ellos, pero se me pasó rápidamente.

-Ahora me iré - anuncié y comencé a caminar hacia la calle nuevamente, pero el más alto se interpuso en mi camino.

-Oh, no, linda. No terminé contigo - me amenazó y se acercó lo suficiente a mí para oler su perfume.

-Pues yo sí.

Tomé su brazo y en un rápido movimiento lo inmovilicé, quedando él arrodillado y yo detrás. Soltó una pequeña risa y  ni siquiera hizo fuerza para defenderse. 

-Hyunjin -lo llamó el rubio con una voz muy grave que no concordaba con sus aniñadas facciones y ambos se acercaron a mi pero el mayor los paró.

-Esta bien, déjenla ir. Ya te encontraré y verás, linda - me amenazó levantándose del piso mientras volvía a reír mientras yo ya estaba caminando hacia la calle para volver a mi trabajo.

boxer » bang chanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora