*El Efecto*

10 1 0
                                        

Para ser la primer semana había pasado demasiado rápido, casa tarde me encontraba con mis nuevos amigos y alguno de ellos, compañeros de clase, en la cafetería, justo antes de ir a mi habitación para hacer las tareas.


— ¿Qué harás este fin de semana? — preguntó Julián, un lindo chico catalán de cabello castaño que se había unido al grupo en los últimos días.

— No lo sé, quizá salga a conocer un poco la ciudad o a la plaza con Sam ¿y tú?

— Pues quería invitarte a salir, me pareces muy linda y divertida y no quiero perder la oportunidad de conocerte más.

— ¡Vaya! — dije asombrada, era la primera vez que alguien era tan directo conmigo — pues creo que podría pensarlo — intentando ocultar lo sonrojado de mis mejillas.

— Claro, solo tienes que mandar un mensaje y no tardaré en venir por ti — golpeó suavemente mi brazo con su codo.

Luego de la caminata al fin habíamos llegado a mi edificio.

— Debo irme, nos vemos — me despedí de él y subí corriendo.


Dulce ya estaba en la habitación trabajando en su computadora y con los audífonos puestos.

Hice un ademán con la mano para saludarla y me devolvió el gesto sin hablar, me tire sobre la cama y me quedé mirando al techo, quizá pensando si salir con el chico nuevo sería una buena idea. No había venido aquí buscando conquista pero con él me sentía cómoda y teníamos una buena plática.


— ¿Estás saliendo con alguien? — preguntó mi roomie.

— No, aún no

— ¿Chico o chica?

— Obviamente chico, no me gustan las mujeres — dije incorporándome.

— ¿Estás segura?

— Claro, jamás he salido con una.

— ¿Ni haz mirado a una? No sé, su sonrisa o su mirada.

— No — respondí pero a mi mente vino el recuerdo de aquellos ojos miel, de su voz y su aroma y mi piel se erizo.

— Bien.

La habitación quedó en silencio por algunos minutos hasta que me levanté y salí de la habitación.

Caminé algunos metros fuera del edificio hacia donde se encontraba una banca libre y saque del bolsillo mi celular. Dudaba entre llamar o no a mi madre, quizá estaba demasiado ocupada o hasta dormida por el cambio de horario del cual yo desconocía, así que me decidí por enviarle un mensaje.


“Hola ma, ya comenzaron las clases y estoy haciendo amigos nuevos. Un chico me invitó a salir pero no se, siento que no es lo que estoy buscando. Llámame cuando puedas, te quiero.”


Guardé de nuevo el celular en mi bolsillo y me recosté sobre la banca a mirar el cielo oscurecer, ¿realmente me puede gustar algo más que los chicos?, las estrellas comenzaban a asomar, a brillar en el cielo que hasta hace unos segundos parecía negro solamente, pero yo nunca he sido así, no pudo haberlo cambiado todo ella, algunas gotas cayeron sobre mi rostro y de la nada me vi en medio de la llovizna con el cabello empapado.


— ¿Estas loca? — me cubrió la cabeza con su chamarra y tiró de mi para que corriera a cubrirme bajo el techo de una parada de bus — ¿estas bien? — preguntó limpiando con la manga de su suéter mi cara, pero yo seguía en transe.

Sentí una mano tibia tocando mi mejilla y por un momento me sentí de vuelta, hasta que mis ojos se toparon con los suyos.

— Tengo que irme — dije nerviosa, pero ella no soltó mi brazo.

— ¿Qué hacías ahí acostada? Tienes que ir a cambiarte esa ropa mojada, pero ten por seguro que me volverás a ver — sonrió y mis piernas comenzaron a temblar. ¿Qué clase de efecto ese este, que causa ella en mi?.

Amor sin remitente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora