*Arte*

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Al llegar al aeropuerto me dirigí a esperar mis maletas y luego tomé el transporte hacia la escuela. Faltaban algunos días para el inicio del curso por lo que decidí explorar un poco la zona.

Mi compañera de cuarto aún no se hacia presente, por lo que comencé a ponerme cómoda, coloqué mi ropa en el closet y luego tomé mi chamarra para salir a conocer el lugar.

La escuela era realmente grande y se ubicaba a escasos 10 minutos del edificio para alumnos, había estudiantes de varias partes del mundo y por los pasillos se escuchaban distintos idiomas, incluyendo el español.

El campus tenía alberca, canchas de tenis, de fútbol, basquetbol, taller de pintura, de fotografía, de canto, entre otros. Inmensidad de áreas verdes y árboles bajo los cuales podías descansar.

La mayoría de los alumnos aún no habían llegado por lo que se veía un poco vacío y muy silencioso.


— Bien, al menos en esta cama si podré dormir cómodamente — dije tumbándome sobre la cama al volver a mi habitación, tomé mi celular del bolsillo y me hice una foto que después le mande a mamá. Ya llegué.


Aquella noche dormí como no lo había hecho en mucho tiempo, el clima era el ideal y un cobertor me bastó para no pasar frío.


Un rayo de luz atravesó la persiana y llegó hasta mis ojos, despertándome tras la molestia ocasionada. Mis puños tallaron mis ojos y me incorporé sobre la cama bostezando y tratando de ordenar mi cabello. Entre al baño y me di una ducha rápida, pero al salir una maleta rosada se atravesó en mi camino.

— Perdón — se excuso una chica de cabello oscuro y rizado, quien supuse seria mi nueva compañera de habitación.

— No te preocupes — imite una sonrisa y pase por el lado hacia mí lado del cuarto.

— Soy Dulce ¿y tú?

— Maya ¿de dónde eres?

— México ¿y tú? No tienes acento extranjero.

— No, soy de México también — dije colocándome el tenis antes de abrir la cortina y así poder verla bien.

— Ay genial, creí que seríamos las únicas mexicanas aquí — suspiró aliviada.

— ¿Seríamos?

— Si si, oye debo irme pero en la noche podemos platicar, tengo insomnio así que no duermo mucho en la noche — dijo despidiéndose con la mano mientras se dirigía a la salida.

Que chica tan rara.


El resto de la tarde me quedé en la habitación viendo películas, salí al súper para comprar algunas golosinas y tener como siempre mi reserva bajo la cama.

Caída la noche ya me sentía cansada, me coloqué la pijama y me acosté a dormir. Algunas horas después, un ruido me hizo despertar, pero me quedé en silencio al escuchar los susurros de Dulce.


— ¡Cállate! Ya debe estar dormida — le dijo a su acompañante.

— Debo irme — respondió una suave voz — mañana paso por ti para ir a desayunar — pude notar que beso sus labios por el tronido que este hizo.

Cerró la puerta a sus espaldas y se recostó sobre su cama, podía ver su sombra reflejada a través de la cortina que nos dividía.

— ¿Estas dormida? — preguntó en voz baja, pero yo preferí quedarme callada y volver a dormir.

A la mañana siguiente pude escucharla cantando en la ducha, al mirar mi reloj marcaba las 7:45 am, aún tenía unos minutos más para disfrutar de mi cama.

El resto de la tarde la pasé nuevamente sola, hablé un poco con mis amigas por video llamada y luego con mamá por teléfono antes de dormir. Nuevamente mi roomie llegó hasta entrada la madrugada, tratando de hacer el menor escándalo posible pero no contaba con que yo tengo el sueño muy ligero.

La mañana siguiente comenzaban los cursos propedéuticos de cada carrera, por lo cuál tenía que comenzar a crear una rutina. Me levante a las 7, me di una ducha y me arreglé un poco. Me detuve frente al espejo antes de salir para acomodar mi cabello casi seco en una coleta cuando tocaron a la puerta.


— ¿Quién? — pregunté acercandome a ella para poder escuchar.

— ¿Dulce? — dijo la voz suave del otro lado.

— Ah espera, ya la llamo — corrí a donde mi compañera se encontraba dormida y le dije que la estaban buscando.

— ¿Qué hora es? — preguntó tallandose los ojos.

— 7:40, debo irme ¿quieres que le deje pasar?
Se levantó de un brinco y no respondió a mi pregunta, se metió de inmediato al baño. Yo me dirigí a la puerta con mi mochila sobre el hombro.

— Si quieres puedes pasar, solo cierra la puerta al entrar — se encontraba de espaldas y solo asintió con la cabeza mientras atendía su llamada.


Mi primer día en el curso no me pareció pesado, nos presentamos con la clase, incluso creo que hice una amiga, una chica de nombre Samara, proveniente de Barcelona. Quedamos que esa tarde nos veríamos para ir al centro comercial a comprar los primeros materiales que el profesor de artes nos había pedido para la clase, por lo que fui a mi habitación a ponerme un conjunto más elaborado y a comer algo antes de salir.

Al llegar a mi habitación me tope con alguien de jean oscuro y chamarra de mezclilla tocando la puerta.

— Hola — dije tímidamente sacando la llave de mi bolsillo.

— Hola, ¿sabes si dulce esta dentro? — preguntó con tono preocupado nuevamente la voz suave, ya me parecía hasta familiar, pero aquel olor a vainilla inconfundible me hizo voltear la mirada hacia su rostro. Su mirada color miel me hipnotizo — ¿hola? — insistió pasando su mando frente a mi rostro.

— ¿Qué? No, no se, voy llegando — dije avergonzada y torpemente abrí la puerta, corrí a dejar mi mochila mientras rogaba al cielo no haberme ruborizado. Ella entró tras de mi y busco por todas parte del cuarto.

— No está

— ¿Pero que pasó? Esta mañana viniste por ella ¿no? — pregunté tras la cortina mientras me cambiaba de ropa.

— Si, pero luego del almuerzo se enojo conmigo y salió corriendo, creí que vendría acá.

— Voy a salir, pero si la veo le digo que la estas buscando — corrí la cortina y me acerque al espejo de pasillo, me miró atenta a cada movimiento, lo que me ponía aún más nerviosa.

— Claro ¿cuál es tu nombre?

— Maya ¿y el tuyo? — respondí enseguida.

— Victoria pero puedes llamarme Vico.

— Claro, así lo haré y… — me quedé muda de pronto, no sabía que hacer y ella no dejaba de mirarme fijamente.

— Debo irme, seguiré buscándola — interrumpió el silencio llevando su mano a la nuca con incomodidad.

— Claro, vamos — tomé mi cartera y mi chamarra y salí tras ella cerrando la puerta a mis espaldas.

Comenzamos a bajar los escalones lentamente, había algo de tensión en el aire.

— ¿Vas con tu novio?

— No, voy por unos materiales de mi clase de arte.

— ¿En que carrera estas? — pregunto deteniéndose.

— Artes audiovisuales ¿y tú?

— Comunicación gráfica así que probablemente nos veamos en algunas clases — dijo levantando la ceja y con una sonrisa de lado.

— Vamos, que ya deben estar esperándome.


El resto de la tarde lo pase con Samara en la plaza y por la noche volví a mi habitación con bastante hambre, por lo que de camino pasé a una tienda y compré una sopa instantánea.


— Hola — dije amigablemente a mi compañera, quien tenía los ojos llenos de lágrimas y la cara empapada — ¿Qué sucede?

— Quiero irme a casa, no creo soportar todo esto sin ella — balbuceo.

— ¿De qué hablas? Todo va a estar bien — la abracé por los hombros intentando calmarla hasta que se quedó dormida y decidí solo taparla para que siguiera durmiendo. Mañana será otro día.

Amor sin remitente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora