*Soñando*

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Esa noche tuve un sueño muy extraño, jamás había soñado algo similar. Ella estaba mordiendo sus labios, mi piel se erizaba y sentía un escalofrío pasar por mi espalda. No podía contenerme y le robaba un beso, nuestros labios se disfrutaban, las miradas se comían una a la otra y nuestras lenguas luchaban para apoderarse de la boca de la otra. Se sentía tan real, sus manos recorrían mi cuerpo, tocaban todo de mi y sudaba, los besos tronaban y nuestros cuerpos sudaban al contacto con la otra. Estaba sobre mi, besando mi cuello y con sus manos tocando mis piernas, mordía pero no me dolía, dejando pequeñas marcas hasta mi pecho, apretando y soltando mi piel, haciéndome gemir como nadie lo había provocado antes, mi sexo pedía ser tocado, la humedad no se equivocaba y lo exigía. Su mano recorría mi cadera, la apegaba a ella y estaba segura que estaba tan ansiosa por ser mía, como yo de ser suya. Gemíamos, nos gritábamos mutuamente con cada choque del cuerpo y lo hacía, lo tocaba y mi espalda se arqueaba, al sentirse mi cuerpo amado, tiraba de su cabello y arañaba su espalda. Comenzaba a bajar por mi abdomen, la humedad de sus labios iba dejando un camino hacia mi pelvis. Delicadamente bajaba mi bikini y me dejaba expuesta…


— ¿Estás bien? — grito Dulce antes de acercarse a mi cama con cara de susto.

— ¿Qué?

— Estabas gritando ¿te dio un calambre?

— No, estaba teniendo una pesadilla — respondí asustada y me cubrí con la cobija, pero mi ropa interior decía lo contrario. El resto de la noche no pude volver a conciliar el sueño.


— Te ves fatal ¿la pesadilla de anoche no te dejo dormir?

— No, es que siento que no dormí lo suficiente, debe ser el clima — me había duchado ya y me alistaba para salir a mis clases.

Al llegar a la universidad me topé con Samara acompañada de Julián y de Victoria, quien la tenía rodeada por la cintura mientras besaba su cuello, tal y como lo había hecho en mi sueño, lo cual me causaba escalofríos.


— Hola hermosa — me saludó Julián tomándome por la cintura.

— ¿Están saliendo? — preguntó Sam a lo que yo me apresuré a responder.

— Si, no te lo había dicho pero lo estamos — le tomé del brazo y pude ver el rostro de Victoria enfurecer.

— ¿Vámonos ya, no? Se hará tarde — respondió ella y beso los labios de mi amiga antes de emprender el camino.


El resto del día tuve a Julián pegado a mi, me llevó el almuerzo a la banca y me acompaño a mi edificio, beso mi frente y cargó mi mochila todo el camino.


— ¿Y cuando haz decidido que estamos saliendo? Yo creía que solo estabas jugando un poco hasta aburrirte.

— Pues fue algo que salió al momento, no hagas que me arrepienta por favor.

Tomé mi mochila y subí envuelta en llanto a mi habitación. Me tiré sobre la cama y empape mi almohada con lágrimas.
Un mensaje me sacó del trance.


¿Qué tal se siente mentirle a tu amiga?


¿Quién te crees tú? Que eres la  única que puede hacer lo que le plazca, deja de meterte en mi vida!!


No podía parar de llorar, mis ojos comenzaban a hincharse pero eso es algo que ella jamás sabría.

“No duele, no tendría motivo para hacerlo, pero lo siento y prefiero negarlo. Es la primera vez y no quiero que sea la última en que sueñe contigo a mi lado, que me recorres con tus manos suaves y que besas mi piel, aunque de un sueño esto no vaya a pasar.”


Amor sin remitente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora