Capítulo 20

1.8K 233 38
                                    

Que buen insomnio si me desvelo sobre tu cuerpo.

Mario Benedetti.


Hoy ya es miércoles y ojalá pueda decir que con el pasar de los días las cosas han mejorado, pero sería mentir. No recuerdo haber visto tanto a James fuera de la empresa desde que eramos niños. Ahora lo veo diario y de paso, con Iliana. Quien anda viniendo a la empresa a cada rato para traerle a James cualquier opción a elegir sobre la flamante boda.

Es que he tenido que presenciar incluso, situaciones que estoy seguro que cuando me case, evitaré a toda costa. No me interesa saber el color del ramo de cada mesa. O que tipo de decoración queda mejor con el ambiente que elijan. Es que ni siquiera entiendo porque siempre aparece cuando yo estoy con James.

Es estresante tener que callarme y aguantar todo para no ser descortés y a la misma vez, para demostrarle a Iliana que no me importa lo que está haciendo. Aunque por supuesto que lo hace. Simplemente no pienso admitir tal cosa. En sus planes estaba casarse antes de conocerme, así que de un modo u otro, esto iba a vivirlo. No me importa si yo debo aguantarlo. Ya mi decisión está tomada y planeo permanecer firme en ella.

Ahora mismo acaba de interrumpir una reunión con cuatro trozos de pasteles diferentes para decidir cuál sabor elegir para el gran pastel de la boda. Me mira por encima del hombro con una sonrisa disfraza. Le devuelvo la misma sonrisa falsa.

Sé lo que hace, lo que no entiendo es porqué lo hace. Si espera que esto me haga cambiar de parecer y corra a decirle a James sobre mis sentimientos por ella, está equivocada. Ni siquiera puedo definir mis sentimientos.

Sé que la deseo. Pienso en ella a cada momento y vivo deseando perderme en sus profundidades, pero eso no es suficiente motivo para quitarle a mi mejor amigo su mujer. Porque eso es, ella es su mujer.

Y si esperaba que verla haciendo todas estas cosas cambiara algo en mí, se equivocó. Ahora más que nunca me mantengo en mi posición de alejarme de ella. ¿Cómo espera que después de ver la sonrisa de James y su ilusión por casarse, yo se la arrebate diciéndole que quiero a su mujer? Peor aún, que ella me quiere a mí. Gruño. Ambos me miran.

—Lamento esto, hermano. Ya voy a terminar —habla James. Niego con la cabeza y me levanto.

—Tranquilo, uno no se casa todos los días. Elije bien, yo estaré en mi oficina para cuando terminen —declaro. Antes de que pueda cruzar la puerta, Iliana me detiene.

—Si quieres puedo llevarte algún trozo cuando terminemos. Después de todo, yo los interrumpi y solo James está comiendo —dice. Me giro, negando la cabeza en el proceso.

—No es necesario, pero gracias. —Sin más, salgo de la oficina de James, suspirando aire fresco al hacerlo—. Recuérdame nunca casarme, por favor —le suplico a mi secretaria. Ella ríe bajito y asiente. Entro a mi oficina, caminando directamente hasta el minibar para servirme vino.

Me permito relajarme detrás de mi escritorio, apoyando los pies sobre él y recargando mi cabeza en el cabezal de la silla. Abro los ojos y desvío la mirada hacia la puerta cuando la escucho abrirse.

—Creo que el de frambuesa es el mejor con vino —habla Iliana, entrando sin preguntar. Noto como contonea la cintura mientras camina hacia mí. También me di cuenta de que cerro la puerta con seguro.

—No te quiero aquí, Iliana —sentencio. Como si no hubiera dicho mis palabras, sigue caminando.

—James insistió en que viniera a traerte pastel —dice en cambio. Gruño.

—¿Sabe James que quiero ponerte sobre tu estómago en este escritorio, abrirte de piernas para mí y hundirme en tu interior hasta que supliques que deje que te corras? ¿Sabe James que te encuentras deseando que haga eso? —cuestiono. Noto como presiona sus piernas. Sé que me desea. Me levanto y rodeo el escritorio para posarme a su espalda—. ¿Sabe James las ganas que tengo de que te arrodilles y me la chupes como lo hiciste en el baño, dulzura? —Escucho un jadeo y con manos temblorosas deja la caja en la mesa.

—¿Cuál vas a querer? —susurra. Sonrío.

—Depende —respondo, dándole la vuelta de un solo movimiento. Sus senos se mueven al compás de su acelerada respiración junto a mi pecho.

—¿De qué? —murmura, mirándome a los ojos.

—De cómo sabe desde tu cuerpo —declaro. Otro jadeo de su parte. Dirijo mi mano a su cintura y la presiono sin mucha fuerza. La necesaria para pegarme a ella y mostrarle cuánto la deseo.

—No puedes probarme —sentencia muy débil. Sonrío de lado.

—¿Quién va a impedirmelo? Tu cuerpo anhela tener mi boca en cualquier parte, desea que mis manos lo toquen y lo ericen en el proceso. Tu vagina extraña tanto el contacto de mi miembro que ahora mismo debe estar mojada y lista para mí, ¿o me equivoco? —insisto. Iliana baja la mirada un momento, suficiente para yo hacer que la levante apoyando mi dedo en su mandíbula, para luego besarla.

Al principio intenta resistirse, pero cuando bajo mi otra mano a su feminidad por dentro de su vestido, jadea, abriendo la boca y permitiéndole el pase a mí lengua.

Enrolla mi cabello en sus manos y hala, haciendo que gruña en su boca. La levanto para que se siente sobre el escritorio y lo hace, colocando sus pies amarrados en mis piernas para mantenerme más presionado a ella si es eso posible. Pierdo la noción del tiempo mientras nos besamos y nuestras lenguas danzan a la perfección.

—¿Estás listo para admitir tus sentimientos por mí? —inquiere de pronto entre jadeos, haciendo que mis manos dejen de intentar quitarle la ropa. Gruño.

Eso fue un claro recuerdo de lo que iba a hacer, que por supuesto, no debo hacer. Cierro los ojos, alejando mis manos por completo de su cuerpo. Ella no deja de respirar entre cortado y coloco todo de mí parte para no bajar la mirada a su tanga que queda completamente expuesta para mí y que me invita a hundir mi rostro en ella y tomarla como quiero.

—No hay nada que admitir, Iliana. Deberías irte —digo. Acomodo mi traje y regreso al otro lado del escritorio. Evito mirarla porque no quiero ver de nuevo esa mirada de decepción sus preciosos ojos. Solo escucho cuando sale. Suspiro y noto que sobre la mesa hay un plato con uno de los pasteles. Pienso un momento en echarlo en la basura, pero después tomo la cuchara junto al pastel y lo pruebo.

Tenía razón, el de frambuesa sabe muy bien con vino, pero sigo prefiriendo haberlo probado de su cuerpo.

Mr. White. [Completa]✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora