Introducción.

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Cuatro meses después de la última vez que vio a Rose.

Ya no puedo más con mi peso, así que simplemente me dejo caer al suelo, recostando mi espalda

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Ya no puedo más con mi peso, así que simplemente me dejo caer al suelo, recostando mi espalda

contra la pared. Creo que he bebido mucho por esta noche.

Busco en los bolsillos de mi pantalón mi celular, pero no lo encuentro. Recuerdo que me quité el saco al llegar al bar, de seguro lo dejé en uno de esos bolsillos. Bufo.

Cuento hasta cien y hago el primer intento de levantarme del suelo, pero es imposible y vuelvo a caer de trasero. Suspiro.

—¿Estás bien?, ¿necesitas ayuda? —Una voz dulce como algodón de azúcar, se escucha. Intento enfocar mi vista en su rostro, pero veo todo muy borroso. Por alguna razón estúpida, la aparto cuando intenta levantarme.

—¡Déjame! —espeto, apartándola. Parpadeo repetidas veces queriendo poder ver a la persona frente a mí, pero nada. El alcohol me tiene cegado.

—Está bien, como quieras. Solo quería ayudarte, pero bien dicen que no se puede ayudar a quien no quiere. Me voy, sigue tirado en el suelo entonces —zanja. ¡Woo!, parece que el algodón de azúcar tiene picante por dentro. Comienzo a reír como idiota por mis pensamientos imaginando a una mujer con un traje de algodón de azúcar. El alcohol me ha puesto más idiota de lo normal—. ¡Y ahora te ríes de mí! ¡Idiota! —espeta, realmente enfadada. Dejo de reír enseguida.

—No me burlo de ti, sí necesito ayuda —reconozco. La escucho bufar.

—No debería ayudarte, te has comportado como un verdadero idiota. ¡Ni siquiera sé porqué sigo aquí hablando contigo y no en la mesa con mi prometido! —Sube nuevamente la voz al decir lo último y por algún motivo, la imagino alzando sus brazos al aire, exasperada.

—Tienes razón, deberías ir con tu prometido y no perder el tiempo aquí con un borracho. Puedes irte, yo llegaré hasta afuera solo —digo, no tan seguro de mis palabras.

—No lo harás, terminarás matándote en el camino y, por supuesto que yo no viviré con ese cargo de conciencia. Vamos, te llevo para que tomes un taxi. —Sin más, dejo que me ayude a levantar, coloca mi brazo por encima de su cuello, mientras que ella me abraza por la cintura, pegándome a su costado. Parece una experta en esto de ayudar a borrachos.

Tal vez deba decirle sobre ir a buscar mi saco con mi teléfono y cartera, pero simplemente no lo hago. Creo que no quiero que mis amigos la vean primero que yo. Definitivamente no quiero eso. Siento cuando soy depositado sobre algo blando, deduzco que el asiento de un taxi.

—Gracias —comento, sin ver a algún punto fijo.

—No es nada. ¿Recuerdas la dirección de tu casa? —inquiere. Miro en la dirección que sé que está porque puedo ver sombras, aunque no puedo asociar esas sombras a un rostro en concreto y asiento.

—Estoy borracho, no demente. No sufro de amnesia —me burlo. La imagino rodando los ojos, pero estoy cansado de imaginarla. Quiero poder verla.

—Eres un borracho muy idiota. —Sonrío cuando escucho que cierra la puerta. A tientas, encuentro la manilla y la vuelvo a abrir.

—¡Hey! —la llamo, y sin saber si sigue ahí o ya entró al restaurante, hablo—. Gracias por ayudar a este borracho idiota, algodón de azúcar. —Dicho eso, cierro la puerta y le doy la dirección al taxista.

Ya mañana es un nuevo día. Debo viajar, y con suerte, terminaré de sacar a Rose de mi mente... O empezaré a hacerlo, mejor dicho.

Suspiro.

Espero que Nana no se haya dormido. Necesitaré que le pague al taxista cuando llegue.

Mr. White. [Completa]✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora